Editorial: Autoridad y coherencia
Editorial. Febrero 2022
Toda relación es compleja. Entre las muchas características que acompañan a nuestra relación con una persona con síndrome de Down, sea como padres, hermanos, educadores, cuidadores, amigos, jefes..., destacan la duración y permanencia de esa relación en largos periodos de la vida. Por lo general, esas relaciones de larga duración nos implican emocionalmente y nos obligan a desarrollar en nuestro trato diario toda una serie de virtudes ampliamente caracterizadas y expuestas en nuestra página El trato diario - Downciclopedia.org. Aprendemos mutuamente a contemplarnos, a comprendernos, a conocer nuestros respectivos límites. Pero es ineludible que, dada la disparidad en nuestras capacidades cognitivas y adaptativas, tengamos que desarrollar frecuentes conductas de asesoramiento, de planificación, de vigilancia; en definitiva, de intervención.
Es fundamental que toda intervención sea realizada en un clima de confianza. La confianza no está reñida con la percepción de autoridad. Es experiencia común que terminamos aceptando la autoridad de una persona, o de una institución, cuando apreciamos coherencia entre lo que dice, recomienda o proclama y su modo de actuar de forma responsable en la vida real. Diariamente lo podemos comprobar en nuestros trato con las personas con síndrome de Down. Porque, incluso cuando se les indica algo a realizar que no es de su agrado, o algo que tienen que rectificar, aceptan ese sentimiento de autoridad si han percibido, en su experiencia, que la persona que le dirige está marcada por una conducta que actúa con autenticidad, persistencia, compromiso.
Es evidente que el trato responsable y coherente con la persona con síndrome de Down nos enriquece. Nos ayuda a distinguir entre lo fundamental y lo accesorio; entre lo que puede ser simplemente "nuestra" personal comodidad y lo que realmente conviene a la persona a la que tratamos y dirigimos. A discernir si lo que nos parece "lo mejor" es, en realidad, enemigo de "lo bueno". A resistir con paciencia y tacto una reacción desagradable cuando nuestra decisión ha sido motivo de contrariedad.
Se hace preciso, pues, que la percepción de nuestra autoridad vaya acompañada de la percepción de nuestro amor incondicional. Ambas cualidades sólo se combinan cuando nuestras acciones vienen marcadas por nuestra coherencia en el decir, el decidir, y el obrar.
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