La coordinación motora en el síndrome de Down
La coordinación de los dedos en las personas con síndrome de Down: patrones atípicos de coordinación y resultados obtenidos mediante el entrenamiento
Mark L. Latash, Ning Kang, David Patterson
Experimental Brain Research, 146: 345-355, 2002
RESUMEN
Objetivos
Uno de los problemas que muestran las personas con síndrome de Down es el de la coordinación de los movimientos, tanto de motricidad gruesa (tronco extremidades) como fina (manipulación manual). Con frecuencia, un observador externo califica a sus movimientos como “torpes” o “toscos”. Es característica la lentitud, tanto en lo que se refiere al tiempo que tardan en iniciar la respuesta a un estímulo como al que tardan en realizar una tarea. Es frecuente también que muestren el fenómeno llamado de co-contracción, que consiste en la contracción simultánea de grupos musculares que actúan en dirección opuesta, con lo que la articulación se mantiene rígida y no se mueve. Eso ocasiona una aparente y paradójica hipertonía articular que entorpece el movimiento fluido, y que contrasta con las bien conocidas hiperlaxitud de ligamentos articulares e hipotonía muscular propias del síndrome de Down.
La coordinación de los dedos en los movimientos de manos, como son el tomar y manipular los objetos, exige la acción sinérgica de múltiples músculos. Esta acción muestra una serie de características: 1) cada dedo aporta, o contribuye con, una determinada cantidad de fuerza a la fuerza total requerida; 2) un dedo produce más fuerza cuando actúa solo que cuando actúa junto con otros; 3) la producción de fuerza en un dedo “arrastra” a otros dedos a producirla también de modo involuntario.
No sabemos con exactitud a qué se debe esa torpeza de movimientos que solemos ver en las personas con síndrome de Down. Muchos lo relacionan con el menor tamaño y desarrollo del cerebelo. El objetivo de este estudio ha sido identificar las diferencias que existen en las características de la coordinación de los dedos entre las personas con síndrome de Down y un grupo control durante la realización de pruebas de máxima producción de fuerza y durante la producción de perfiles de fuerza que varían con el tiempo. Y es que las tareas motoras cotidianas requieren tanto el control individual de los dedos como el control de la actividad sinérgica entre ellos. Se ha propuesto que las personas con síndrome de Down prefieren reducir la independencia de cada dedo si con ello aseguran mejor el resultado final del movimiento, aunque sea a costa de una menor eficacia. El presente estudio analiza este tipo de interacción. Intenta también ver cómo la práctica consigue mejorar los índices de coordinación entre los dedos, en tareas que requieren control de los dedos por separado y en tareas que requieren la producción de fuerza ejercida por grupos de dedos. Por último, analiza qué método consigue mejorar más la coordinación: si ejercicios de una sola tarea o ejercicios con varias tareas.
Métodos y resultados
El trabajo se realizó en 16 personas con síndrome de Down y otras 16 del grupo control (6 varones y 6 mujeres con grupo) de 16 años de edad. Se utilizó su mano dominante, y se ajustaron a los dedos unos sensores de fuerza que registraban la fuerza ejercida; cada individuo podía seguir en una pantalla el grado de fuerza desarrollada. En los experimentos en los que se medía la fuerza máxima producida, la pantalla mostraba los trazos correspondientes a la fuerza ejercida por cada dedo; y cuando se pedía que desarrollaran la fuerza por varios dedos, aparecía la suma total de fuerzas desarrolladas. En los experimentos en los que había que ir aumentando gradualmente la fuerza, se mostraba en pantalla una línea inclinada a modo de rampa, a la que debía ajustarse lo mejor posible el desarrollo de fuerza que el individuo aplicaba gradualmente con los dedos.
Todos los participantes realizaron los siguientes tests: 1) producción de fuerza máxima conseguido con cada dedo de manera independiente (índice, corazón, anular y meñique); 2) fuerza conjunta de dedos índice + corazón, y conjunta con los cuatro dedos; 3) desarrollo creciente de fuerza siguiendo la rampa observada en pantalla, bien con los dedos índice + corazón o con los cuatro dedos.
Tras la realización de los tests basales, los jóvenes con síndrome de Down se sometieron una sesión diaria de repetición de los tests durante 4 días como entrenamiento, y se computó los valores obtenidos el último día, para compararlos con los del primer día.
Antes de someterse a entrenamiento, los participantes con síndrome de Down mostraron una menor capacidad para controlar sus dedos, tanto cuando actuaban de manera independiente como conjunta. Fueron menores las producciones de fuerza máxima desarrollada por cada dedo independiente, y cometieron mayor número de errores en las tareas que requerían precisión para aplicar la fuerza.
Cuando debían aplicar fuerza conjuntamente con varios dedos, la aplicación con un dedo no se acompañaba de la debida reducción de fuerza en el otro, lo que indica menor grado de coordinación. Igualmente, la producción de fuerza en un dedo aumentaba cuando el ejercicio en este dedo se acompañaba de producción de fuerza con otro, al revés de lo que sucede normalmente, lo que indica también una peor coordinación.
En las tareas de producción creciente de fuerza, ajustada a lo indicado en la línea inclinada en forma de rampa, mostraron también desajustes en la aplicación de la fuerza.
El entrenamiento realizado durante tres días consecutivos mejoró todos los parámetros. Esta mejoría fue mayor cuando los jóvenes realizaron entrenamientos aplicados a todos los tipos de tareas frente a los que sólo se entrenaron en una único tipo de tarea (ajuste a la línea inclinada).
COMENTARIO
Este estudio identifica muy bien los problemas que con frecuencia se observan en la manipulación manual de las personas con síndrome de Down. Ejercen menos fuerza, su aplicación de fuerza con los dedos no sigue los patrones establecidos, y menos aún cuando la aplicación de fuerza con un dedo ha de coordinarse con la de otros dedos. Esto puede deberse a una programación defectuosa desde los centros nerviosos que planifican la ejecución de un determinado movimiento, y a una inferior regulación en la aplicación de fuerzas cuando hay que coordinarlas entre diversos dedos.
A ello debe sumarse la distinta morfología de la mano, en especial el tamaño de los dedos, que les obliga a cambiar la selección que hacen de los dedos para realizar determinadas tareas (por ejemplo, la “pinza”). Debe considerarse también su capacidad para adaptar automáticamente la aplicación de fuerza, primando la seguridad de conseguir el resultado final del ejercicio propuesto sobre la rapidez de su ejecución.
Cuando, además de los dedos, hay que controlar toda la mano y el brazo, es lógico que las dificultades de coordinación se sumen, como es el caso de la escritura en la que no sólo han de desarrollar fuerza para retener y apretar el lápiz, sino que han de aplicarla con arreglo a unos patrones determinados para trazar las letras, y han de saber inhibir los movimientos de su mano y su brazo para mantenerse entre unos límites prefijados.
El trabajo, por otra parte, es optimista por cuanto demuestra la eficacia del entrenamiento y cómo la repetición de tareas consigue mejoras: no sólo de las tareas específicamente entrenadas sino de otras que se hayan de realizar.
Por consiguiente, los padres y educadores han de saber las dificultades con que han de contar inicialmente en muchas tareas manipulativas (atarse los botones, colocar objetos, hacer un lazo, pintar y escribir sin salirse, seguir unas líneas, usar los cubiertos, hacer un paquete, poner sellos en el sitio exacto, poner la mesa con detalle, etc.). Pero han de estar seguros también que la aplicación paciente y constante de los ejercicios consigue los resultados deseados.