Editorial: ¿Enredadores? ¿Obstinados?
Para nosotros es ya habitual que nuestros hijos con síndrome de Down gocen de las mismas experiencias vitales que el resto de sus hermanos o de sus compañeros. Se encuentran integrados en las actividades de la vida familiar, entran ya a formar parte de las guarderías y jardines de infancia, de las escuelas integradas, de las diversas actividades comunitarias y, cada vez más frecuentemente, terminan por trabajar en el mundo laboral ordinario.
Pero nos preocupa que no pocas veces, el éxito en estos ambientes se vea dificultado por la aparición de lo que suelen llamarse conductas conflictivas o problemáticas; son conductas que perturban o alteran el ambiente y dificultan la convivencia. A veces son de carácter leve (“son niños”, nos apresuramos a explicar), pero otras veces son conductas que entorpecen más seriamente la convivencia y se manifiestan en forma de inatención persistente, retraimiento, desobediencia y rebeldía (los llamamos tercos y obstinados), o muestran conductas compulsivas (agarrar objetos, repetir constantemente ciertas acciones), pobre conducta social… Son conductas que quizá hemos visto en otros hijos o alumnos, pero que en el caso de los niños con síndrome de Down parecen acentuarse y prolongarse. Incluso, el hecho de que estas conductas se inicien pronto y se expresen con más claridad en ellos, ha inducido a que sean consideradas como parte integrante de su fenotipo conductual, es decir, algo típico de la conducta de una persona con síndrome de Down.
No actuar sobre este tipo de conductas, o hacerlo torpemente, es hacer un flaco favor a nuestro hijo. En el primer caso, porque no son conductas que desaparecen espontáneamente; y en el segundo, porque las agravamos y creamos reacciones más conflictivas todavía.
La buena noticia es que existen cada vez más estudios empíricos que demuestran la eficacia de técnicas basadas en la conducta para abordar estas situaciones. Lo curioso es que muy pocas veces se han publicado estas técnicas dirigidas concretamente a los niños pequeños con síndrome de Down. En los últimos años, algunos profesionales han utilizado con éxito procedimientos de intervención basada en la conducta, dirigidos a modificar la conducta problemática de los niños con síndrome de Down demostrando que han sido capaces de reducir de forma sustancial la intensidad con que los niños se embarcaban en tipos concretos de esta conducta. Indefectiblemente, su grado de integración mejora y la convivencia se enriquece.
Las estrategias de intervención tienen en cuenta alguna de estas consideraciones:
- ¿cómo se desarrolla el suceso o conducta y cuáles son sus antecedentes? ¿cómo los podemos prevenir, o evitar, o actuar en función de esos antecedentes?
- ¿cómo se puede sustituir una actuación por otra no conflictiva, teniendo en cuenta sus habilidades?
- ¿cómo reforzar positivamente en ellos el esfuerzo que han de realizar para sustituir o realizar la conducta que deseamos?
Es importante que nos familiaricemos un poco con este tipo de intervenciones, y que las apliquemos desde la edad más temprana, con el fin de soslayar las consecuencias negativas asociadas a estas conductas que, por desgracia, se desarrollan ya en la infancia y en la niñez. Cuanto antes las apliquemos y lo hagamos de manera prácticamente sistemática, nos aseguramos de que la conducta conflictiva no forme parte del repertorio habitual del niño. A veces podemos encontrar la solución de manera casi intuitiva; pero es mejor que nos dejemos guiar por quienes, con su experiencia, han experimentado las mejores soluciones.
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