Caso práctico. Joven con síndrome de Down que falleció en un campamento
El Mundo. 30 julio 2019 - 14:14
La Sección Tercera de la Audiencia de Valencia ha estimado parcialmente el recurso de apelación de la familia del joven con síndrome de Down Sergio Requena, que falleció en junio de 2018 durante un campamento estival en Enguera, contra el archivo de la causa al considerar que pudo haber una "negligencia".
El cuerpo de Sergio Requena, al que medios aéreos y terrestres buscaron durante varias horas, fue localizado a ocho kilómetros del camping del Teuralet, en la pedanía de Navalón, en el término de la población valenciana de Enguera, donde estaba de viaje de fin de curso en un campamento de Asindown.
Según informó entonces la Guardia Civil, el cadáver del joven fue encontrado con la misma ropa que llevaba cuando desapareció y un casco de alguna actividad que pudiera haber estado realizando cuando desapareció.
El sobreseimiento del caso fue acordado el pasado mes de octubre, en un auto, por el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 4 de Xàtiva, según han informado este martes a EFE fuentes del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana (TSJCV).
La Audiencia Provincial de Valencia, en un auto dictado el pasado 25 de julio, ha admitido parcialmente el recurso presentado por la familia de la víctima, personada como acusación particular, y ha revocado la decisión del juzgado de Xàtiva.
La Audiencia considera que no se puede descartar una "negligencia" en el cuidado de la víctima, en "la demora en detectar" su ausencia o en la "organización y desarrollo de la actividad" donde se produjo su muerte.
Igualmente, los magistrados acuerdan que se practiquen diversas diligencias de investigación como la toma de declaración de dos testigos o un análisis del grado de autonomía personal que tenía el fallecido.
La Sección Tercera de la Audiencia resuelve así la reapertura de las diligencias previas sobreseídas y mantener en ellas la condición de investigadas respecto a seis monitoras del campamento.
En declaraciones a Efe, la abogada de la familia del joven, Virginia Masià, ha celebrado la decisión de la Audiencia ya que la familia pide que se asuman las responsabilidades por la muerte de Sergio y que se investigue a las personas que tenía "el deber de vigilar" al joven.
Comentario (J. Flórez)

Esta es la noticia escueta tal como aparece en el periódico EL MUNDO. La noticia suscita algunos comentarios.
Todo lo que sea analizar a fondo las circunstancias que hayan podido concurrir en tan triste final, será muy bien recibido.
El joven Sergio Requena estaba de viaje de fin de curso en un campamento de Asindown. Asindown es una Asociación valenciana especializada en síndrome de Down. Es de suponer que conocían al joven, su estado físico, sus características y sus capacidades. Es de suponer que la organización del campamento contaba con suficiente personal para atender a los usuarios, y que este personal estaba capacitado para ejercer sus misiones.
Desconozco las condiciones concretas por las que Sergio se desvió del grupo en algún momento y desapareció. ¿Hubo imprudencia en la vigilancia? ¿Hasta qué punto esa vigilancia era necesaria? ¿Era fácil perderse? ¿Había suficientes monitores para mantenerla? ¿Era sencillo o complicado el mantenerla? ¿Se conocían bien las capacidades de Sergio o hubo excesiva confianza en ellas? ¿Se disponía de teléfonos móviles?
Especial gravedad adquiere el hecho de que Sergio fuese encontrado muerto. No conozco la causa de la muerte (se supone habrá sido considerada a fondo por el Juzgado de Primera Instancia de Xátiva). Porque ese hecho suscita otra serie de preguntas, en función de cuál haya sido el diagnóstico de la muerte. ¿Se conocía si tenía alguna enfermedad? ¿Hubo deshidratación, golpe de calor, agotamiento, caída por algún sitio peligroso?
Estos interrogantes y otros más que se pudieran proponer exigen respuestas muy concretas.
Mi intención, en cualquier caso, es salir al paso de esa falsa confianza y seguridad que empieza a generalizarse sobre las personas con síndrome de Down. Conscientes de los logros que están alcanzando en su vida, bajamos la guardia y no tenemos en cuenta una serie de principios que siguen siendo plenamente actuales.
- Los logros alcanzados son individuales: unos los adquieren y otros no. Nunca se puede bajar la guardia.
- La frase "se aprende equivocándose", tantas veces invocada, debe ser muy bien matizada porque responsabilidad nuestra es también la protección. Porque hay equivocaciones que pueden resultar letales, como lo fue en este caso.
- Las comorbilidades son reales, y también individuales.
