Artículo: Síndrome de Down, dificultades en el habla y lenguaje

¿A qué se deben las dificultades del habla y lenguaje en los niños con síndrome de Down en edad escolar?
Habilidades sensoriales y perceptivas

Libby Kumin

En el artículo anterior publicado en la revista de Agosto, he expuesto las principales dificultades de habla y lenguaje con las que se enfrenta un niño con síndrome de Down que inicia su escolaridad, y las que va a tener que ir superando a lo largo de su escolaridad. En el presente artículo inicio la explicación de las principales causas de dichos problemas. Empezaré por mostrar los problemas relacionados con sus habilidades sensoriales y perceptivas. Y en el próximo artículo abordaré los problemas relacionados con sus características físicas y cognitivas. En ambos artículos seguiré teniendo en cuenta muchos de los conceptos analizados ya en mi libro Síndrome de Down: Habilidades tempranas de comunicación. Una guía para padres y profesionales

Habilidades sensoriales y perceptivas

Para poder desarrollar las habilidades del habla y del lenguaje, los niños necesitan algunas habilidades sensoriales y perceptuales básicas. Entre éstas están las habilidades para ver, oír, tocar, gustar y oler las cosas y a las personas de su entorno. Pero también incluyen dos sentidos menos conocidos: 1) la propiocepción, que es el sentido que informa al organismo de la posición de los músculos, y 2) el sentido vestibular, que es el sentido del movimiento que nos permite mantenernos en equilibrio.

 Las habilidades perceptuales tienen que ver con la capacidad para dar sentido a estas informaciones sensoriales. Así, la capacidad de un niño para oír una voz es una habilidad sensorial; reconocer que se trata de la voz de mamá o de la de papá e interpretar los sonidos que emitís en forma de palabras son habilidades perceptuales.

Evidentemente, los niños han de ser capaces de oír lo que se dice en su entorno para poder aprender el habla y el lenguaje, pero también necesitan de las habilidades perceptuales para poder dar sentido a lo que oyen. También han de ser capaces de ver los objetos y centrarse en ellos para captar sus características y reconocerlos. Y también han de poder recibir e interpretar las sensaciones del tacto en la boca y en su zona circundante, para aprender a emitir los sonidos del habla. En los apartados siguientes, analizaremos la forma en que las características sensoriales y perceptuales de los niños con síndrome de Down afectan a sus habilidades del habla y del lenguaje.

  1. Habilidades auditivas

La forma normal de aprender el lenguaje es oyendo la lengua que se habla en nuestro entorno. Por esta razón, las personas criadas en hogares anglófonos hablan inglés, y las que han crecido en hogares de habla hispana hablan español. Los niños no nacen programados para hablar un idioma determinado. Ellos aprenden los sonidos, el significado y la estructura de la lengua que escuchan a su alrededor, y que termina convirtiéndose en su lengua materna.

Puesto que la mayoría de los niños con síndrome de Down experimentan en mayor o menor grado, y al menos durante una parte del tiempo, una pérdida de audición, depender exclusivamente del canal auditivo no basta para adquirir las habilidades de la comunicación. La pérdida de audición, sea permanente o intermitente, afecta el desarrollo del habla y del lenguaje. Por tanto, el niño necesitará pistas visuales, como los gestos, las imágenes y la lectura, para ayudarle a estimular su lenguaje. Además, suelen tener dificultades para destacar lo que se ha dicho del ruido ambiental, especialmente cuando están en clase. De manera que nosotros tendremos que diferenciar bien nuestro lenguaje de los ruidos ambientales para que puedan oírnos y aprender.

Ya que el buen oído es tan esencial para el desarrollo del habla y del lenguaje, al niño deberá examinarlo periódicamente un otorrinolaringólogo, para que trate los posibles trastornos auditivos, y además sea experto en evaluar la audición y proporcionar las terapias adecuadas, o prescribir los aparatos de audición asistida, los audífonos, por ejemplo.

