Editorial: Habilidades sociales y prácticas
Habilidades sociales y prácticas
Es muy posible que el “Resumen del mes” que publicamos el mes pasado en esta revista haya captado el interés de más de uno. Léanlo, si no lo han hecho, o vuelvan a leerlo porque vale la pena y no debe pasar desapercibido. El resumen muestra un detallado análisis sobre el desarrollo de habilidades sociales y prácticas de adolescentes con síndrome de Down. Son de destacar las características del grupo elegido para su estudio: se trata de un grupo de gran dimensión que abarca a toda una nación, Holanda, sin exclusiones previas; y son adolescentes de la nueva generación: han recibido atención temprana y han sido expuestos a las modernas técnicas de educación e integración, con la vista puesta en el desarrollo de autonomía y vida independiente. A los amplios cuestionarios de una encuesta, responden los padres. No detallamos los resultados, que pueden leerlos y analizarlos en el original expuesto el mes pasado. Pero destacamos una frase que los propios autores escriben en la discusión de su estudio: Es posible que los actuales programas escolares insistan en temas relacionados con el cálculo, la lectura y la escritura, y no cuiden temas relacionados con las habilidades sociales y la vida independiente.
Ver confirmados con datos numéricos los temores que muchas veces hemos expresado en estas páginas no nos reconforta, ni mucho menos. La naturaleza de la muestra —extensa, sin selección previa, abarcadora de todo un país avanzado, y restringida a una edad muy concreta— nos impone una preocupación que debemos compartir con los dos grandes agentes de la acción educativa: las familias y el sector escolar. No se trata de minimizar el inmenso valor que la alfabetización y el normal manejo de las operaciones de cálculo tienen en el desarrollo de una persona inmersa en la vida social. Pero de poco sirven si esa persona carece de las capacidades y destrezas que le deben permitir el convivir, relacionarse, ser aceptada, manejarse, resolver con éxito una situación conflictiva, programar su entretenimiento y tiempo libre, saber ayudar y cuándo ha de reclamar la ayuda en caso necesario.
Muchas de estas habilidades son aprendidas y utilizadas por la población general de manera espontánea, que capta el ambiente y que, mediante el sistema de “prueba y error”, incorpora en su vida los hábitos que le permitirán desarrollar su plan de vida. Cierto que no todos lo consiguen. Pero, en cualquier caso, tenemos harta experiencia de cuán necesario es para la población con discapacidad intelectual (y sin duda, la que tiene síndrome de Down) recibir una enseñanza específica, prodigada y repetida con múltiples modelos y prácticas, que aborde la vida de relación en su más amplio sentido: la comunicación —desde el contacto ocular a la pragmática del lenguaje—; la convivencia —saber intervenir y saber ceder—; la adaptación a las circunstancias habituales y a las imprevistas.
No es difícil encontrar en múltiples declaraciones de principios, programas y estatutos de organizaciones el énfasis puesto en la necesidad de desarrollar la formación en las habilidades sociales y prácticas. Estudios como éste nos hacen ver que bien están las declaraciones y las buenas intenciones. Pero que no bastan si no se acompañan de una acción individual, realizada en el ámbito familiar y escolar desde las primeras etapas de la vida, con una visión bien clara de dónde están las prioridades y del tiempo que dedicamos a su mejor cultivo. De nada servirá un buen lector si en sus relaciones resulta intratable e impredecible. La carencia de habilidades provoca inadaptación del individuo, el rechazo por parte de la sociedad, y el desarrollo de conductas anómalas que lo aislarán aún más y alterarán la calidad de su vida y la de quienes le rodean.
Comentarios
El que descubran y potencien sus aficiones; el que aprendan a leer, pero entendiendo lo que leen, para que disfruten de la lectura, que tanto acompaña en la vida.
Lo digo con conocimiento de causa. Mi hermana ya es adulta y tiene poco desarrolladas estas habilidades, y esto la hace infeliz.
Así que animo a que se enfaticen estos aspectos del desarrollo desde la niñez.
Un fuerte abrazo para todos, y mi agradecimiento por este estupendo Editorial,
Saro
La empatía, la habilidad de primero identificar y luego saber gestionar las emociones es fundamental para una buena salud mental y para evitar muchos conflictos.