Artículo Profesional Una integración asexuada
UNA INTEGRACIÓN ASEXUADA
Beatriz Gómez-Jordana Moya
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“Estos chicos/as tienen una sexualidad exacerbada… qué te voy a decir”.
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“Es que desarrollan una hipersexualidad que hay que enseñarles a dominar”
No hace mucho tiempo expuse al profesor Enrique Rojas, en una carta, la sutileza con la que habría que acometer públicamente ciertos temas, de los que tan airosos hablan los profesionales como si de su boca salieran dogmas datados con pruebas numéricas.
Mi carrera de Periodismo y mi propio interés en materia de filosofía, educación especial y comportamientos del cerebro humano en personas con discapacidad mental, no me dan los créditos suficientes para sentar cátedra sobre determinadas conductas; pero sí para dar una tregua a quienes no se toman las cosas “al pie de la letra” y en ocasiones se guían por la intuición. Entonces hablábamos de la felicidad como algo inherente a la inteligencia, que yo consideraba innata en el ser humano, si bien necesitada de herramientas o instrumentos para llevarla al mejor estado de los posibles. (EL MUNDO, 4 dic. 2009)
Esas “herramientas” o “instrumentos”, como también los llamaba el profesor Rojas, eran, a mi juicio (que no al suyo), producto única y exclusivamente del aprendizaje; aptitudes susceptibles de ser, primero, aprendidas y, luego, aprehendidas por el individuo si tiene la fortuna de tener buenos profesores en la vida y de la Vida.
Partiendo de esta particular visión de la inteligencia humana, del sentido del aprendizaje y del sentido común, querría entrar de lleno en el manido –y falso, según los verdaderos expertos– tópico de la hipersexualidad de las personas con síndrome del Down, con la esperanza de que varios especialistas entren a debatir con nosotros, los padres, y nos brinden suficientes argumentos tangibles que nos indiquen algo más sensato y prosaico que la manida frase:
- “Estos chicos/as tienen una sexualidad exacerbada… qué te voy a decir”.
Durante los dos últimos años he estado estudiando atentamente la fase preadolescente en la que se inicia mi hija con síndrome de Down, estableciendo comparaciones detalladas con patrones precedentes en su mismo tramo de edad y circunstancia.
Por un lado he empleado la fidelidad en el ejemplo de mis otros tres hijos cuando atravesaron la misma etapa a sus respectivas edades. Actualmente tienen 24, 22 y 19 años, y 13 años va a cumplir la pequeña con síndrome de Down.
A esos tres modelos comparativos he añadido un total de otras 12 conversaciones más, establecidas con chavales y chicas de entre 11 y 13 años (hermanos/as de amigos de mis hijos), escrutando el máximo que la confianza, el cariño y haberlos vistos crecer pueden ofrecerme como garantía de estudio.
He podido obtener respuestas no concluyentes pero, cuanto menos, reflexivas que me invitan a realizar el siguiente cuadro “hipotético” como raíz para establecer el debate:
Lugar donde se desarrolla la acción
Clase de 1º de la ESO en colegio de integración
Grupo: 1-A
Número de grupos: 1-A, 1-B, 1-C, 1-D
Número de alumnos por cada clase: 28
Número de alumnos en integración por cada clase: 2
Número de alumnos de integración en refuerzo y apoyo de 1º de ESO: 8
Número de horas de refuerzo o apoyo: 4
Número de horas compartidas con resto de alumnos: 4
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Ejemplo 1: Ana “está por Luis” |
Ejemplo 2: Elvira “está por Jorge” |
Sujeto |
Cariotipo normal |
Fenotipo síndrome de Down |
Nombre |
Ana |
Elvira |
Edad |
12 años |
12 años |
Alumna |
1º ESO en colegio de integración |
1º ESO en colegio de integración |
Nivel de lectura |
Normal/bueno |
Normal/bueno, excepcional para su condición |
Nivel de escritura |
Bueno/muy bueno |
Bueno/muy bueno, excepcional para su condición |
Nivel de matemáticas |
Normal/bueno |
Mal razonamiento abstracto. Adquirido lo básico |
Talla |
1,55 m |
1,52 m |
Peso |
Normal |
Normal/delgada |
Comunicación verbal |
Muy buena |
Muy buena, excepcional para su condición |
Comunicación social |
Extrovertida |
Extrovertida |
Entorno |
Clase conocimiento del medio |
Clase conocimiento del medio |
Nº de alumnos por clase |
28 |
28 |
Nº de alumnos en integración |
2 |
2 |
Hechos |
