Ejercicio físico y envejecimiento en el síndrome de Down

Envejecimiento en el síndrome de Down: consecuencias para el ejercicio físico
Robert C. Barnhart, Barbara Connoly
Physical Therapy, 87: 1399-1406, 2007

RESUMEN

Uno de los objetivos del Programa Healthy People 2010 (Gente Sana) en Estados Unidos es aumentar la calidad de vida y los años de vida sana de sus ciudadanos. Como ocurre en las demás personas con discapacidad intelectual, la esperanza de vida de las que tienen síndrome de Down ha ido aumentando; lo ha hecho desde una media de 9 años en 1929, a 12 en 1949, 35 en 1982 y 55 o más en la actualidad. Por consiguiente, los cambios que se producen en la estructura y función corporales, secundarios al envejecimiento, tienen el potencial de limitar su actividad y restringir su participación. De hecho, conforme las personas con síndrome de Down envejecen, son más susceptibles a padecer problemas físicos, neurológicos o psiquiátricos que la población general.

El objetivo de esta puesta al día es: (1) ofrecer una visión global sobe los cambios que más frecuentemente aparecen en la función y estructura de los adultos con síndrome de Down conforme envejecen, y (2) aplicar la actual investigación que se realiza sobre el ejercicio corporal de modo que se puedan prevenir las limitaciones de la actividad y las restricciones en la participación dentro de los tres niveles de funcionamiento humano: función y estructura corporales, actividades, y participación social.

Cambios en la estructura y función del organismo producidos por el envejecimiento

Problemas físicos

Los centraremos en los siguientes: la disfunción tiroidea, los trastornos cardiovasculares, la obesidad y los problemas osteoarticulares.

Disfunción tiroidea. Para cuando se llega a la edad adulta, alrededor del 40% desarrollan hipotiroidismo. Si no se trata aparecen síntomas que imitan el declive cognitivo, por lo que se puede confundir con la enfermedad de Alzheimer. Otros síntomas son la reducción de energía, de la movilidad (tienden al sedentarismo), el aumento de peso, el estreñimiento, la bradicardia y la sequedad de la piel.

Trastornos cardiovasculares. En el 46 a 57% de los adultos puede aparecer un prolapso de la válvula mitral Eso aumenta el riesgo de la endocarditis, accidentes cerebrovasculares, prolapso más grave e insuficiencia cardíaca. Puede aparecer sin que haya existido previamente patología cardíaca. De ahí la necesidad de hacer una segunda exploración ecocardiográfica en la adolescencia tardía o inicio de la edad adulta. Los signos precoces del prolapso de la válvula mitral son la fatiga, la irritabilidad, el aumento de peso, la disnea al ejercicio, un tercer ruido cardíaco y estertores bilaterales que no desaparecen con la tos.

Además, los adultos con síndrome de Down pueden tener una menor capacidad cardiovascular. En las pruebas de ejercicio, muestran un menor valor máximo de consumo de oxígeno, menor volumen minuto ventilatorio y menor frecuencia cardíaca. Esta menor capacidad cardiovascular puede deberse a que tienen menor masa magra muscular, o menor fuerza muscular, o a los trastornos tiroideos, o a la hipotonía muscular, o a una menor respuesta del sistema nervioso simpático al ejercicio. Obviamente, esta menor capacidad cardiovascular puede ocasionar restricciones en la participación, relacionada concretamente con un empleo laboral que exija un buen estado físico: están en inferioridad de condiciones frente a otras personas.

Obesidad. Son frecuentes los casos de obesidad en los adultos con síndrome de Down. Puede deberse a un menor metabolismo basal (gastan menos de lo que consumen), a la inactividad física y el sedentarismo, tan frecuentemente observados, el exceso de ingesta calórica en relación con su gasto energético

Trastornos osteoarticulares. Al hilo de su envejecimiento más temprano, los adultos con síndrome de Down pueden desarrollar problemas osteoarticulares que vemos en la población general más anciana. Artropatías, artritis a nivel medio del cuello. Por su hipotonía, pueden desarrollar displasia de la cadera con luxación, pronación de los pies, pies planos y otros problemas del pie: factores todos ellos que dificultan la deambulación y desaniman a la hora de ejercitar la marcha.