1.1. Problemas de audición en los niños con síndrome de Down en edad escolar

Los niños con síndrome de Down pueden tener uno de los dos tipos más comunes de la pérdida de audición, o una combinación de ambos:

  1. Pérdida auditiva conductiva,
  2. Pérdida auditiva neurosensorial.

Pérdida auditiva conductiva. Se produce cuando algo impide que el sonido se reciba en el oído externo y en el oído medio, de forma que tampoco pueda transmitirse bien al oído interno. La mayoría de las veces, el sonido es bloqueado por el fluido situado en el oído medio, que puede haberse acumulado por infecciones, alergias o por un funcionamiento inadecuado de las trompas de Eustaquio (estructura anatómica en forma de tubo que conecta el oído medio con la parte posterior de la nariz). El fluido también puede acumularse porque los conductos auditivos  suelen ser más pequeños y de menor ángulo, lo que dificulta el drenaje de cualquier fluido. Incluso un exceso de cerumen (cera) en el conducto auditivo externo puede causar una pérdida auditiva conductiva. El fluido en el oído es un problema muy extendido entre los niños con síndrome de Down. Se estima que entre el 60 y el 70 por ciento tiene pérdida auditiva conductiva intermitente, debido a la acumulación de fluido.

La pérdida auditiva conductiva no suele ser continua, puesto que varía dependiendo de la cantidad de fluido acumulado de fluido u otras causas similares. La pérdida auditiva más común es una pérdida auditiva fluctuante, lo que significa que algunos días tienen la audición mejor y en otros peor. Este hecho puede producirles mucha confusión, ya que el mismo sonido del habla lo percibirán de forma diferente dependiendo del día. (Ver la Tabla 2-1, que contiene ejemplos de cómo un niño de ocho años malentendió las palabras durante un acceso de fluido en el oído medio).

Esta pérdida auditiva fluctuante afecta también al desarrollo de los sonidos del habla, y al desarrollo de los finales de las palabras y de la gramática. Si un niño no puede oír claramente todos los sonidos, tendrá dificultades para aprenderlos. Si no puede oír todos los sonidos que componen una palabra, le costará aprender a incluir todos los sonidos de esa palabra cuando la pronuncie. Es relativamente frecuente que los sonidos finales de las palabras (como las terminaciones verbales y los plurales) se pronuncien en voz más baja. Por tanto, es muy frecuente que los niños con síndrome de Down omitan la pronunciación de estos sonidos finales, y esto tiene que ver con la pérdida auditiva. En el colegio, si un niño no escucha bien las instrucciones de su profesor y no responde a ellas, el profesor pensará que tiene un problema de conducta o que no quiere obedecer, de manera que hay que tener en cuenta que la pérdida auditiva puede ser uno de los factores de en una conducta que puede ser interpretada como problemática.

Tabla 2-1: Ejemplo de cómo el fluido en el oído medio puede distorsionar la audición

Lo que se dijo

Lo que el niño entendió

Give her a treat

Give her three

I need something to read

I need something to eat

Let's go get Kathy

Let's forget Kathy

Keep the ants out

Keep your hands out

She has measles

She has needles

Pizza with sausage

Pizza with dog spit

Goody goody

Kitty kitty

Daisy

Baby

She was born

She was boring

Cuando los niños con síndrome de Down empiezan a ir al colegio y van pasando los cursos elementales, muchos tienen menos infecciones de oídos. Pero otros muchos siguen teniendo problemas con el fluido del oído medio, debido a sus diferencias anatómicas, como sus conductos auditivos más pequeños y estrechos. Según la Dra. Sally Shott, otorrinolaringóloga que trabaja fundamentalmente con personas con síndrome de Down, los niños de entre seis a catorce años (rango de edad del que ahora tratamos) suelen tener fluido en el oído medio y pérdida auditiva sin diagnosticar. Todavía no sabemos, porque carecemos de información al respecto, hasta qué edad este fluido continúa siendo problemático.

