Patrones de actividad física en niños con y sin síndrome de Down
Melicia C. Whitt-Glover, Kristen L. O’Neill, Nicolas Stettler
Pediatric Rehabilitation 9(2): 158-164, 2006
RESUMEN
Objetivos y métodos
Es bien conocido que los niños con síndrome de Down muestran con frecuencia retraso en la aparición de la marcha, como consecuencia del retraso en el desarrollo de la motricidad gruesa y de la aparición de patrones anómalos compensatorios del movimiento debido a problemas de los pies, tobillos, rodillas o caderas. A ello puede sumarse la hipotonía y la menor fuerza muscular. Si no se afrontan a tiempo y debidamente estos problemas, a la larga van a limitar o impedir seriamente que los niños, adolescentes, jóvenes y adultos con síndrome de Down se introduzcan y realicen de forma sistemática ejercicios físicos que son necesarios para estar en forma y recibir una buena sensación del estado corporal.
Se recomienda que los niños en general, para estar en un buen estado de forma, realicen actividad física de intensidad moderada entre 30 y 60 minutos la mayor parte de los días. El documento “Gente Sana 2010”, del Gobierno estadounidense, pretende que aumente la proporción de adolescentes que ejecuten actividad física de grado intenso, capaz de promover un buen estado cardiorrespiratorio, tres o más días a la semana durante 20 minutos o más por sesión.
Sabemos poco sobre el nivel de actividad física que realizan de modo regular los niños con síndrome de Down, en qué se distingue del resto de los niños, y qué impacto pueda ejercer sobre su estado de salud. El presente estudio se ha realizado en una población de 36 familias del área de Philadelphia (USA), dentro de un amplio proyecto sobre nutrición y crecimiento de los niños con síndrome de Down. De este proyecto se extraen los datos referidos a los patrones de actividad física, comparando la actividad realizada por los niños con síndrome de Down con la de sus hermanos.
Las condiciones del estudio fueron estrictas: 1) la edad de los niños fue de 3-10 años (prepuberal); 2) no debían tener antecedentes de cardiopatía, problemas gastroenterológicos que hubiesen requerido intervención quirúrgica, leucemia o hipotiroidismo que necesitara tratamiento; 3) el índice de masa corporal debía estar entre el 5º y el 95 percentil para su edad y sexo, de acuerdo con las curvas de crecimiento.
La actividad física fue medida mediante un aparatito llamado Actitrac, que fue llevado por los niños durante siete días consecutivos en la cintura, sujeto a un cinturón o dentro de un estuche. Debían llevarlo permanentemente mientras estuviesen despiertos. El aparato mide la actividad en unidades de aceleración, en intervalos de 30 segundos, y los datos quedan permanentemente registrados. Contiene un sensor acelerómetro piezoeléctrico biaxial que registra el movimiento físico en dos planos; la actividad es captada a la velocidad de 40 veces por segundo y transformada en términos de cuentas de actividad (es decir, unidades de aceleración) en intervalos de 30 segundos.
Los datos o cuentas de actividad registrados durante 30 segundos fueron transformados en actividad con arreglo al siguiente criterio:
- Inactividad = 0 cuentas
- Actividad física de intensidad baja: 1-28 cuentas
- Actividad física de intensidad moderada (AFM): 29-94 cuentas
- Actividad física de intensidad alta o vigorosa (AFV): igual a, ó más de, 95 cuentas.
Se combinaron también las AFM y AFV para determinar la participación diaria en actividad física de intensidad moderada y vigorosa (AFMV = 29 cuentas). Se definió el ‘acceso de actividad’ cuando el recuento de actividad en el intervalo de 30 segundos alcanzó el umbral para la AFM, AFV o AFMV, y terminaba cuando el recuento descendía por debajo del umbral durante más de 5 minutos (a veces, los niños interrumpen el esfuerzo físico en un juego porque han de atarse el cordón de un zapato, o ir al retrete, etc.).
Resultados y discusión
El grupo de niños con síndrome de Down estuvo formado por 28 niños y el de sus hermanos por 30. En conjunto y en comparación con sus hermanos, los niños con síndrome de Down eran más jóvenes (media de 6,6 años frente 7,1 años), eran más bajos (109,2 cm frente a 126,7 cm), pesaban menos (22,4 kg frente a 27,6 kg), pero su índice de masa corporal, calculada en función de la talla y el peso para su edad y sexo, era mayor: 18,4 kg m2 frente a 16,7 kg m2.
El conjunto de los niños que participaron en el estudio acumularon 2,5 horas/día en la AFM y 59 minutos/día en la AFV, lo cual concuerda con las actuales recomendaciones sobre actividad física en niños.
Los niños con síndrome de Down acumularon menos actividad física de intensidad vigorosa en comparación con sus hermanos (49,5 min/día frente a 68,6 min/día; p = 0,04), y además fue por períodos más cortos (2,5 min/período frente a 5,1 min/período), pero pasaron un tiempo similar en la actividad física moderada y baja. Cuando se ajustaron los análisis para la edad, sexo e índice de masa corporal, los resultados fueron similares.
Este es el primer estudio en que se ha cuantificado de forma objetiva los patrones de actividad física de niños con síndrome de Down. El estudio demuestra que los patrones de actividad moderada alcanzan valores similares a los de sus hermanos, mientras que lo alta intensidad son algo menores y pueden ser inferiores a los recomendados. Dado que los niños con síndrome de Down tiene una tendencia mayor a desarrollar obesidad, que se inicia a esta edad, ha de tenerse como objetivo el programar y mantener ejercicios que sean de intensidad alta. Si existen problemas relacionados ciertos ejercicios (dificultades en el pisar, por ejemplo), existen muchos otros ejercicios que se pueden programar, especialmente los acuáticos.
COMENTARIO
Ya los propios autores de este estudio llaman la atención sobre sus limitaciones: el grupo poblacional (familias de clase media, educación, etc.), las restricciones en la selección (téngase presente que muchos niños con síndrome de Down entran precisamente dentro de esas condiciones de salud que impedían participar en el estudio). De ahí que en la realidad y teniendo en cuenta toda la población con síndrome de Down, los resultados pueden sobre-estimar lo que de verdad ocurre en la actividad física. De ahí la necesidad de incorporar con toda seriedad y rigor programas diarios de intensidad física moderada y alta; no hace falta que sean de larga duración pero sí que se desarrollen con constancia. Los ejercicios han de ser motivadores, mejor en grupo que solos porque eso les motiva más. Y ajustados a sus posibilidades físicas.