Artículo: El vínculo con el niño intrauterino

El vínculo afectivo con el niño intrauterino

Luz María Fernández Mateos
Profesora
Universidad Pontificia de Salamanca, España

“Muchas pequeñas cosas, hechas en muchos pequeños lugares, por muchas pequeñas personas, podrán cambiar la faz de la Tierra.” (Dr. J.C. Martínez)

El vínculo y sus realidades

El término vinculo o apego ha sido acuñado por la literatura psicológica para denominar todas aquellas relaciones que se establecen entre las personas y fundamentalmente entre madre-hijo, padre-hijo o cuidadores y viceversa.

Desde la vertiente biológica, se define como aproximación, caricia, miradas, alimentación o higiene. Desde la vertiente psíquica-afectiva, el apego es inclinación hacia elementos que pueden estar cargados de naturaleza material, psíquica o espiritual pero a la vez esa inclinación se apoya en procesos cognitivos y expresiones de emociones como desagrado, temor, inseguridad. Desde la realidad social, se centra en las relaciones que se entretejen a lo largo de la vida de una persona.

Estas tres realidades se ponen ya de manifiesto en la vida prenatal: desde la realidad biológica, el feto que va estructurándose a través de su código genético, establece con su base bioquímica una forma de comunicación con el organismo de la madre, sintiéndose afectado por estos intercambios y por los derivados de las situaciones biológicas y psíquicas de la madre. Físicamente, madre e hijo sí comparten unos sistemas neurohormonales que son vitalmente importantes para ambos, pues es la forma en que la madre y su hijo intrauterino establecen un diálogo emocional.

La realidad afectiva se pone de manifiesto desde la vida intrauterina estableciéndose una interacción entre las señales que la madre percibe (movimientos fetales) y la forma en que dichas señales son correspondidas por la madre (comunicación a través del tacto). Estas señales emitidas por el feto y percibidas por la madre generan en ella sentimientos de seguridad, ansiedad, temores, afecto, etc. que serán igualmente percibidos por el feto a través de los mecanismos neurohormonales que dichos sentimientos generan en el cuerpo de la madre. Partiendo de aquí, resulta imposible hacer una distinción entre lo biológico y lo afectivo, pues las emociones desencadenan en ella unos fenómenos biológicos —secreciones hormonales—, que van a modificar el medio biológico que está constituyendo para su hijo en desarrollo. Así pues, podríamos hablar del apego como realidad bio-psíquica, en continua interacción.

En la vertiente social, el diálogo activo que se entabla entre la madre y el futuro niño se amplía por medio del diálogo entre la madre y el padre, y la madre y el ambiente social. Estos diálogos son interdependientes entre sí e incluyen una serie de procesos psicológicos, emocionales, bioquímicos y psiconeuroendorinológicos que son experimentados por la madre, y como consecuencia también por el niño intrauterino, de forma positiva o negativa dependiendo de cómo influyan en la madre las situaciones ambientales próximas como pueden ser la pareja, la familia o el trabajo.

Por tanto, partiendo de estas tres realidades, el vínculo afectivo prenatal se desarrollaría a través de tres canales de comunicación como serían el fisiológico, el conductual y el simpático. Este diálogo comienza sobre un nivel muy temprano del desarrollo intrauterino, cuando la madre experimenta los movimientos fetales (fisiológico), y responde a ellos a través de un encuentro con su hijo (conductual-simpático) independientemente del grado de desarrollo morfológico del niño. Se produce ya, desde ese momento, una respuesta hormonal hacia el embrión por el impacto psicológico que para la madre supone ese encuentro.

