Editorial: Adquirir fondo para la carrera de toda una vida

Diciembre 2001
Adquirir fondo para la carrera de toda una vida

Cuando un adulto decide, de un día para otro, convertirse "en un hombre/mujer nuevo/a", muchas de sus prioridades en ese sentido se dirigen a la adquisición de una buena disciplina de vida, un orden, un horario, una determinada comida y, en definitiva, una larga lista de cuidados encaminados a mejorar su existencia en mente y salud.

Es muy común que, sin más, se lance a la calle un día -coincide con un primero de mes- y empiece por hacer "jogging" a las 8 de la mañana hasta acabar exhausto, desayunar cereales, dejar de beber alcohol y abandonar juergas periódicas para convertirlas en esporádicas.

Los resultados y la realidad, en un alto porcentaje, suele ser que, al día siguiente del propósito de enmienda, tenga unas penosas agujetas que les induce a aplazar la carrera para otro día, ir por la tarde al bar a tomar una copa con los amigos y -eso sí-hablarles de su cambio de vida, con la cajetilla de cigarrillos en mano y un par de whiskys para que su relato sea explícito y claro.

Al cuarto día lo vuelve a intentar pero, antes de ponerse la ropa deportiva, algo en su doblegado interior les dice que aquello no es lo suyo, que no es el momento más adecuado, y que -mirándose al espejo- en realidad "estoy estupendo".

Todo esfuerzo es esfuerzo y, como tal, implica abnegación, constancia, orden, disciplina, en fin -lo dicho antes- añadiendo el apellido "para siempre". Porque de nada sirven las horas de forzar cambios si un día decidimos aflojarlos, y con ello no nos referimos a un mal momento sino a un "total para qué".

Aunque la introducción al mensaje haya sido extensa piensen Vds. ahora en sus hijos con síndrome de Down.

Primero son bebés y ahí lo damos todo, cuando ya hemos conseguido nosotros mismos darnos un respiro.

Luego son pequeños y seguimos peleando por el deseo de arrancarles sus primeras palabras, la alegría de sus sonrisas y sus primeras demandas.

De repente empezamos a verles crecer. Sus rasgos se acentúan y, aunque también lo hacen sus virtudes, a nosotros nos cuesta más encontrarlas. Empiezan los colegios de integración o de educación especial y con ellos nuestra primera gran decisión: "¿qué hacer?". El primero nos obligará a seguir encima, el segundo podría parecer un rendimiento a la facilidad y al pensamiento del: "son así y deben estar entre sus mismos", o "nunca podré cambiar lo que ya es".

El nudo se va aflojando con los años y, cuando se vislumbran los pelos en las piernas, el acné y las particulares adolescencias, nos da la impresión de que nos llega la mítica tercera edad en la constancia, la paciencia, el tesón, la lucha y la inquietud por seguir buscando sus propias capacidades, su "más a más", su seguir formándose, y, en definitiva, su también mítica independencia.

Y no es así. No debe ser así porque esto es una carrera de fondo y de forma. En el fondo se asientan los posos de la primera educación y de ellos se va dando forma a su permanente formación futura.

Me atrevería a asegurar que llegará un tiempo donde casi no habrá vallas que saltar por ellos, si ellos mismos están preparados para sortearlas. Y estamos bien seguros que muchas serán difíciles -también lo son para nosotros- pero otras miles podrán manejarlas ellos con una voluntad educada, con un esfuerzo aprendido y una preparación inculcada.

Aunque de las virtudes la más dura es la constancia, pues implica insistencia y perseverancia eterna, de los placeres el mayor es la satisfacción; esa que sentimos cuando podemos decirnos y decir: "Qué bien lo he hecho y qué bien lo está haciendo".

Eso lo da el fondo que se adquiere con los años para una carrera que dura una vida.