Editorial: Pedagogía del éxito, pedagogía del error
Los niños con síndrome de Down han de aprender todo a costa de esfuerzos, a veces significativos, y a través de interminables sesiones prácticas. Precisan de mayor número de ejemplos, de ejercicios y de actividades, de más práctica, más ensayos y más repeticiones para alcanzar las mismas capacidades que los demás niños logran sin apenas darse cuenta. Es más, necesitan que se les enseñen habilidades que otros aprenden espontáneamente, sin conciencia ni empeño.
Sabiendo lo costosos que les resultan los aprendizajes, lo difícil que es para ellos subir cada escalón, lo fácil que olvidan, pues las adquisiciones con frecuencia están apenas hilvanadas en su cabeza, lo fácil con que, en su caso, fracasan y se equivocan, se utilizó con ellos durante mucho tiempo la denominada pedagogía del éxito. "Vamos a ponérselo fácil, a allanarles el camino, para que no tropiecen", pensaron quienes defendían esta forma de enseñanza. Efectivamente, si les damos facilidades será más probable que el aprendizaje se produzca y que avancen, despacio, pero con paso firme.
La experiencia de los años demostró que la pedagogía del éxito producía resultados, sí, pero con unos daños colaterales imprevistos. El niño habituado al éxito, al que siempre se le jalea por lo bien que lo hace todo y a quien se evita corregir, se convierte en un adulto egocéntrico, acostumbrado a que todo el mundo le atienda, a que le digan que todo está bien y que rechaza la crítica, porque nunca ha convivido con ella.
Las personas con síndrome de Down no todo lo hacen bien, evidentemente. Es más, se equivocan con mayor frecuencia pues sus limitaciones son mayores. La pedagogía del error se basa en reconocer que todos nos equivocamos, asumir la equivocación y corregirla. Y así una y otra vez. Sin críticas corrosivas ni frases dañinas, sin culpabilizar, pero admitiendo con naturalidad que la equivocación es consustancial a la práctica. Cuando voy conduciendo corrijo constantemente el rumbo para adaptarme a los giros de la carretera, y si me salgo unos centímetros del camino, es decir, si me equivoco, la corrección me permite volver a la ruta. Si tropiezo, me levanto. Si derramo el agua, la seco.
Decirles que todo está bien, que hagan lo que hagan su actuación es la correcta, es engañarles. Y el engaño no va únicamente contra ellos, porque acaban por creer que, efectivamente, nunca se equivocan, sino contra la realidad, ya que no les permite corregir el fallo y enderezar el rumbo. Enseñar a los niños con síndrome de Down a aceptar el error, a convivir con él, a reconocer y corregir la falta, a recibir críticas, es proporcionarles instrumentos para afrontar su futuro.
La pedagogía del error no es una pedagogía del fracaso. Muy al contrario, es la búsqueda del éxito por el camino habitual, por el camino de la vida, que no es una carretera asfaltada y recta, sino una vereda hermosa, llena de baches y curvas, de piedras y zarzas, de flores y olores, de soles y lluvias. La pedagogía del error consiste en enseñar a levantarse, no en evitar las caídas.
Comentarios
En Nicaragua principalmente en los departamentos es aun más dificil por que no hay estructuras pedagógicas firmes para los niños con Sindrome de Down