Cómo impacta la edad sobre el modo de tragar en el síndrome de Down

El impacto de la edad sobre las funciones de comer, beber y deglutir en las personas con síndrome de Down

Tracy Lazenby

Dysphagia 23: 88´97, 2008

 

RESUMEN

 En el envejecimiento normal

Lo normal es que, a lo largo del envejecimiento normal, aparezcan ciertos cambios en la estructura, la fuerza, la coordinación y la sensibilidad en el mecanismo de la deglución. Pasados los 45 años, los adultos sanos empiezan a experimentar un declive gradual en la masa muscular, fuerza y eficiencia, y eso es aplicable a la musculatura facial, masticatoria y lingual. Aumenta el tejido conjuntivo de los músculos, y eso conlleva una mayor rigidez y una menor movilidad y flexibilidad muscular, lo que hace que sea más lento el tránsito del bolo alimenticio a través de la orofaringe. Sin embargo, no disminuye su capacidad funcional para trocear los alimentos de diversa dureza. Pero los músculos de la mandíbula han de trabajar con más fuerza.

Durante el proceso de la deglución, la flexibilidad y la fuerza de la contracción de la pared faríngea se ven reducidas, y la propia mucosa de la faringe se encuentra algo menos lubricada; eso hace que se queden más residuos de alimentos (comida y bebida), y que el adulto que va envejeciendo se vea obligado a hacer más movimientos deglutorios para poder descargar el alimento hacia el esófago. Eso mismo apunta a que puedan penetrar restos en la laringe que provoquen la tos y el estornudo.

También se han descrito ciertas modificaciones que, con la edad, van apareciendo en la fisiología del esófago, como por ejemplo la disminución de la sensación esofágica y cambios en la motilidad de los esfínteres superior e inferior del esófago. También puede haber un incremento del tejido conjuntivo en el esfínter esofágico superior, con retraso en su tiempo de apertura, por lo que el tránsito del alimento puede ser menos suave, más lento, aumentando el riesgo de que pueda deslizarse hacia la vía respiratoria si se encuentra abierta. Sin duda es importante la coordinación entre la deglución y el cierre de la laringe.

Ténganse en cuenta, además, los otros problemas que la persona que envejece pueda tener: la dentición y la masticación, la manera de llevar el alimento o la bebida a la boca, distracciones, comorbilidades, medicación que reduzca el tono muscular, reflujo gastroesofágico, temblor... En definitiva, el envejecimiento en la población general incrementa los problemas de disfagia, cuyas complicaciones, además de molestas, pueden ocasionar situaciones peligrosas: desde atragantamientos hasta desinterés por la comida y consiguiente reducción de la cantidad de la ingesta necesaria, y problemas respiratorios serios por desviación de los alimentos hacia las vías respiratorias.

En el envejecimiento de los adultos con síndrome de Down

Debe tenerse en cuenta que en el síndrome de Down, desde la infancia, existe una abundante y extendida problemática orofacial y faringo-laríngea que repercute, a veces seriamente, en el modo de masticar, de beber, de deglutir, de resistir a aceptar determinadas texturas por el esfuerzo que pueda suponer asimilarlas, de renunciar a determinados alimentos. La configuración del maxilar y la mandíbula, la bóveda del paladar, la pequeñez de la boca, la hipotonía de la lengua, la presencia de amígdalas grandes, la estrechez de la faringe y la hipotonía de sus músculos, la irregularidad de la dentición, la respiración bucal: son elementos todos ellos que, sumados aunque sólo sea parcialmente, dificultan la correcta masticación, bebida y deglución. A ello se suma la realidad del reflujo gastroesofágico debido a la reducción del tono del esfínter esofágico inferior.

A lo largo de la vida, muchos de estos problemas se han ido corrigiendo o paliando, o las personas han desarrollando sus propios mecanismos de compensación. Pero sin duda constituyen un "historial" que debe ser considerado, sobre todo si se tiene en cuenta la problemática que el envejecimiento por sí mismo añade, tal como ha sido expuesta en el apartado anterior. El envejecimiento en la población con síndrome de Down es ya una realidad incuestionable, que destaca por sus dos principales características: la precocidad de su aparición, y la tendencia a desarrollar la demencia propia de la enfermedad de Alzheimer. Eso hace que el tema de la disfagia adquiera una importancia especial a la hora de abordar los cuidados y apoyos que estas personas requieren, porque un serio accidente disfágico puede ocasionar un grave problema.

La disfagia ocurre en prácticamente todos los pacientes con enfermedades degenerativas del sistema nervioso central, incluida la demencia tipo Alzheimer. En la población general sin síndrome de Down esta demencia ocasiona serios trastornos en la función motora (p. ej., llevar bien el alimento a la boca, abrirla adecuadamente) y en la coordinación de las fases oral y faríngea: masticar iniciar la deglución, manejar la secreción bucal, evitar la regurgitación nasal, controlar el reflejo de la tos, la sensación de asfixia. Estos accidentes son tanto más frecuentes cuanto más avanzada sea la etapa de la demencia, pero pueden apreciarse ya en las primeras etapas,  y constituyen las causas de posibles accidentes de aspiración hacia el aparato respiratorio. Todo lo expuesto es aplicable a la población con demencia y síndrome de Down. Para algunos autores, la problemática de la alimentación es uno de los factores que contribuyen a la pérdida gradual de peso en estos pacientes.

 

COMENTARIO

Los actuales estudios sobre la salud de los ancianos con síndrome de Down señalan la frecuencia con que estos problemas disfágicos son causa de ingresos hospitalarios, porque se complican con los problemas de aspiración por vías respiratorias y consiguiente neumonía por aspiración. Si a ello se suma el relativamente frecuente reflujo gastroesofágico cuyo contenido también puede ser aspirado, los inconvenientes pueden aumentar.

El artículo describe con precisión la problemática de la disfagia en las personas ancianas, incluidas las que tienen síndrome de Down. Desde esta perspectiva, es preciso llamar la atención a padres y profesionales que atienden a niños y jóvenes sobre la importancia que tiene cuidar desde pequeños cuanto atañe a la actividad alimenticia:

  • el cuidado de la boca: higiene, correcciones dentales y mandibulares,
  • el promover la respiración nasal,
  • el acostumbrar la boca y su mucosa a diversas texturas y sabores,
  • el comer sin ansiedad,
  • el masticar la comida y salivarla durante tiempo suficiente, hasta que quede plenamente desintegrada, sin esquinas ni grumos,
  • el tomar porciones de tamaño reducido, tanto más cuanto más duro o fibroso sea el alimento ingerido,
  • el dar tiempo a que la boca se vacíe,
  • el evitar temperaturas muy fías o muy calientes que originen respuestas reflejas de tos o estrechamiento de la faringe.

Esta buena conducta, si está bien formada y ejercitada a lo largo de la vida, hará que al encarar la ancianidad, la persona disponga de una práctica y educación de base, que amortigüen los declives que son propios de la edad.