Se ha señalado el riesgo de la población con discapacidad intelectual, y concretamente la que tiene síndrome de Down, para desarrollar osteoporosis incluso en la edad adulta temprana (hacia los 35 años). Pueden ser varios los factores causantes: el hipotiroidismo, la menopausia precoz en la mujer, la hipotonía, la menor fuerza muscular y el poco ejercicio muscular. La consecuencia es el mayor riesgo de fracturas, tanto de huesos largos como de vértebras, lo que a su vez restringe la capacidad para el ejercicio físico.

Problemas neurológicos y psiquiátricos

Sin duda, los que más destacan son: la enfermedad de Alzheimer y la depresión psíquica.

Enfermedad de Alzheimer. Casi todos los adultos con síndrome de Down de más de 40 años muestran signos neuropatológicos propios de la enfermedad de Alzheimer. Las tasas de prevalencia aumentan con la edad si bien las cifras oscilan según los diferentes estudios: 0 a 10% entre los 30-39 años, 10 a 25% entre 40 y 49 años, 20 a 55% entre 50 y 59 años, y 30 a 75% entre 60 y 69 años. La menopausia mal controlada o la hipercolesterolemia pueden ser factores agravantes o predisponentes. Se considera que la sobreexpresión del gen de la proteína precursora de amiloide (APP), que se encuentra en el cromosoma 21 y por tanto está triplemente representado en el síndrome de Down, es causa determinante de la aparición precoz de la sustancia β-amiloide, a partir de la cual se desencadena el proceso patológico que termina lesionando el cerebro. Los síntomas que más frecuentemente se encuentran son la pérdida de memoria, la pérdida de peso, un deterioro en la realización de las actividades de la vida diaria y de la comunicación, mayor dependencia, cambios de la personalidad, apatía, crisis epilépticas de aparición tardía, problemas de motilidad y depresión.

Depresión. Aparece en hasta el 30% de los adultos con síndrome de Down, y es el problema de salud mental más acusado. La depresión empeora el funcionamiento habitual, altera el sueño, provoca trastornos de conducta, apatía, cambios de peso. Es preciso saber diferenciar entre depresión, hipotiroidismo y enfermedad de Alzheimer, porque su abordaje terapéutico y su pronóstico van a ser muy diferentes.

Realización de ejercicio físico y síndrome de Down

Presentamos estudios realizados para analizar la influencia del ejercicio físico sobre la osteoporosis, el estado cardiovascular y la fuerza muscular en adultos con SD.

Osteoporosis

¿Puede la actividad física mejorar la densidad de hueso mineral (DHM) en las personas con síndrome de Down? Angelopoulou y col. (2000) observaron una relación positiva entre la fuerza del cuádriceps y la DHM, de lo que deducen que la práctica de un estilo vivo de vida y el ejercicio ayudarán a prevenir el desarrollo de osteoporosis. Otros autores no lo ven tan claro pero afirman que, en cualquier caso, la realización de ejercicio físico sirve para reducir el riesgo de fracturas al mejorar el equilibrio y la estabilidad postural. Por consiguiente, los autores del presente artículo recomiendan que los adultos con síndrome de Down practiquen el ejercicio y la fisioterapia

