Resumen: La conducta social durante el desarrollo de tareas
Noviembre 2001
La conducta social durante el desarrollo de tareas, en los niños con síndrome de Down
Task-Related Social Behavior in Children with Down Syndrome
Connie Kasari y Stephanny F.N. Freeman
American Journal of Mental Retardation, vol 106(3): 253-264, 2001
Resumen
Es posible que los niños con síndrome de Down posean características específicas que los distingan de niños con retraso mental de otro carácter o tipo. A diferencia, por ejemplo, de lo que ocurre con los niños autistas, los niños con síndrome de Down miran durante más tiempo y con más frecuencia a las personas que a los objetos; y también se muestran más positivos en su expresión facial cuando se los compara con niños de su misma edad mental pero sin retraso mental. ¿Es esto algo específico del síndrome?
Por otra parte, debemos preguntarnos cómo repercute esta mayor sociabilidad en su desarrollo en conjunto, y en qué grado puede resultar ventajosa. Porque, por una parte, el mirar a los otros puede proporcionarles pistas adicionales sobre cómo abordar o solucionar los problemas. Pero por otra, el mirar a los demás con frecuencia indica que hay una mayor desviación en la direccionalidad hacia el objeto o tarea, hecho que puede ser negativo porque inhibe la cualidad de la persistencia en la realización de la tarea y en la propia búsqueda interna de soluciones a los problemas. Es una excesiva dependencia de los demás, lo cual reduce su propia iniciativa para aprender a pensar y encontrar soluciones por sí mismos.
En este trabajo, las autoras abordan un estudio sobre el comportamiento social de niños mayores (5 a 12 años) con síndrome de Down durante la realización de tareas escolares, y lo comparan con otros dos grupos de niños de edad mental similar, uno con retraso mental de otra naturaleza, y otro sin retraso mental. Se les propuso trabajar sobre una serie de puzzles, unos claramente solucionables y otros imposibles de resolver. Además, para analizar la dependencia, se añadió la situación en la que la maestra se sentaba al lado del niño con otro puzzle idéntico y lo iban haciendo simultáneamente de forma paralela (test de dependencia).
Sus resultados demuestran que los alumnos con síndrome de Down mostraron mayor conducta social que los demás niños sin síndrome de Down, medida en el número de veces que buscaban orientación durante la tarea cognitiva de resolución de problemas. Su mirada, además, se dirigía más hacia la cara de la maestra que hacia el puzzle que estuviera también ella resolviendo. Esta conducta confirma lo que ya se había demostrado en niños más pequeños con síndrome de Down, lo que significa que es una forma de conducta que se mantiene a lo largo del desarrollo y persiste en el comienzo de la juventud. Las miradas a la maestra fueron menores para los puzzles que eran solucionables que para los que no tenían solución, lo cual significa que poseen una buena capacidad adaptativa en función del éxito que consiguen.
En el test de dependencia (alumno y maestra haciendo puzzles idénticos), los niños con síndrome de Down miraban más a la cara de la maestra que al puzzle que la maestra trataba de solucionar, mientras que los niños de los otros dos grupos (normales o con deficiencia que no era debida al síndrome de Down) miraban más al puzzle de la maestra intentando encontrar la solución, que a su cara. Se considera que, aunque en ambos casos existe un problema de dependencia para la resolución de problemas, el mirar a la cara en lugar de al puzzle es una conducta menos específica y menos práctica para resolver tareas. De hecho, en el test de dependencia los niños con síndrome de Down tardaron más tiempo en resolver el puzzle que los demás.
Las autoras no se atreven a afirmar que ésta sea una conducta auténticamente específica del síndrome de Down, mientras no se hagan estudios comparados con otros síndromes de deficiencia mental también específicos.
Comentario
Este estudio muestra algunos de los puntos débiles y fuertes que pueden tener los niños con síndrome de Down, y que quizá sean aplicables a edades mayores. Y sirvan para mejorar la formas de intervención. Confirma algo que se ha descrito varias veces: su buena capacidad de contacto social. Esto es claramente positivo por cuanto facilita el vínculo entre padres e hijo, facilita su integración tanto en los ambientes escolares como en las relaciones familiares y sociales, incluso en ambientes que inicialmente pueden ser nuevos o extraños para el niño.
Pero al mismo tiempo, el abuso de esta cualidad puede dificultar el esfuerzo que han de realizar para tratar de ir pensando por sí mismos, para resolver problemas con creciente dificultad, ya que parecen recurrir de manera exagerada y poco efectiva a que sean otros los que les resuelvan los problemas. Esto puede resultar un factor negativo que limite su progreso en la capacidad de aprender por sí mismos.
La conclusión que debemos obtener, tanto los profesionales como los padres, es que hemos de canalizar esa sociabilidad en la dirección apropiada. Esa sociabilidad puede facilitar la atención y la motivación, que son cualidades de enorme importancia para iniciar y mantener el proceso de aprendizaje. Y a partir de ellas, trataremos de intervenir para que sean ellos mismos quienes, poco a poco, vayan aprendiendo a resolver los problemas.