El fluido del oído medio (llamado otitis media adhesiva) es pegajoso y con frecuencia obstruye las trompas de Eustaquio. Esto impide que las trompas mantengan ventilado el oído medio. Cuando el fluido llena el oído medio, el sonido no puede pasar bien a través de él y el habla apenas se escucha. El Dr. Patrick Sheenan de la National Deaf Children's Society del Reino Unido, asegura que muchos niños con síndrome de Down dejan de tener otitis media adhesiva a medida que crecen y desarrollan sus trompas de Eustaquio, lo que suele suceder sobre los ocho años de edad, pero en algunos niños estas dificultades perduran más tiempo: problemas de obstrucción de las trompas de Eustaquio en su adolescencia, y necesitan el tratamiento que describiremos más abajo para poder preservar y aumentar al máximo su capacidad auditiva.

Para reducir al mínimo sus efectos adversos en la audición, las infecciones del oído hay que tratarlas de inmediato. En algunas ocasiones los antibióticos ayudan a mejorar la congestión de los oídos. Algunos médicos los prescriben como medida profiláctica (medida preventiva). Con frecuencia, hay que implantar quirúrgicamente unos tubitos en el tímpano para que el fluido pueda drenar bien. En los Estados Unidos a estos tubitos se les denomina tubos EP (ecualizadores de presión), tubos de timpanostomía o de miringotomía; en otros países pueden denominarse drenajes transtimpánicos o tubos de ventilación [diábolos]. Los tubos EP consiguen que la presión del aire del oído medio se iguale a la presión del aire del exterior. La operación para implantar estos tubos se denomina miringotomía. Por lo general es con anestesia general, y la realiza un otorrinolaringólogo pediátrico y es un procedimiento breve, que habitualmente se lleva a cabo en diez o quince minutos. Comúnmente estos tubos se conciben como un "remedio" temporal para el fluido ótico, y caerán por sí solos al cabo de un periodo de entre varios meses a un año.

La implantación de estos tubos suele conseguir una diferencia notable en la capacidad auditiva de un niño. Algunos sólo necesitarán uno o dos juegos de tubos, sin embargo otros pueden necesitar múltiples juegos de tubos durante varios años. Una madre me contó que su hijo de 21 años aún sigue necesitando que se los implanten (puesto que los anteriores se desplazan y caen).

Incluso cuando no haya infecciones activas en el oído, los padres tienen que asegurarse de que a su hijo lo revise con regularidad un médico de familia o un otorrinolaringólogo, y que anualmente se le realicen tests de audición, para comprobar cómo están funcionando sus oídos y tratar cualquier problema que se presente.

Pérdida auditiva neurosensorial. Algunos niños con síndrome de Down tienen pérdida auditiva neurosensorial o sordera. Se trata de un tipo más permanente de pérdida auditiva, producida por daños en el oído interno, en el nervio auditivo o en ambos. Puede afectar la capacidad de oír ciertas frecuencias (tonos) y por tanto, la capacidad para oír determinados sonidos. Aunque los investigadores están encontrando nuevas anomalías en el oído interno, estos hallazgos no se han correlacionado con la pérdida auditiva neurosensorial.

Los niños que padecen este tipo de pérdida auditiva suelen necesitar aparatos para amplificar los sonidos. Los audífonos pueden ser unas pequeñas petacas electrónicas que se llevan en un bolsillo o atadas a la zona pectoral (accesorio corporal), o audífonos electrónicos en miniatura que se colocan en la parte posterior de la oreja o dentro del canal auditivo. Es importante que el niño vaya acostumbrándose a llevarlo puesto siempre, o durante el tiempo indicado por su audiólogo.

Pérdida auditiva mixta. Muchos niños con síndrome de Down padecen una combinación de pérdida auditiva conductiva y de pérdida auditiva neurosensorial. Esta combinación se conoce como sordera mixta o pérdida auditiva mixta.