Buena condición cardiovascular

Una buena condición cardiovascular puede verse comprometida por toda una serie de condiciones como son los pobres hábitos alimenticios, la vida sedentaria, la obesidad en algunos casos, la falta de oportunidades para desarrollar actividades recreativas que incluyan el deporte, la pobre coordinación, o la escasa motivación para realizar actividad física. ¿Puede el ejercicio físico mejorar la condición cardiovascular, hacerla más adecuada? Ahora se disponen de muchos métodos que se pueden practicar sin necesidad casi de salir al exterior: bicicletas, tapices rodantes que obligan a correr, simulación de remo. Un grupo investigador (Varela y col., 2001) estudió la posible eficacia de un programa de “remo” seguido durante 16 semanas por parte de varones con síndrome de Down (media de edad: 21,4 años). No mejoró la utilización máxima de oxígeno, ni la frecuencia cardíaca máxima, ni el volumen minuto respiratorio; pero consiguieron remar y andar distancias más largas, es decir, mejoró su capacidad para el ejercicio. Otro grupo, en cambio, (Tsimaras y col., 2003), a través de un programa aeróbico de jogging en adultos con síndrome de Down de edad media 24,5 años, seguidos muy estrictamente con reforzamiento visual y verbal, apreció mejorías en todos los parámetros fisiológicos incluidos la frecuencia cardíaca y la captación máxima de oxígeno.

Los autores de esta revisión consideran que los adultos jóvenes con síndrome de Down pueden mejorar su estado cardiovascular mediante ejercicios aeróbicos bien diseñados y estrictamente supervisados. La repercusión sobre la mejoría de la captación de oxígeno puede ser fundamental para mejorar su rendimiento en las actividades de la vida ordinaria.

Entrenamiento y mejoría de la fuerza muscular

Estudiaron este efecto Rimmer y col. (2004) en un grupo de 30 adultos con síndrome de Down (media de edad: 38,6 años), que siguieron un programa de entrenamiento de fuerza a razón de 3 sesiones por semana durante 15 a 20 minutos a lo largo de 12 semanas. El grupo experimentó un claro incremento de fuerza muscular cuando se comparó con otro que no había sido entrenado. Parecidos resultados de mejoría de fuerza y equilibrio se han obtenido en otros estudios llevados a cabo en adultos con síndrome de Down, que han realizado programas de entrenamiento de fuerza de diverso carácter (Tsimaras y Fotiadou, 2004).

COMENTARIO

La buena condición física es base de la salud y el bienestar. Y pese a los problemas orgánicos que se dan en las personas con síndrome de Down, y las circunstancias físicas y sociales que con frecuencia limitan sus posibilidades de acción, es preciso tomar en serio su entrenamiento deportivo y su ejercicio físico. Se sentirán mejor, enriquecerá su abanico de actividades y posibilidades, su contacto en grupo con compañeros. Hay algunas experiencias importantes de prácticas de atletismo y alta competición que avalan la conveniencia de estas actividades, pero sin llegar a estos extremos, el deporte y el ejercicio físico debe convertirse en una forma permanente de formación y educación.

Cada familia o grupo de familias debe analizar de qué posibilidades reales dispone en términos de deporte o de gimnasia, aprovechando las oportunidades que le brinda la sociedad: desde la natación a los deportes de equipo, pasando por el esquí, la equitación, las carreras, etc. Es importante empezar desde pequeños. Así será más fácil que se mantengan esas prácticas cuando la persona se haga adulta y, sobre todo, cuando disminuyan los incentivos en edades más maduras, precisamente cuando el organismo inicia su declive y más necesita mantenerse en las mejores condiciones físicas que sea posible.

Angelopoulou N y col. Bone mineral density and muscle strength in young men with mental retardation (with and without Down syndrome). Calcif Tissue Int 2000; 66: 176-80.
Rimmer JH. y col. Improvements in physical fitness in adults with Down syndrome. Am J Ment Retard 2004; 109: 165-74.
Tsimaras VK y Fotiadou EG. Effect of training on the muscle strength and dynamic balance ability of adults with Down syndrome. J Strength Con Res 2004; 18: 343-7.
Tsimaras V. y col. Jog-walk training in cardiorespiratory fitness of adults with Down syndrome. Percept Mot Skills 2003; 96: 1239-51.
Varela AM. Y col. Effects of an aerobic rowing training regimen in young adults with Down syndrome. Am J Ment Retard 2001; 106: 135-44.