Ana le pasa una nota a un compañero de clase, Luis, en la que expresa: “Luis me gustas. Estoy por ti. ¿Quieres que seamos novios?” |
Elvira le pasa una nota a un compañero de clase, Jorge, en la que expresa: “Jorge me gustas. Estoy por ti ¿Quieres que seamos novios?” Elvira vuelve a escribir: “Jorge estoy por ti. ¿Quieres ser mi novio?” |
Trascendencia de los hechos |
Ninguna |
El tutor habla después con Elvira indicándole que no se deben pasar ese tipo de notas y que ya se lo ha dicho en otras ocasiones. Que ella debe centrarse en sus estudios y olvidarse de los chicos. |
Actuación del tutor |
Ninguna. De hecho, es probable que ni se entere de este cruce de notas. Y en caso de acusar recibo lo circunscribiría como algo desde enternecedor hasta “natural en la etapa pre-adolescente por la que atraviesan ambos jovencitos”. |
El Departamento de Orientación del Colegio se pone en contacto con los padres de Elvira para concertar una cita en la que hablar de la difícil etapa por la que está pasando Elvira, así como de la imperiosa necesidad de poner límites y acotar esta pre-adolescencia que la distrae de su trabajo académico y la hace tendente a fijarse en exceso en el sexo opuesto. |
Yo, personalmente, como tutor emplearía al terapeuta para disertar con él sobre quién realmente debería asistir a su consulta; si los profesores, el colegio, el resto de sus compañeros, el ministerio de educación, la ministra de igualdad, o la Real Academia de la Lengua. En base a su diagnóstico tomaría medidas para reeducar la sexualidad de la jovencita con discapacidad, la de su compañera de pupitre, la de sus profesores, la del centro y, en definitiva, la de quienes realmente fueran susceptibles de necesitarlo.
Este ha sido un ejemplo breve, de los muchos a los que nos enfrentamos diariamente como padres de personas que viven en la generación de esa hipotética, un poco hipócrita y magnífica “INTEGRACION”.
Bien es cierto que es imprescindible que vivan integrados porque no existe otra alternativa de futuro y, si va a ser así porque es como tiene que ser, mejor prepararlos en las mejores circunstancias posibles y en todos los frentes.
Pero déjenme decirles que estos chavales nuestros, maravillosos hijos e hijas, viven a costa de tenerlos al minuto en perfecto estado de revista y con más presión que el cocido que suelo hacer últimamente en mi olla exprés.
La sociedad quiere presumir de sus políticas sociales alardeando de sus “esfuerzos” por haberlos integrado. Pero eso sí, que estén físicamente impecables para que visualmente ni agredan ni molesten, que cívicamente tengan un comportamiento intachable, que como adolescentes se comporten como “asexuados” y, si no es así, que se liberen en su casa y en el cuarto de baño, donde nadie les vea (todo lo demás nos llevaría a escuchar con escarnio la frase “son hipersexuales”), que verbalmente digan lo justo y luego se callen y que -Dios mediante- tengan cerca a una madre, hermano o buen maestro de Vida con quien puedan ser un poco ellos mismos para sentirse personas de vez en vez y recordar que también a ellos los hizo Dios o quien fuese.
Yo me pregunto, entonces: si ese “Alguien” nos entregó la posibilidad de alcanzar la felicidad, que puede ser desarrollada por nuestra inteligencia a la que considero innata a la naturaleza humana, inteligencia que, como propone el profesor Enrique Rojas, ha de ser trabajada mediante herramientas o instrumentos que la lleven al mejor estado de los posibles, resulta evidente que esa felicidad será tanto más lograda cuanto mejor uso se haga de los instrumentos del aprendizaje. En tal caso ¿no sería más sensato empezar a dotar de esos instrumentos al entorno en el que viven nuestros hijos?
O es que, quizá, tenemos que hablar de “los renglones torcidos de la Integración”.
Ahora nos queda, pues, su opinión al respecto. Como padre, como madre, como tutor, como profesional…
Sinceramente, no creo que exista actualmente mejor marco que www.down21.org donde poder debatir esa realidad y el ejemplo expresado arriba; bien añadiendo opiniones, rebatiéndolo con argumentos o dando una nueva salida a la frustración de jóvenes con 12, 13 y 14 años que no entienden por qué “su nota está prohibida, mal vista o no se debe enviar” mientras que la de su compañera de pupitre no reviste mayor trascendencia…