Editorial Junio 2010: En camino
Editorial Junio 2010: En camino
La vida humana está repleta de posibilidades. Por eso, al tratar de definirla, utilizamos una serie de imágenes: la semilla que crece, el camino que se recorre, la meta que se espera. Es cierto, sin embargo, que nunca llega a alcanzar la madurez que persigue; la vida es un proyecto que se va perfilando, pero nunca se acaba. Por ello, para mantenerse en forma es necesario tener presente la promesa, la meta, aquello que queremos alcanzar. En eso consiste la esperanza. Pero la esperanza no es una lejanía inalcanzable que se intuye sino un quehacer, un compromiso actual. El futuro de un ser humano interpreta y diseña su presente. La esperanza no nos condena a la inactividad; al contrario, la esperanza nos interpela, nos compromete y nos impulsa.
Es posible que nos veamos a nosotros mismos como la concreción de la esperanza en nuestra relación con nuestro hijo con síndrome de Down. Con otras palabras, que seamos nosotros la realización de la esperanza de nuestros hijos. Y no es así. Nosotros somos quienes hemos de depositar en ellos el germen de la esperanza. Pero la esperanza ha de germinar, nacer y desarrollarse desde ellos mismos y en ellos mismos. Iniciamos nuestro trabajo, cuando nacen, con el deseo de que alcancen el mayor abanico de posibilidades a su alcance; queremos que vivan su propia vida conscientes de su propia autonomía. Y para conseguirlo, nos aplicamos en una educación que combine sabiamente el sentido del respeto, la responsabilidad y la disciplina. Para que no sólo estén pendientes y reclamen sus derechos sino también para que aporten sus deberes. Por ello no dudamos en valorar la cultura del esfuerzo y la superación frente a la cultura del dejar hacer y no exigir.
Pues bien. La razón de la esperanza tiene que residir intrínsecamente en ellos mismos. Ellos la tienen que entender, valorar y poseer, en la medida de sus capacidades. Sólo así podrán soltar amarras de manera fiable, ese objetivo que todos deseamos que lleguen a alcanzar. Eso es lo que llamamos motivación interna, que tanta influencia tiene sobre nuestro modo de actuar en la vida. Naturalmente, no es labor de un día. Inocular la esperanza y promover la motivación en nuestro hijo con síndrome de Down es tarea cargada de constancia, comprensión, paciencia, claridad de objetivos, conocimiento de los métodos para actuar, reflexión. Pero estamos convencidos de que es el único modo de que ellos, en su individual camino, encuentren el sentido de su vida, es decir, el máximo valor de su real e intransferible autoestima.
Comentarios
La felicidad que siempre buscamos en momentos y lugares realmente parece estar en nuestro modo de ver la vida, la felicidad es una actitud ante la vida.
Recuerda siempre lo que escribo hoy para vos: tu dignidad es la de todos. Aunque algunos no la vean, no la quieran o la rechasen.
A minha filha Gisela tem down, dei-lhe tudo o que foi possível, mas a integração é uma farsa.Luto todos os dias por uma igualdade que não existe.
Desculpem escrever em português.
Como familia le hemos dado lo mejor a Raulito (28 años)y él nos ha enseñado que la vida es muy simple y hermosa.
Raulito cuando ve a otro niño Down lo mira y se comunican con la mirada y luego me dice "es igual a mi" y yo le contesto "si vienen del mismo planeta" y él se rie,desde pequeños ellos se comunican pero los niños que no son igual a Raulito lo miran raro,ojalá llegue el momento en que también se comuniquen. Tengo esperanza que algún dia el resto del mundo los acepte como cualquier otro individuo más, porque no saben lo que se están perdiendo.
Amparo ya tiene 6 años, es una chiquilla que ilumina la vida de todos quienes la rodeamos y por supuesto es nuestro sentido de vida al igual que nuestros otros hijos.
"Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento" Desde Santiago de Chile un gran saludo.Marcelo.
La motivación y la esperanza implicados con un amor incondicional elevan muy alto...Gracias por esta editorial¡¡