1.2.Cómo entender los resultados de los test de audición

A los niños con síndrome de Down en edad escolar se les debe realizar los test auditivos anualmente. Aunque en la escuela o en la consulta del pediatra se realice una "revisión" de la audición, no sustituye al examen auditivo a fondo que realiza un audiólogo profesional preparado para utilizar distintos test y estrategias para medir la audición con la mayor precisión posible, ya que lo hará en una sala insonorizada y libre de distracciones. En la escuela o en el despacho del pediatra suele haber mucho ruido ambiental que puede dar lugar a resultados erróneos: sonidos provenientes de la entrada, sillas que se ruedan, personas que pasan, bebés que lloran en la consulta del doctor.

Los resultados de los test informan sobre el umbral de audición, es decir: la intensidad mínima de sonido a la que vuestro hijo haya respondido regularmente en el test. También revelarán si  le cuesta más percibir los sonidos en unas frecuencias (tonos) que en otras.

Los niños con un umbral auditivo de 15 decibelios (dB) o menos tienen una audición normal. Esto quiere decir que pueden percibir sonidos de 15 decibelios o más débiles. Los niños que tienen umbrales de audición de 15-30 dB tienen una pérdida auditiva leve. Podrán oír claramente los sonidos vocálicos, pero tendrán dificultades para percibir ciertos sonidos consonánticos. Por ejemplo, les resultará más difícil oír las eses finales de las palabras en plural. También les costará entender lo que se habla cuando hay ruido de fondo, por ejemplo en las aulas que no tienen tabiques divisorios (aulas en espacios abiertos) o en el comedor.

Los niños con un umbral auditivo de entre 30 a 50 dB tienen una pérdida moderada de audición. Tendrán dificultades para oír los sonidos en un nivel normal de conversación, y necesitarán la amplificación para poder aprender los sonidos y el lenguaje. Los niños con un umbral de entre 50 a 70 dB tienen una pérdida auditiva grave, y por lo general habrán de llevar aparatos que les ayuden a oír el habla y a aprender a hablar.

Los que tienen umbrales auditivos superiores a los 70 dB tienen dificultad para aprender a hablar y necesitan un tratamiento continuo. Los que padecen pérdida de audición severa o profunda tienen un diagnóstico dual de síndrome de Down y sordera. (Cuando existe una pérdida auditiva severa o profunda, suele utilizarse el término sordera.)

La mayoría de los que tienen una pérdida de audición, tienen una pérdida auditiva conductiva  de leve a moderada y generalmente siguen utilizando el habla como su primer método de comunicación. Cuando tienen una pérdida auditiva severa o profunda, hay que realizar una consulta con el otólogo (especialista en oídos) u otorrinolaringólogo, con el audiólogo, el logopeda y el educador especial, para determinar qué método de comunicación será el más conveniente para el niño.

1.3. Oír en una clase con un entorno ruidoso

En un aula corriente de enseñanza elemental, el profesor se sitúa de pie a una distancia de entre dos a cuatro metros de los niños de la primera fila, y a más distancia de los niños de las filas más lejanas. El ruido de fondo de un aula corriente es de unos 60 decibelios. Las medidas de las voces de los profesores las sitúan aproximadamente entre 62/64 decibelios. Puesto que la voz del profesor supera apenas en unos pocos decibelios al ruido de fondo, a los niños con una pérdida auditiva leve o moderada suele resultarles muy difícil descifrar lo que dice el profesor.

Los audífonos y los altavoces ayudan a amplificar la voz del profesor de manera que los niños la escuchan mejor. Generalmente, los altavoces se usan para grupos y para mejorar la acústica del aula en general, y resultan útiles para los niños que tienen una pérdida de audición leve. Cuando la ayuda la necesita un niño en particular, o un niño con una pérdida de audición moderada o severa, lo que suele utilizarse son dispositivos de ayudas técnicas de radio o sistemas de FM personales. Los sistemas amplificadores transmiten los sonidos desde un micrófono situado a pocos centímetros de la boca del profesor hasta el oído del alumno, de manera que amplifican lo que el profesor dice sin amplificar el ruido de fondo. La finalidad de estos dispositivos es producir una voz clara y uniforme que pueda oírse fácilmente por encima de cualquier otro ruido del aula.

