Editorial: Crisis
En épocas de crisis, cuando el suelo que considerábamos firme se tambalea bajo nuestros pies y se desmoronan las seguridades que heredamos de nuestros mayores, pasamos a cuestionar aquello en lo que siempre creímos y a poner en duda nuestras ideas, sentimientos y actuaciones. Cuando la crisis nos acomete, nuestro mundo se derrumba y necesitamos nuevos pilares sobre los que apoyarnos para conseguir mantenernos seguros.
Sin embargo, la crisis, por definición, no supone más que un cambio, una mutación, una metamorfosis, que puede ser positiva o negativa, beneficiosa o perjudicial, sin que podamos saber a priori cuáles serán sus efectos definitivos. El cambio es siempre una transformación, aunque no se pueda determinar si va a suponer una evolución o una involución. Eso dependerá de la postura que tomemos ante lo que nos acontece.
Las crisis, en principio, son temidas porque nos dan miedo los cambios pero, con una visión racional y objetiva, ese temor siempre es infundado. No podemos temer al cambio ya que es la esencia de la vida, que es sustancialmente cambio. Todos cambiamos constantemente, desde el día en que nacemos hasta aquél en que abandonamos este mundo. El anciano que ahora es, fue y dejó de ser, niño, adolescente y adulto, y cada día de su vida se transformó para convertirse en otro con lo que iba experimentando y aprendiendo, con lo que iba viviendo y conviviendo.
Cuando nace un niño con síndrome de Down, las familias se enfrentan a una dura crisis, de la que pueden salir fortalecidas o debilitadas. Efectivamente, su mundo cae y tratan de buscar con urgencia los cimientos para construir de nuevo una base firme para las propias creencias. Por eso, una de las transformaciones inmediatas que se producen en su seno, y con la que coincide la mayoría cuando se les pregunta, es la de modificar su escala de valores, en la que varía lo que se considera importante respecto a lo que no lo es. Cuentan los padres que, tras recibir a su hijo, les parece que muchas de las cosas que antes les parecían esenciales y vitales, pasan a verlas como banales y, por el contrario, aprenden a valorar lo que hasta ese día consideraban intrascendente, lo cotidiano, lo rutinario, lo habitual.
La crisis es, sencillamente, el imprevisto con el que, por definición, no podíamos contar y que nos obliga a adaptarnos a las nuevas circunstancias, pero nada más. En la vida, la mayor parte de los problemas son inventados, fruto de nuestra imaginación incontrolable, que nos obliga a preocuparnos constantemente. Sin embargo, hay ciertas circunstancias que, efectivamente, son difíciles y que nos fuerzan a actuar y a cambiar. Esos problemas reales son simplemente caminos por los que la vida nos obliga a transitar para experimentar lo que de otro modo nunca hubiéramos vivido.
Cuando te encuentras una piedra en el camino y tropiezas, puedes quedarte en el suelo, lamentándote o, por el contrario, puedes levantarte y, apoyándote en ella, utilizarla como escalón para subir más arriba, superando otros posibles obstáculos. La crisis puede tomarse como un problema o como una oportunidad, puede suponer un inconveniente o un reto, puede convertirse en una posibilidad para crecer o un motivo para la autocompasión, que nos lleve a hundirnos. En nuestra mano está utilizarlo en uno u otro sentido.
En estos tiempos convulsos que vivimos, en los que la palabra crisis circula de boca en boca con fluidez, podemos recordar otros momentos de crisis vitales, como la llegada de un niño con síndrome de Down a la familia, y repensar lo que la crisis supone en el fondo: una oportunidad para revisar y mejorar la propia vida.
Comentarios
Obrigada Dr Flórez!
En el transcurso de mi acompañamiento a familias de personas con Síndrome de Down,me ha correspondido caminar por senderos inseguros,en ocasiones,corre r,apurarnos con paciencia,desan dar un recorrido y en cada ciclo ir encontrando luces.
¡Mas eso es la vida misma ,un eterno aprendizaje y ayudarse unos a otros,con amor .
UN ABRAZO,
SARO
La crisis la vivieron sus padres y no la superan.....