Editorial: Bienvenida, educación
La Semana de Acción Mundial por la Educación, que celebramos del 4 al10 de mayo, se centra este año en la igualdad de derechos e igualdad de oportunidades con un foco especial en la "Educación y discapacidad".
Somos afortunados testigos del cambio espectacular que se ha conseguido en la crianza, salud y educación de las personas con síndrome de Down durante los últimos decenios. De considerarlas inútiles e incapaces de integrarse en la sociedad y disfrutar de la vida, se ha pasado en estos lustros a restituirles la dignidad de la que habían sido despojadas. La transformación, inicialmente originada por padres que no se resignaban a abandonar a sus hijos, ni física ni espiritualmente, ha ido penetrando en todos los estratos de la sociedad de modo que la persona con síndrome de Down empieza a ocupar espacios en sus múltiples dimensiones: en la familia, en la escuela, en el mundo laboral, en el mundo de las artes y de la comunicación, en la vida social…
Salud y educación han sido los dos grandes instrumentos que han propulsado semejante evolución. Pero el cambio conseguido no ha sido gratuito. Al impulso permanente de las familias se ha sumado el esfuerzo realmente gigante de numerosas personas que se han tomado en serio su vocación profesional. Los educadores en su más amplio sentido, y los maestros en particular, son piezas decisivas en la paulatina y meticulosa tarea de despojar engañosas envolturas y exhibir la riqueza interior que atesora múltiples posibilidades.
Educar es transformar. Es creer en la capacidad plástica que el cerebro tiene, incluso el cerebro que ha sufrido trastornos que merman su pleno desarrollo y función. Ahora bien, la acción educativa, tempranamente iniciada e intransigentemente mantenida, no puede ser aplicada de forma ciega. Exige conocimiento, habilidad, fortaleza, intuición, convencimiento y amor. Y conocimiento significa estudio; habilidad significa capacidad para convertir lo posible en real; fortaleza significa constancia y decisión para resistir; intuición significa anticipación creativa; convencimiento significa seguridad en las capacidades propias y ajenas; amor significa entrega incondicional. Este elenco de cualidades por parte de los educadores ha sido decisivo para llevar a cabo la revolución pacífica a la que asistimos en el mundo de la discapacidad intelectual. El mayor obstáculo, sin duda, es el prejuicio; un prejuicio que debe ser superado de forma permanente a lo largo de toda la vida.
No se trata de inventar nada ni de incorporar extrañas prótesis en su cerebro; se trata, nada más y nada menos, de creer en ellos, de hacer que broten sus capacidades, de dar rienda suelta a sus cualidades, de enderezar sus torpezas y limitaciones, en un ambiente natural y normalizado, inclusivo. Esto exige información, análisis, creatividad, decisión para cambiar estructuras y derribar barreras instaladas a veces en los propios cimientos de la política educativa.
Tampoco se trata de ocultar los problemas; al contrario, es preciso exponerlos y analizarlos con crudeza y realismo para afrontarlos a todos los niveles, desde el personal hasta el institucional, y ofrecer soluciones realistas para superarlos. Creer en la persona con síndrome de Down, creer en la comunidad educativa, creer en la realidad familiar y, en consecuencia, promover la interacción entre estos elementos: es el modo de progresar en la dirección más creativa.
Comentarios
¡Qué acertado, qué realista! Me encanta.
Un abrazo muy muy fuerte a todos los que trabajan sin cesar para darnos tanto.
Acarigua Venezuela.