Síndrome de Down Editorial Noviembre 2017
Afrontamiento y esperanza
El itinerario de cualquier vida humana es sinuoso. Culebrea. Incluso cuando los objetivos son claros, el modo de abordarlos frecuentemente tiene que sufrir cambios y giros, algunos de ellos imprevisibles. Cuando son dos o más las vidas que convergen en un proyecto común, como es el caso de la familia, el cruce de itinerarios puede resultar conflictivo si no hay sólidos principios que se constituyen en pilares esenciales del proyecto. La aparición en la familia de un miembro con discapacidad intelectual introduce inicialmente un elemento poderoso de inseguridad y zozobra.
El estudio cuyo resumen ofrecemos en este número de la Revista Virtual señala la importancia de un factor esencial que robustece la relación familiar: la esperanza. Una esperanza que se establece como consecuencia de la capacidad para afrontar, (es decir, para hacer cara a un problema o situación comprometida) las dificultades inherentes en el desarrollo de una vida tocada por la discapacidad.
Esa esperanza dista de ser ciega. Por el contrario, es una esperanza sólidamente cimentada en el conocimiento reforzado por el amor. Son el amor y el conocimiento los que inducen y consolidan nuestra capacidad personal de afrontamiento. Un afrontamiento que se nutre, a su vez, de influencias externas e internas que jamás deberán ser minusvaloradas o soslayadas por prejuicios sociales. Un afrontamiento que nos da argumentos para ejecutar conductas positivas y coherentes con inteligencia y sentido común, las cuales nos ayudarán a:
- establecer las adaptaciones oportunas en función de cada circunstancia personal y colectiva
- modificar a tiempo una trayectoria errónea
- fomentar la autoimagen de nuestro hijo y dar pasos sucesivos y decisivos hacia la autonomía
- reconocer sus habilidades, capacidades y limitaciones
- ajustar nuestros apoyos en función de dichas propiedades
Es innegable el papel decisivo que, en todo este proceso vital, juega la fortaleza de la relación interpersonal de los padres: él y ella. La multitud de condicionamientos personales y sociales que en la actualidad se entrecruzan y determinan esa relación es evidente. De cómo decidamos que ese juego de fuerzas influya en nuestras vidas va a depender el curso de esas otras vidas que tan estrechamente dependen de las nuestras. Es un ejercicio de donación permanente que termina llenándose de nueva luz, como tan bellamente lo expresa Mario Benedetti:
Tus manos son mi caricia
mis acordes cotidianos;
te quiero porque tus manos
trabajan por la justicia.
Si te quiero es porque sos
mi amor y cómplice y todo.
Y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos.
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