Lenguaje en los jóvenes adultos con síndrome de Down

Resumen del mes Octubre 2019: Lenguaje en los jóvenes adultos con síndrome de Down

(Psycholinguistic profile of young adults with Down syndrome)
Elena López-Riobóo, Pastora Martínez-Castilla

Research in Developmental Disabilities 94 (2019). https://doi.org/10.1016/j.ridd.2019.103460

 

RESUMEN

Se conocen muy bien las dificultades que existen en el desarrollo del lenguaje de los niños con síndrome de Down. Dificultades que son muy diversas no sólo en los diversos componentes del lenguaje sino en su intensidad y en las personas individuales que se ven afectadas. Son numerosísimas las investigaciones que se han realizado, que tratan de conocer las causas de un problema que se inicia ya en los primeros meses de vida; y son abundantes los libros que ofrecen recomendaciones y métodos para mejorarlo. Lo habitual es que el lenguaje y el habla progresen y se vayan perfeccionando en grado variable a lo largo de los años; pero como en todo, eso depende de la propia genética del individuo, y de la calidad y constancia con que se apliquen los programas de intervención logopédica a lo largo de la infancia, niñez y adolescencia.

A diferencia de lo mucho que se ha estudiado sobre el lenguaje en el niño con síndrome de Down, es muy poco lo investigado en el joven adulto. ¿Cuáles son sus flaquezas y sus fortalezas? Sin duda, los avances en su formación global, en su capacidad para elaborar el pensamiento y tomar decisiones y en su inmersión social que le facilita el contacto con múltiples experiencias enriquecedoras, son factores positivos que estimulan y favorecen la elaboración de un habla cada vez más rica en su elaboración ―construcción― y contenidos ―pensamiento―. Pero generalmente, hay problemas que persisten.

¿En qué grado mejora el habla? ¿Persisten todavía, a esa edad, algunos de los mecanismos debidos a la trisomía 21 que parecen contribuir a dificultar la producción y expresión del habla? El presente trabajo trata de aportar algunos datos que iluminen ciertos puntos oscuros, en una época en que la vida de la persona con síndrome de Down se ha prolongado tan marcadamente y, por tanto, la persona requiere disponer al máximo de sus capacidades comunicativas.

El desarrollo y procesamiento del lenguaje y el habla en el cerebro de las personas sin y con síndrome de Down son extraordinariamente complejos[1]. Dentro de toda esa complejidad, en su elaboración es clásica la distinción que se hace, en términos psicolingüísticos, de dos habilidades: la relacionada con el procesamiento auditivo y la relacionada con el procesamiento visual. Son dos vías diferentes de información, relacionadas con los procesos que conducen a la adquisición y utilización del lenguaje: la descodificación (lenguaje receptivo), la asociación (manipulación interna de los símbolos lingüísticos) y la codificación (lenguaje expresivo). A ello se añaden las funciones psicológicas implicadas en la percepción, interpretación y envío de mensajes por lo que, dentro de las vías auditiva y visual, deben considerarse también las habilidades relacionadas con la memoria y la capacidad de completar las palabras.

Con frecuencia se ha descrito que las personas con síndrome de Down poseen relativos puntos fuertes en sus habilidades visuales mientras que son débiles sus habilidades en el proceso auditivo, por lo que realizan mejor las tareas que dependen de su habilidad visual que de la auditiva. Y dado que los estímulos lingüísticos son visuales y auditivos, estas diferencias puede repercutir en la adquisición y uso del lenguaje: mejor el lenguaje de gestos y peor el lenguaje oral.

¿Es esto así también en el joven adulto? No hay duda de que la habilidad y procesamiento auditivos siguen siendo deficientes. Pero, por una parte, la realidad es que la habilidad visoespacial dista de ser homogénea en toda sus manifestaciones; y, por otra, conforme avanza la edad, si la intervención educativa en su conjunto ha sido adecuada, la habilidad cognitiva juega también un papel importante, con lo que la habilidad visoespacial perdería su prominencia.

Atendiendo a todo ello, las autoras de este estudio han analizado las habilidades psicolingüísticas implicadas en el procesamiento auditivo y visual de 50 jóvenes adultos con síndrome de Down (media de edad: 22,6 años ± 2,2) y, las han comparado con las de otros 50 jóvenes con discapacidad intelectual debida a etiología no identificada (media de edad: 21,9 años ± 2,00), de similar cognición no verbal (documentada por los correspondientes tests y análisis estadístico). Todos ellos tenían lenguaje oral (español) y eran monolingües. Eran estudiantes pertenecientes a un programa de formación especial (postobligatoria) llevado a cabo dentro de una Fundación privada. Algunos (en los dos grupos) recibían terapia psicológica especial para mejorar su bienestar socioemocional.