- Pese a los avances en el grado de autonomía personal de las personas con síndrome de Down, su capacidad para reaccionar y hacer frente a situaciones inesperadas, o más complejas, sigue siendo limitada; tanto más cuanto más compleja sea la situación creada.
- Su resistencia física y reacción corporal frente a los agentes externos (temperatura, esfuerzo) e internos (estrés, ansiedad) están disminuidas.
Comentario (E. Ruiz)
En relación con los comentarios que tú aportas, Jesús, se me ocurren algunas puntualizaciones.
En principio, la revisión de las condiciones concretas de la desaparición no creo que deban ser objeto de repaso por nuestra parte. Efectivamente pudo darse algún tipo de negligencia o imprudencia, recogida en todos esos interrogantes que planteas sobre personal suficiente y capacitado, vigilancia, lugar en que ocurrió, capacidades del chico, posible enfermedad, deshidratación, teléfono móvil, etc., pero no creo que sea nuestra tarea hacer ese análisis. Precisamente esa es la función de la Sección Tercera de la Audiencia que reabre las diligencias.
La reflexión que me parece oportuna es la que planteas en los 5 puntos finales y que desde mi punto de vista ha de centrarse en lo que hablamos ayer: que el exceso de optimismo respecto a las capacidades de las personas con síndrome de Down está llevando a enfrentarles a situaciones para las que no tienen recursos y sin las necesarias condiciones de seguridad. Ni se les prepara lo suficiente, ni se toman medidas preventivas de seguridad para compensar esa falta de preparación. Efectivamente, como tú bien dices, se les ha de dejar que se equivoquen, pero siempre dentro de un marco de protección.
Lo que yo quisiera añadirte es el punto de vista de los responsables del campamento. Es posible que no hubiera personal suficiente o que no estuviera adecuadamente capacitado, pero lo cierto es que en esas actividades al aire libre con tantas personas y en entornos tan abiertos, es difícil poder garantizar la seguridad de todos los asistentes. Independientemente del caso concreto, la realidad es que las Asociaciones (como en este caso Asindown) hacen todo lo posible para responder a las demandas de los usuarios. Y si piden convivencias y campamentos de verano, ofrecen esos servicios, muchas veces a costa del sobreesfuerzo de sus profesionales, en general mal pagados y sobreexplotados. Quiero decir que hacen lo que pueden.
No pretendo con esto quitarle peso a su responsabilidad, pero después de haber estado de monitor scout voluntario durante 10 años en distintos campamentos en los que llevábamos durante 15 días a alrededor de 100 niños cada año, siempre he pensado que en cualquiera de ellos podría haber pasado alguna cosa a algún niño: marchas diurnas y nocturnas, baños en el río, campamentos volantes, vivaks, juegos alrededor del fuego; todas esas actividades son muy estimulantes, divertidas y educativas, pero conllevan un riesgo. Afortunadamente en mi caso nunca ocurrió nada más allá de un esguince o una rotura de un brazo, pero si hubiera sido más grave, no sé cuál habría sido la reacción de los padres.
Digo esto porque esa responsabilidad tan seria está llevando a que muchos maestros y profesores de colegios se nieguen rotundamente a llevar a sus alumnos de excursión ni a ningún tipo de actividad extraescolar, pues nadie les asegura que si pasa algo esa responsabilidad la vaya a asumir la Administración o la dirección del centro educativo. Eso priva a los alumnos de la posibilidad de realizar actividades fuera del aula, con la riqueza que aportan.
Los padres, por su parte, también tendrían una parte de responsabilidad a la hora de determinar si su hijo está verdaderamente capacitado para acudir a un campamento, contando con las habilidades de autonomía e independencia precisas, incluyendo la capacidad para tomar decisiones o enfrentarse a imprevistos. La abogada de la familia pide que se investigue a las personas que tenían "el deber de vigilar" al joven, pero no tiene en cuenta la parte de la responsabilidad de la familia al mandar a un hijo que "necesita estar vigilado" a una actividad al aire libre en la que hay determinados peligros. Lo que ocurre es que si todo va bien no hay ningún problema y todos vuelven felices, pero si la cosa se tuerce ya nadie es amigo de nadie y rápidamente se buscan responsables.
Mi preocupación es que si sentencias como ésta siguen su curso y alguien acaba por ser condenado, muchos profesionales de asociaciones acaben por negarse a realizar actividades que supongan algún riesgo, pues ven que al final los que pagan el pato son ellos. De esa manera, acaban quedándose en la asociación haciendo las mismas actividades rutinarias de siempre y procurando no correr ningún riesgo.