Discriminación signos faciales en bebés síndrome de Down

Discriminación signos faciales en bebés síndrome de Down

Fernando Carvajal y Jaime Iglesias
Developmental Psychobiology 48: 644-652, 2006


RESUMEN

Planteamiento y objetivos

Se acepta que las expresiones faciales y vocales de las emociones básicas que producen los bebés favorecen su comunicación con los adultos y constituyen uno de los pilares sobre los que se fundamenta el proceso de la socialización. Dada la importancia potencial de mejorar el desarrollo sociocognitivo de los niños con síndrome de Down antes de que se acentúen las diferencias de inteligencia entre ellos y los bebés con desarrollo normal, se hace preciso identificar, ya desde los primeros meses de vida, de qué manera las características fenotípicas específicas de los bebés con síndrome de Down afectan la comunicación social y, en particular, la capacidad discriminadora de los adultos sobre sus expresiones emocionales.

Sabemos que el patrón de desarrollo de la expresión emocional es idéntico en bebés con y sin síndrome de Down. Pero se han descrito algunas alteraciones en los que lo tienen, debido en parte a la hipotonía muscular generalizada. En cuanto a la expresión facial de las expresiones, muestran las mismas expresiones y en la misma secuencia de desarrollo, aunque con cierto retraso en el momento de su aparición, así como con menos frecuencia, duración e intensidad. También, y al igual que los demás niños, las expresiones de emoción en los bebés con síndrome de Down muestran sincronía con las de sus madres, al menos a partir del tercer mes del nacimiento.

En cuanto a la conducta emocional verbal o vocal, varios estudios han demostrado que las vocalizaciones del bebé clasificadas por las madres como signos de emoción muestran patrones acústicos distintivos; y se ha sugerido que, en esta conducta, existen mayores diferencias entre los bebés con y sin síndrome de Down que las que se aprecian en la expresión facial. Sabemos, por ejemplo, que mientras que la duración total de vocalización de los bebés con desarrollo normal alcanza el máximo hacia los 4 meses, el de los bebés con síndrome de Down lo alcanza hacia los 6, y que estas vocalizaciones guardan menos sincronía con la actividad de madre. También los rasgos en los bebés con síndrome de Down pueden ser diferentes: la sonrisa es frecuentemente muda. La cuestión está, pues, en saber hasta dónde las expresiones vocales de los bebés con síndrome de Down puedan tener un significado expresivo independiente de la expresión facial a la que acompañan.

El presente estudio trata de ver en qué grado las expresiones de las emociones de los bebés con síndrome de Down pueden afectar a las discriminaciones de juicio realizadas por los adultos. Y en cada caso se trata de ver el peso relativo de los signos expresivos faciales y vocales de la emoción. Para ello se establecieron tres condiciones diferentes: la presentación de sólo estímulos faciales, la presentación de sólo estímulos vocales, y la presentación conjunta de expresiones faciales y vocalizaciones. Se valoraron tres formas de expresión: la neutra, la de alegría y la de enfado, dado que son las que se dan con mayor frecuencia en las interacciones precoces entre madre e hijo, y sus signos faciales y vocales se encuentran bien caracterizados. El estudio se realizó en 11 bebés que fueron sometidos a los estímulos expresivos faciales y/o vocales de sus madres. Las expresiones de alegría se analizaron en 4 bebés pequeños de edad entre 3,6 y 4,4 meses; las de enfado y las neutras en bebés de más de 6,5 meses.

Los adultos que discriminaron las respuestas emocionales y sus signos faciales y vocales fueron adultos, estudiantes de universidad de edad entre 18 y 26 años. Su tarea consistió en seleccionar cuál de las siguientes emociones básicas era la que mejor definía el estímulo observado: alegría, tristeza, enfado, miedo, sorpresa, expresión neutra.

Resultados y conclusiones

En conjunto, las expresiones de los bebés con síndrome de Down fueron menos legibles o detectables que las de los otros niños. En este estudio, las mayores diferencias se dieron principalmente en las expresiones emocionales de alegría de los bebés pequeños (3,5-4,5 meses). En particular, debe notarse que los observadores no fueron capaces de identificar las vocalizaciones de alegría en estos bebés pequeños con síndrome de Down, recibiendo incluso valores inferiores a los dados para vocalizaciones neutras.