Los sistemas de altavoces o los sistemas de FM personales son los que suelen usarse con los niños que tienen una pérdida de audición leve. El sistema binaural FM (en ambos oídos), el sistema de FM detrás del oído o los sistemas de FM personales son los que se utilizan para los niños con pérdidas auditivas moderadas o profundas. A veces a estos sistemas se les denomina dispositivos de radio.

Un  audiólogo podrá ayudaros a determinar cuáles son las necesidades de vuestro hijo, y a indicaros el sistema más adecuado para él. La planificación de los apoyos para la audición habrá de ser parte integrante del proceso del Programa de Educación Individualizada (IEP en USA). Si en el IEP de vuestro hijo se indica que necesita el apoyo de un sistema amplificador de sonido de campo, su escuela tendrá la obligación de proporcionarle dicho sistema. Los sistemas de amplificación del sonido de campo resultan útiles para muchos de los alumnos del aula, incluyendo a los que tienen dificultades de aprendizaje o de concentración. Estos sistemas hacen que la voz del profesor suene más alta, sin aumentar por ello el ruido de fondo, de manera que los mensajes importantes se destacan del sonido ambiental.

  1. Habilidades visuales

Los niños aprenden el lenguaje conectando una etiqueta (nombre) con un objeto. Para aprender una palabra, resultará de gran utilidad que el niño pueda miraros para aprender cómo se dice. La habilidad para recorrer o seguir visualmente un objeto móvil también es importante para aprender los conceptos y para aprender a usar las palabras como etiquetas. La vista sigue siendo importante para aprender a medida que el niño va creciendo.

Los niños con síndrome de Down se apoyan y se sirven bien de las pistas existentes en el ambiente. Es decir, van captando pistas de lo que pasa a su alrededor (especialmente a través del sentido de la vista), y esas pistas les ayudan en la comprensión del lenguaje. Por ejemplo, si vuestra familia visita un acuario y hacéis gestos referentes a la vida marina al tiempo que usáis una nueva palabra de vocabulario, el niño podrá comprender fácilmente de qué animal estáis hablando. Es por esto por lo que las habilidades lingüísticas de los niños con síndrome de Down en casa y en la comunidad son mucho más avanzadas de lo que muestran las puntuaciones de sus test. La realización de un test implica un lenguaje descontextualizado. No hay pistas en el entorno, ni en el cuaderno del test que puedan ayudar a imaginar lo que pasa o lo que se nos pide que hagamos. En un test, una de las preguntas podría ser: "¿Qué esperamos ver en un acuario?", pero no habrá ni imágenes ni indicaciones. En los test, por lo general, sólo aparecen palabras.

Si el niño no ve claramente o tiene dificultades para centrarse en los objetos, tendrá lógicamente más dificultades para aprender a asignar palabras concretas a objetos concretos. Muchos niños con síndrome de Down muestran dificultades visuales. Al menos el 50% tiene estrabismo, o problemas de equilibrio muscular que hacen que uno o ambos ojos se desvíen hacia adentro o hacia afuera. Son también frecuentes los problemas de visión cercana (hipermetropía) o lejana (miopía), y el astigmatismo (visión borrosa de cerca y de lejos, debido a una alteración en la curvatura de la córnea). Ya que los ojos siguen creciendo hasta el final de la adolescencia, no es infrecuente que los problemas de visión aparezcan primero o evolucionen en los niños en edad escolar. La hipermetropía puede mejorar con el transcurso del tiempo, a medida que el ojo va creciendo, pero la miopía empeora por lo general.

Todos estos problemas de visión son fácilmente corregibles y no debería dejarse que interfirieran en el desarrollo de la comunicación del niño. Si sospecháis problemas de visión, pedidle a vuestro pediatra que os refiera al oftalmólogo pediátrico, especializado en evaluar y tratar los problemas de visión de los niños.

A pesar de sus posibles problemas de visión, la percepción y memoria visuales son puntos fuertes de los niños con síndrome de Down. Tienen una memoria visual relativamente fuerte, y aprenden bien a través del canal visual.