Desarrollo evolutivo y elementos que lo mediatizan

Por otra parte, tenemos que considerar el desarrollo evolutivo del niño intrauterino y el perfeccionamiento de sus habilidades y capacidades que le permiten ir dando respuestas a los estímulos propiciados por la madre y, por lo tanto, desarrollar el vínculo afectivo. Entre las condiciones evolutivas del ser no nacido que posibilitan la formación del apego se encuentran el estado de alerta respondiente (establece interacciones con su medio ambiente), la sincronización (sintoniza las interacciones establecidas) y el desarrollo de habilidades perceptuales (inciden en el desarrollo de los procesos psicológicos básicos).

Ahora bien, el desarrollo y maduración de las habilidades y capacidades preparan al niño intrauterino para desarrollar el vínculo afectivo con su madre; sin embargo, el establecimiento como tal del vínculo se encuentra mediatizado por una serie de variables que pueden influir en la madre y como tal posibilitar o inhibir el apego. Entre las variables que se han descrito a lo largo de la literatura, la percepción de los movimientos fetales por parte de la madre, los embarazos deseados, la asunción positiva del rol como padres y la satisfacción conyugal, por lo general, producen un acercamiento afectivo hacia el niño intrauterino; mientras que los embarazos no deseados, partos prematuros, embarazos de alto riesgo, insatisfacción conyugal, dificultades psicológicas y emocionales edad de la mujer gestante y grado de aceptación de la imagen corporal pueden o no generar un acercamiento afectivo hacia el niño intrauterino.

Con el fin de proveer una adecuada vinculación con el no nacido, de prevenir o, por lo menos, de amortiguar una serie de riesgos y otros efectos colaterales a la salud, tanto de la madre como del niño y del contexto en que se desenvuelven, sería necesario la aplicación de programas de educación prenatal a la población general de mujeres gestantes, y más específicamente a las mujeres que puedan sufrir situaciones de alto riesgo físico, psíquico o social. Todo ello, para conseguir el bienestar biopsicosocial de la madre, tanto durante el embarazo como posteriormente, y conseguir una adecuada vinculación con su hijo por nacer. Desde la consideración del embarazo como un estado que está rodeado de componentes médicos, culturales-sociales y psicológicos, el embarazo se enmarcaría dentro del nuevo concepto de salud mental, en el cual la salud no es sólo ausencia de enfermedad física, sino que, también, consiste en presentar un buen estado somático y psíquico. Desde esta nueva concepción, se han podido desarrollar medidas preventivas en la educación prenatal desde áreas como la sanitaria, psicológica y social. Los datos aportados apoyan algunos de los supuestos de la ideología de la prevención: la posibilidad de detección temprana de las que serán dificultades psicológicas severas posteriores. Si este afrontamiento activo (estilo de búsqueda) se realiza desde las primeras etapas del desarrollo (formación del vínculo afectivo), las consecuencias para la salud y la adaptación futura serán, sin duda, muy beneficiosas.

Programas de actuación

Los programas han de ir enfocados a conseguir en la mujer gestante un adecuado ajuste personal consigo misma, favoreciendo el desarrollo de habilidades de autorrefuerzo y automanejo ante situaciones como la ansiedad, el estrés o la depresión. Además, buscan establecer una buena relación afectiva con su hijo por nacer y lograr un buen acoplamiento de pareja, insertando al padre dentro de los programas de educación prenatal, con el fin de propiciar en ambos padres una mejor asunción del rol de padres. En este sentido se desarrollan los programas de vinculación prenatal que parte de la relación "cuasi simbiótica" que se establece entre la madre y el hijo durante el periodo intrauterino. Durante este periodo, la madre ejerce de modulador oculto, ya que los fetos manifiestan respuestas fisiológicas a los cambios emocionales sufridos por las madres. De ahí que la base que soporta el desarrollo de los métodos de estimulación prenatal se fundamenta en la comprobación del alcance que las experiencias sensitivas tempranas pueden ejercer sobre el desarrollo, propiciado todo ello por las estimulaciones a las que se encuentra sometido el feto dentro del útero materno y las propias autoestimulaciones.

