Síndrome de Down Editorial Diciembre 2017
¿Por qué duelen las miradas?
Una madre espera a su hijo a la salida del colegio. Junto a ella, el hermano pequeño, con síndrome de Down le agarra la mano con fuerza. Unos niños, en el patio, lanzan miradas hacia el niño y hablan entre ellos.
La madre, que se da cuenta, siente que su cabeza hierve. "¿Por qué le miran?"."Están diciendo que es retrasado". "Seguro que piensan que no tenía que estar aquí". "¿Se estarán burlando?". Y así, un sinfín de pensamientos recurrentes golpean su mente sin que pueda evitarlos, produciendo un hondo sufrimiento.
De repente, uno de los escolares se acerca. El corazón de la mamá parece querer explotarle en el pecho. El niño, con amabilidad y simpatía, le pregunta, ingenuo:
―Señora, ¿a que su hijo no es japonés?
―No, hijo mío, no es japonés. Tiene síndrome de Down.
―¡Ah! Gracias ―responde el niño.
―Veis, ya os dije que no era japonés ―oye que les comenta a los amigos.
No había más. Ingenuidad, inocencia, curiosidad, desconocimiento. Eso reflejaban las miradas y los comentarios de los niños. Pero la madre no pudo evitar que su mente se llenara de pensamientos pesimistas y derrotistas. Intuyó en aquellas miradas rechazo, discriminación, burla, ofensa.
Esta anécdota real, refleja con claridad meridiana el dolor que puede infringir una mirada. Sin embargo, también muestra cómo ese dolor en muchas ocasiones es un dolor gratuito, innecesario. Nadie quiso hacer daño, pero esa madre sufrió.
¿Por qué duelen las miradas? Porque se dirigen a un punto especialmente sensible en la piel del alma. Pero esas miradas, en general no reflejan más que la curiosidad, la extrañeza, la sorpresa que siempre despierta en nosotros lo distinto, lo desconocido, lo poco habitual. Añadir mala intención a esas miradas sólo sirve para abrir una herida mal cicatrizada, produciendo un dolor innecesario.
Invitamos a las madres, a los padres, a que realicen dos sencillos ejercicios de imaginación, para ponerse en la piel de quienes miran con extrañeza a su hijo con síndrome de Down:
- Que intenten recordar cómo miraban ellos a los niños con síndrome de Down antes de tener a su hijo. ¿Lo hacían con desprecio y rechazo o quizás, más bien con curiosidad o, las más de las veces, indiferencia? Porque entonces, probablemente las miradas de los demás no reflejen más que esa curiosidad.
- Que supongan que las miradas estuvieran dirigidas al otro hermano, ¿producirían el mismo dolor?, ¿les asaltarían pensamientos semejantes? Porque eso demuestra que si las miradas duelen es porque nuestra sensibilidad está especialmente a flor de piel cuando se trata del hijo con síndrome de Down.
¿Dejan alguna vez de doler las miradas? No lo sabemos. Lo que es evidente es que alimentar ese dolor con expectativas negativas y pensamientos mustios no parece que beneficie a nadie.
Les deseamos que disfruten de una muy feliz Navidad.
Comentarios
-!!!!D.Fra.cisco,Don Fra.cisco!!!
-!!Hola.Guapa, hermosa..linda! !!!( ya tiene 30 años)
Nos apartamos un poco y empezamos a hablar a voces.
No sé si la gente nos miró .Si lo hizo..notarían nuestro cariño mutuo y espero que algo les ayudaría a perder los prejuicios, a los que los tuvieran. Estoy seguro.Saludos.
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