En relación con la expresión facial de alegría, para edades entre 3,8 y 4,4 meses la intensidad fue similar en los niños con y sin síndrome de Down. No obstante, en el caso de la expresión facial de alegría en los niños con desarrollo normal, y a diferencia de lo que ocurría en los bebés con síndrome de Down, la presencia adicional de vocalizaciones hizo que la emoción fuera considerada más intensa que cuando sólo se expresaba facialmente. Parece, pues, que en los bebés pequeños, las vocalizaciones pueden ser útiles para subrayar el mensaje que desean transmitir con su expresión facial de alegría; pero esto sólo se da en los casos de desarrollo normal. Por consiguiente, consideramos que, en el caso de la alegría mostrada por los bebés con síndrome de Down, la expresión facial –y no la vocalización– debe ser considerada como signo específico que han de utilizar los adultos para determinar el estado afectivo del bebé. En otras palabras, no han de esperar a que exprese su sentimiento de alegría con vocalizaciones.

En cuanto a las expresiones neutras y de enfado observadas en los bebés mayores, los observadores identificaron más acertadamente las expresiones faciales que las vocalizaciones. Y esto ocurrió tanto en los de desarrollo normal como en los que tenían síndrome de Down.

Lo que no podemos saber de este estudio es en qué grado la situación afectiva del observador –un observador neutro o un observador relacionado con el bebé, por ejemplo la madre– mejora la capacidad de discriminar y juzgar la respuesta afectiva a un estímulo. En cualquier caso, debe destacarse que el éxito en la comunicación afectiva entre un adulto y un bebé depende en gran parte del modo en que el adulto reconoce las señales emitidas por el bebé. Si tenemos en cuenta que los niños que emiten más vocalizaciones positivas son los que reciben más retroalimentación verbal y, por tanto, mayor estimulación, consideramos especialmente preocupante que las vocalizaciones de los bebés pequeños con síndrome de Down no fueran identificadas por los observadores inexpertos de este estudio.

Por tanto, consideramos necesario que los adultos aprendan a interpretar correctamente las “pistas” vocales que proporcionan los bebés con síndrome de Down, para facilitar respuestas apropiadas de retroalimentación en las interacciones cara-a-cara. Y esto desde las etapas más precoces del desarrollo, como medio de optimizar el desarrollo sociocognitivo de los bebés con síndrome de Down.

COMENTARIO

El estudio pone de manifiesto muy claramente las consecuencias que el retraso en el desarrollo de expresión verbal, signo característico del síndrome de Down, puede tener incluso en las experiencias afectivas madre-hijo durante los primeros meses. El primer y más importante ejercicio de intervención precoz para un bebé con síndrome de Down es el ejercicio interactivo entre la expresión facial y vocal de la madre y la respuesta evocada en el niño. Sin duda, si la respuesta es buena y rápida, la madre se siente estimulada, y continúa y mantiene durante largos ratos la positiva interacción. Por el contrario, falta de respuestas suficientemente expresivas puede retraer la iniciativa de la madre o de otras personas, con la consiguiente pérdida de oportunidades para el desarrollo.

Es importante que los profesionales de la atención temprana, en sus charlas y orientaciones a los padres de los bebés con síndrome de Down, insistan en estos conceptos y realidades. Como el presente estudio indica, puede que los signos emitidos por el bebé no sean lo suficientemente explícitos. No importa. Con independencia de ello, los padres y demás personas que atienden al bebé han de seguir emitiendo estímulos y promoviendo respuestas, hasta conseguir que poco a poco sean cada vez más intensas e, incluso, vocales.

Aunque no abordado de manera directa, el estudio nos sirve también para recordar lo que el Prof. Rondal ha señalado recientemente sobre el desarrollo prelingüístico de los bebés con síndrome de Down durante su primer año: Si el desarrollo prelingüístico, como ahora se admite, es un requisito previo a la adquisición del lenguaje, es enormemente importante estudiarlo en los niños con síndrome de Down, y quizá tratar de intervenir ya en esta etapa (Rondal 2006: http://www.downcantabria.com/revistapdf/91/rondal.pdf). El estudio indica la menor reactividad vocal, razón de más para estimularla de manera definida.