  1. Habilidades táctiles (propias del tacto)

Los niños con síndrome de Down pueden tener varias dificultades relativas al tacto que pueden afectar el desarrollo del habla y el habla en sí. Son dificultades que tienen que ver con la conciencia sensorial, la hiposensibilidad al tacto, la hipersensibilidad al tacto, o una combinación de estos problemas.

Pueden mostrar dificultades con la percepción o conciencia senso­rial. Por ejemplo, si uno de estos niños mastica una cracker o una galleta, con frecuencia no se dará cuenta de que se le que­da algo de alimento entre sus labios, o en las mejillas y en los dientes. Generalmente no usará la lengua para limpiar esa área de forma automática como suelen hacer los demás niños, pero se le puede enseñar a hacerlo. No limpia el área con la lengua porque su cuerpo no le está enviando mensajes de retroalimentación sensorial que le indiquen que todavía queda alimento en su boca. Por lo general, si llevas a tu hijo ante un espejo en esa situación, se quedará sorprendido, ya que piensa que ha terminado toda la comida. Puede tener también dificultad con la propiocepción táctil cuando habla, es decir, dificultad para saber dónde está su lengua y dónde debería colocarla para emitir un determinado sonido.

Si muestra dificultad para procesar sensaciones en su boca,  eso le llevará a la larga a tener di­ficultades para hablar. Si tiene disminuida la sensación al tacto en la boca (hiposensibilidad), le resultará más difícil sentir dónde está tocando su lengua cuando intente hacer sonidos del habla.

Algunos son hipersensibles al tacto (defensivos táctiles), y se les puede hacer intolerable cualquier tacto alrededor de la cara o la boca. Si vuestro hijo es un niño defensivo táctil, le disgustará explorar los objetos con su boca, lo que limitará la práctica de los movimientos necesarios de los labios y de la lengua.

Otros son hiposensibles (menos sensibles al tacto de lo normal). Algunos de estos niños son buscadores sensoriales. Es decir, se llevan continuamente cosas a la boca,  dan lametones,  mastican o  chupan objetos no comestibles, como su ropa, están inquietos y no paran. Se concentran en los estímulos, y tienen menos conciencia de las sensaciones y de los movimientos del habla. En las sesiones de logopedia y en casa, las actividades, como usar un espejo por ejemplo, les ayudarán a acrecentar la conciencia de sus órganos articulatorios, y de sus sensaciones en los labios, la lengua y otros órganos articulatorios, a medida que van emitiendo los diversos sonidos.

Si vuestro hijo es hiper- o hiposensible al tacto, consultad a un terapeuta ocupacional que esté for­mado en el tratamiento de los trastornos de procesamiento sensorial (V. más adelante). El terapeuta ocu­pacional utilizará actividades y ejercicios que ayudarán al niño a responder con más normalidad al tacto.

  1. Trastorno del procesamiento sensorial/Integración sensorial

Para aprender bien el lenguaje, los niños han de procesar y organizar simultáneamente los estímulos que entran por más de un sentido. Por ejemplo, para aprender a pronunciar una nueva palabra que se dice en la clase de ciencias, el niño debe ser capaz de escuchar cada sonido de la palabra cuando la dice la profesora, y después deducir cómo ha de mover sus labios, su lengua, etc. para hacer esos sonidos. Y para aprender qué palabras corresponden a la gama de colores, debe ser capaz no sólo de ver y reconocer los colores, sino que ha de conocer también la diferencia entre claro y oscuro.

Esta capacidad para organizar los estímulos a partir de diversos sentidos y aplicarlos a la vida diaria se denomina procesamiento sensorial o integración sensorial. Es el proceso neurológico a través del cual integramos e interpretamos los mensajes sensoriales de nuestros siete sentidos: la vista, el oído, el tacto, el gusto, el olfato, el propioceptivo y el vestibular. Alrededor del 20% de las personas tienen algún tipo de trastorno en el procesamiento sensorial, pero mi impresión clínica es que, en los niños con síndrome de Down, el porcentaje de los que tienen trastornos de procesamiento sensorial es muy superior al 20%.