Así, los distintos programas de estimulación, partiendo de la estimulación y autoestimulación natural que experimenta el niño en el útero, pretenden desarrollar los planos sensoperceptivos, motrices, comunicacionales y emocionales, preparándolo para que desarrolle más y mejor sus capacidades presentes y futuras. Para poder desarrollar estas funciones, los programas se sirven fundamentalmente de dos sentidos como son la audición y el tacto, los cuales, según las investigaciones, son los más influenciables desde el mundo extrauterino. Estos métodos utilizan la música para conseguir una vinculación afectiva de los padres con el ser no nacido, al tiempo que proporciona una estimulación sensorial de tipo acústico y táctil.

La mayoría de los programas de estimulación prenatal establecen como etapa critica para comenzar su aplicación alrededor de los cuatro-cinco meses de vida gestacional. En este momento ontogenético, el ser humano ha madurado lo suficiente como para que sus estructuras somáticas y anatomofisiológicas inicien sus funciones, siendo las prioritarias las sensoriales y perceptivas. Al estimular auditivamente al feto, pretendemos desarrollar de una forma más óptima las impresiones que los procesos psicológicos básicos pueden dejar en el cerebro fetal. Por su parte, la voz de la madre ha estado acompañando al feto durante el periodo gestacional y se ha podido comprobar por los estudios realizados que el feto reconoce y discrimina la voz de su madre de otras voces extrañas. Por otra parte, la estimulación táctil potencia la funcionalidad del sistema nervioso central (SNC) del feto, ya que las sensaciones que se producen en la persona contactada se proyectan en los hemisferios cerebrales. El tacto, a su vez, ejerce un influjo en la persona objeto de la recepción de estas estimulaciones, favoreciendo la producción de emociones positivas. La comunicación no verbal es la experiencia más elemental y primigenia en el niño intrauterino, siendo capaz de responder al tacto hacia las ocho semanas de vida gestacional El niño intrauterino tiene su propio lenguaje no verbal para hacer saber a la madre su estado, se comunica a través de movimientos globales del cuerpo, expresiones faciales y gestuales, patalea, mueve los brazos, las piernas y sonríe.

Consecuencias

Por todo lo anteriormente señalado, es necesario concluir matizando que la vida de todo ser humano presenta una continuidad e indisolubilidad (desde el SNC, inmunológico, emocional, neurológico, neuroendocrinológico, etc.) entre el periodo de la vida prenatal y el desarrollo posterior de la persona hasta la vida adulta. Si durante el periodo prenatal se generan vínculos positivos con el niño intrauterino, se concluye que:

         1. Favorece una adecuada relación de entendimiento madre-padre-hijo-fratría, ya que el vínculo afectivo aumenta la sensibilidad hacia el entendimiento del otro. Lo que implica que puede realizarse una prevención en los desajustes materno-filiales.

         2. Ayuda a la madre a soportar de manera positiva los problemas que pudieran surgir durante la gestación, generando confianza en sí misma para poder llevar a buen fin el embarazo. Esto significa la posibilidad de reducir la incidencia de desórdenes emocionales en la gestante.

         3. Se reducen los miedos e inquietudes de la pareja durante todo el proceso del embarazo, propiciándose una actitud realista de la maternidad y paternidad. Esta actitud, favorece, después del nacimiento, el aceptar al recién nacido tal como es, incluso si presenta alguna discapacidad. Se genera una red familiar más cohesionada con la participación de todos los miembros en el proceso.

         4. Induce a la mujer, durante el embarazo, a desarrollar conductas que promocionan la salud física y psíquica tanto de ella como del niño, evitando, por ejemplo, el consumo de sustancias nocivas, situaciones de estrés, etc. Y con ello se reduce el número de complicaciones, no sólo físicas, sino también emocionales (ansiedad y depresión) y psicosociales.

Nota. El presente artículo es el epílogo-resumen del libro escrito por su autora, titulado: El vínculo afectivo con el niño por nacer. (Publicaciones de la Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca 2005).