Síndrome de Down Editorial Junio 2017
Super Madres
Educar a un hijo es una tarea siempre complicada, para la que, por lo general, nadie se ha preparado. Educar a un hijo con síndrome de Down, puede considerarse una labor aún más complicada. Las madres sienten, en ocasiones, que el tener un hijo con determinada discapacidad comporta, de alguna manera, asumir un mayor nivel de exigencia en lo relacionado con su educación. Podríamos decir los padres, aunque lo cierto es que suelen ser ellas quienes experimentan con mayor intensidad esa fuerte presión interna.
Tener un hijo con síndrome de Down puede ser vivido por algunas madres como el comienzo de una etapa de su vida en la que, además de ser madre, se ha de ser madre perfecta. A veces lo captan a través de unas palabras o unos comentarios oídos al pasar. En otras ocasiones, les parece intuirlo en determinados gestos o miradas. El hecho es que estas madres se sienten en la obligación de ostentar una fortaleza que, con frecuencia, están lejos de poseer.
Por ello, piensan que han de ser quienes muestren firmeza en los momentos de inestabilidad familiar; quienes proporcionen consuelo a los demás, incluso cuando ellas no son capaces de consolarse a sí mismas; quienes exhiban siempre una buena cara, hasta cuando el dolor les rasga por dentro. Super-madres, que piensan que la sociedad les demanda que sus hijos sean "super-hijos con síndrome de Down". Y, de esta manera, exigen a sus hijos mucho más de lo que pueden dar de sí, porque se sienten examinadas en cada comportamiento, en cada palabra, en cada gesto del pequeño.
Sin embargo, en la mayor parte de las ocasiones, esa sensación interna no tiene una justificación objetiva en el exterior. La capa de super-madre, con frecuencia, se la ponen ellas mismas, convencidas de que, si han tenido un niño con discapacidad, han de demostrar al mundo que van a sacar lo mejor de él. Nadie se lo pide, nadie se lo demanda. Es en algún lugar de su interior donde sienten esa punzada de inquietud que les urge a ser las madres perfectas.
Pero se puede ser madre sin necesidad de rozar la perfección. Es más, al permitirse manifestar el desconsuelo, la debilidad, la aflicción, la congoja, e incluso el llanto, esas madres acaban siendo, si se quiere, aún más auténticas. No es preciso pasar permanentemente la prueba de la buena madre ni demostrar en cada acto, propio o del niño, que se hacen las cosas bien.
Ser madre, a fin de cuentas, no supone más que intentar llevar al hijo al máximo de lo que pueda dar de sí, sea cual sea su condición, desde la total aceptación y el respeto a la individualidad de cada uno. Y en ese aspecto todas las madres hacen siempre bien su trabajo, pues todas desean lo mejor para sus hijos. A partir de ahí, toda madre es perfecta, y desde esa perfección debería actuar, olvidando el peso de la opinión de los demás o la imagen reflejada en cada momento.
Es bueno exigirse, por supuesto, ponerse un listón atractivo. Pero midiendo bien las fuerzas, las suyas y las de su hijo. Y es necesario ganarse la complicidad del padre. Educar es tarea en común.
Comentarios
Pero como papá, tambien quiero que se resalte lo que hacen muchos.
Estoy orgulloso no solamente de mi esposa y mamá de Sofía. Ha tenido siempre en mente todo lo que es util para el desarrollo y amor de nuestra hija. Ha dirigido y logrado lo que es aparentemente imposible con Sofía. A los ocho dias del nacimiento, nuestra hija ya estaba en terapias de motivación, antes de los cinco años la niña ya estaba en natación y en ciclismo. Hoy con 14 años hace 8a. grado en el colegio.
Me produce mucha emoción este momento
. Envio un abrazo y recuerdo a todas las mamás y papás de este bendecido sitio.
Cristina
Esto implica acompañarlos, educarlos, quererlos y que nuestras expectativas sean lo humanamente logradas, para ellos como para nosotras. En el ambiente que nos desarrollamos como familia, las madres especiales se entregan, trabajan pero también viven sus sueños, como entes separados, el hijo-la madre, y al final somos felices, que para eso es la vida, para ser Feliz.