Algunos niños tienen dificultades con la hipersensibilidad a los sonidos. Se tapan los oídos con las manos incluso cuando los sonidos ambientales no son excesivamente altos. Pueden llegar a sentirse muy incómodos en los partidos de baloncesto u otros eventos deportivos donde el nivel de ruido es muy alto. A esto se le denomina problema de integración auditiva. Hay diversos y variados programas de terapia de integración auditiva (AIT por sus siglas en inglés), enfocados específicamente a tratar este problema. Las terapias se realizan haciendo que el niño, a través de unos audífonos, escuche una música de la que se han filtrado, suavizándolas, determinadas frecuencias para "volver a entrenar" la audición del niño. La terapia AIT es controvertida, cara, y a veces la aplican personas muy poco preparadas. Si vuestro hijo tiene dificultades de integración auditiva y os decidís a buscar una terapia, aseguraos de que el programa lo aplique un audiólogo oficial y autorizado.

La habilidad de procesamiento/integración sensorial de un niño afecta al modo en que los demás le juzgan, a él y a su conducta. Por ejemplo, cuando un profesor le llama, espera que el niño responda a su pregunta o siga sus indicaciones. Es decir, el profesor espera que el niño oiga lo que se le ha dicho, y que reaccione a lo que ha oído llevando a cabo las acciones correspondientes. Si el niño no responde con las palabras o movimientos que se esperan de él, el profesor puede pensar que el niño está desobedeciendo adrede y pensará que el niño es desobediente o terco. A muchos niños con síndrome de Down se les acusa de tener problemas de conducta, que en realidad son el resultado de sus dificultades con el procesamiento sensorial o con la comunicación.

Pueden tener problemas para procesar los estímulos procedentes simultáneamente de más de un sentido. Por ejemplo, cuando se les pide que miren y escuchen al mismo tiempo. También pueden tener problemas para centrarse en lo que se les está diciendo si se sienten sobrecargados por demasiadas sensaciones a la vez (el ruido de los estudiantes caminando por el vestíbulo, el olor de las pinturas de los pósters, el reflejo de la luz solar en una ventana cercana). A veces, cuando parece que un niño con síndrome de Down es hiperactivo o impulsivo, de lo que se trata en realidad es de una señal de sus dificultades con la integración sensorial. El trastorno del procesamiento sensorial y los problemas de integración sensorial de esta naturaleza, no sólo dificultan el aprendizaje de las habilidades de comunicación, sino que dificultan también el aprendizaje de muchas otras habilidades.

El terapeuta ocupacional podrá ayudar al niño a superar sus problemas de integración sensorial. Algunas de las técnicas utilizadas por estos terapeutas incluyen el desarrollo y la implementación de una dieta o prescripción (programa) sensorial en la escuela, como parte del programa del IEP; la presión, lo helado, lo caliente y/o el cepillado; y las Historias Sociales para enseñarle las reacciones apropiadas que se estén viendo afectadas por el trastorno de integración sensorial. Una prescripción sensorial es un plan que se elabora para proporcionar actividades sensoriales en un programa que le dará a cada niño la estimulación sensorial que él necesite, de forma que no trate de buscar estímulos sensoriales de forma inconveniente, como por ejemplo, golpeándose la cabeza.

Las dificultades del procesamiento sensorial son más comunes en estos niños que en los de desarrollo típico. Incluso son más comunes en los que tienen un diagnóstico dual de síndrome de Down y autismo. Desde nuestra práctica clínica, hemos observado que muchos tienen algunas dificultades con el procesamiento sensorial, como por ejemplo, dificultades para tolerar los ruidos fuertes, para aceptar que se les cepillen los dientes, o que se les corte el pelo, o para tolerar texturas mezcladas en sus alimentos.

Nota. El artículo forma parte del capítulo 2 del libro Helping Children with Down Syndrome Communicate Better: Speech and Language Skills for Ages 6-14, de la Dra. Libby Kumin, publicado por Woodbine House (Bethesda, USA. 2008). Traducción autorizada de Rosario León Cuyás para Canal Down21.