Editorial: ¿Qué nos deparará 2006?
Se funden de forma casi imperceptible los días ruidosos, cargados de luces, regalos, afectos y recuerdos de nuestra actual Navidad con el comienzo de un año nuevo en el que, casi sin querer, brota el deseo, la promesa, el objetivo nuevo.
¿Qué nos deparará 2006? ¿Cómo iremos incorporando el azar en nuestra existencia? El azar es absolutamente esencial en nuestra vida humana; pero cuando a la vida le damos un sentido y elaboramos un proyecto, el azar es acogido, es absorbido, es asimilado y acaba por ser lo más nuestro, lo más profundo y auténtico.
Hay quien dijo que no hay Navidad real si uno no se hace navidad y trata de ofrecerla el resto del año. Cualesquiera que sean el sentimiento y el sentido con que hayamos contemplado y vivido la realidad de la navidad recién transcurrida, no podemos dejar que se agosten y difuminen la riqueza humana y el mensaje que encierra, arrastrados por la presión de una vida frenética que nos agobia.
En nuestras vidas entró una persona con síndrome de Down y nos las cambió. Sin dejar de ser lo que somos y como somos, tenemos conciencia de que todo sigue siendo igual pero distinto. Nuestro hijo, nuestro alumno, nos ha dado una nueva perspectiva, nos ha hecho utilizar recursos propios que permanecían aletargados, ha conseguido que floreciera en nosotros la parte más exquisitamente humana de nuestro ser. No sin dolor, todo hay que decirlo. Porque a veces hemos de pagar un precio muy alto. Su vida y la nuestra quedan ya tan irremisiblemente fundidas que a veces hasta nos confundimos: cuánto de ella hay en la mía, cuanto de la mía hay en la suya.
¿Qué nos resta por hacer, ahora? ¿Será mucho pedir que sigamos ofreciendo la navidad de nuestra vida a quien la quiera recibir? El valor de la donación, de la gratuidad, de la entrega a las personas que a nuestro alrededor nos necesitan, es ya un valor que, aunque propio, no nos lo podemos adjudicar y, aún menos, esconder. El mundo de la discapacidad es inabarcable por la extensión de sus problemas, por la riqueza de sus contenidos, por la dureza con que a veces golpea a las personas. Es un mundo que solicita y exige a gritos el concurso, la imaginación y la acción de cuantos individuos tienen algo que aportar.
Por eso es bueno que, en la alborada de 2006, nos preguntemos de forma madura y responsable con cuánto de nuestra experiencia vivida cada día y enriquecida en la intimidad de esta navidad nuestra, podemos y debemos contribuir a transformar las carencias en riquezas, el abandono en acogida, la ignorancia en conocimiento, la despreocupación en interés, la desidia en acción.
Quizá debamos cambiar el sentido de nuestra pregunta inicial. ¿Qué vamos a aportar cada uno de nosotros al año 2006?