Como método fundamental para evaluar los canales de habilidades psicolingüísticas se utilizó la versión española estandarizada del ITPA (Illinois Test of Psycholinguistic Abilities) que permite valorar detalladamente los procesos de recepción, asociación, expresión, integración o cierre, y memoria relativas a ambos procesos de información auditiva y visual. Adicionalmente se aplicó  una medición de la comprensión del vocabulario (versión española del Peabody Picture Vocabulary Test: PPVT-III), y el subtest-matrices del Kauffman (K-BIT) para evaluar la cognición no-verbal.

Recepción: En la auditiva, los participantes con síndrome de Down (SD) obtuvieron una puntuación significativamente más baja que los participantes con otro tipo de discapacidad intelectual (DI). En cambio, la recepción visual fue similar en ambos grupos.

Asociación: Tanto en la auditiva como en la visual, la asociación fue inferior en el grupo con SD con respecto a las del grupo con DI.

Expresión del lenguaje: No hubo diferencias entre los dos grupos ni en la expresión verbal ni en la de carácter motor.

Integración o cierre: Con este nombre se define la habilidad para completar las partes omitidas de un estímulo visual o auditivo. Tiene tres subtests: el gramatical evalúa la capacidad de utilizar la gramática para completar un enunciado; el auditivo, la capacidad de completar palabras en las que se omiten algunos sonidos silábicos; en el visual, la capacidad de identificar objetos que se han ocultado en un contexto visual complejo.

En la prueba de carácter gramatical la ejecución fue peor en el grupo SD que en el grupo DI. En el test de carácter visual, los resultados fueron peores en el grupo SD que en el grupo DI; no así en el test de carácter auditivo, en el que los resultados fueron similares en ambos grupos: SD y DI.

Memoria secuencial: La de carácter auditivo obtuvo peores resultados en el grupo SD que en DI, mientras que la de carácter visual los resultados fueron similares en ambos grupos.

Comprensión del vocabulario: La ejecución en el grupo SD fue significativamente inferior en el grupo SD que en el grupo DI.

Son de destacar los siguientes hechos:

  1. En los tests de asociación, la habilidad del grupo SD fue igualmente inferior a la del grupo DI en ambas variedades: la visual y la auditiva. Es decir, no se vio una primacía por parte de la habilidad visual frente la auditiva. Con independencia de la vía utilizada, parece haber un déficit generalizado para establecer las relaciones conceptuales y la generación de categorías.
  2. También en los test de cierre o integración se apreciaron importantes diferencias. El déficit en la prueba de carácter gramatical era el esperado. Lo inesperado fue comprobar que las pruebas de carácter visual en los jóvenes adultos con SD dieron resultados inferiores a los del grupo con DI, mientras que en las de carácter auditivo los resultados fueron similares, mostrando así en la prueba auditiva una superioridad sobre la prueba visual.

COMENTARIO

El principal mensaje de este estudio es el de no aceptar de forma generalizada y acrítica la superioridad del procesamiento de la información visual sobre la auditiva en las personas con síndrome de Down, al menos a la hora de trabajar en el aprendizaje y desarrollo del lenguaje. Es cierto que el grupo aquí evaluado es un grupo especial, particularmente dedicado y apoyado, en el que la comunicación verbal, de mayor o menor calidad, forma parte sustancial y diaria de sus actividades. Pero eso mismo nos indica que cuantas más oportunidades y esfuerzos educativos empleemos, mayor será la probabilidad de que su lenguaje mejore y se afiance. Incluso en contextos de clases especiales como son las del programa educativo en el que estos jóvenes estaban matriculados.

El estudio reconoce también la superioridad del procesamiento visual sobre el auditivo para ciertos aspectos en el síndrome de Down; pero no fue superior al observado en el grupo de DI de origen no identificado.

En cualquier caso, nos indica que se han de usar métodos e instrumentos que se sirvan de lo verbal-auditivo y de lo visual. A más lenguaje (visual y hablado) y comunicación, mayor capacidad y oportunidades de mejorar el conocimiento; y a mayor conocimiento, mayor capacidad para desarrollar el lenguaje y la comunicación.

[1] Véase una descripción completa en: Flórez J, Garvía B, Fernández-Olaria R, "Síndrome de Down: Neurobiología, Neuropsicología, Salud mental", cap. 12, "Lenguaje y comunicación", pp. 273-303. CEPE Editorial y Fundación Iberoamericana Down21. Madrid 2015.