Guía pedagógica para personas con discapacidad intelectual

Artículo Profesional: Guía pedagógica para técnicos y cuidadores de personas con discapacidad intelectual

José Ramón González Uclés

Máster en Intervención Psicopedagógica en Síndrome de Down (Universidad San Jorge)
Grado en Pedagogía (Universidad Complutense de Madrid)
Técnico Superior en Integración Social (I.E.S. Complutense).

Esta guía pretende proporcionar una formación más humana, puesto que «la formación científica y pedagógica de los profesionales de la educación no puede restringirse a una capacitación puramente técnica» (Barrio, 2010, p.16), y aportar una mirada pedagógica [1]. Y es que educar «implica no sólo saber y enseñar, sino también dominar el carácter y sentido propios del significado de “educación” para aplicarlo a cada área experiencia cultural» (Touriñan, 2013b, p.44).

Resumida del Trabajo de Fin de Grado del autor, está dividida en dos partes, una teórica y otra práctica. La primera, aporta una serie de conocimientos pedagógicos, haciendo hincapié en los criterios educativos de José Manuel Esteve [2]. La segunda, expone ejemplos provocadores para la aplicación práctica de los conocimientos mostrados y mejorar así la intervención educativa.

I. PARTE TEÓRICA

Está basada en los cuatro criterios educativos según José Manuel Esteve. Así como no todo lo que se aprende es educativo, no toda intervención supuestamente educativa lo es. Para asegurarse de que las intervenciones con las Personas con Discapacidad Intelectual (en adelante PCDI) sean educativas, deberán reunir cuatro criterios fundamentales: criterio de contenido, forma, uso y equilibrio (Esteve, 2010, pp. 21-28).

Criterio de contenido: cuando se enseñe algo que se espera que sea aprendido, ese algo debe tener un contenido moralmente irreprochable, ha de ser algo bueno. Debe humanizar al individuo, hacerlo mejor. Todo criterio implica un juicio moral sobre el contenido. Una vez fijado aquello que sea bueno, cuando se mira al educando con gafas pedagógicas, se esperará que progrese con la ayuda educativa recibida, desde la situación actual hasta ese sujeto educado mejorado, al que el educador trata de acercar. Enseñar a alguien a robar carteras no es educativo porque falta al criterio de contenido, ya que el hecho de robar no es bueno en sí mismo.

Criterio de forma: además de que el contenido sea bueno, el cuidado de la forma ha de ser el adecuado, respetando al mismo tiempo la dignidad y la libertad del educando. Se puede ofrecer una enseñanza cuyo contenido sea irreprochable y faltar al criterio de forma, incluso, de manera muy eficaz, usando, por ejemplo, la coacción o estímulos aversivos; pero entonces, no sería educativo. Si se agrede la libertad y la dignidad del educando, se falta al criterio de forma.

Criterio de uso: es necesario saber usar un concepto porque se ha entendido. Para que un aprendizaje sea educativo, el educando deberá:

desarrollar algún tipo de esquema conceptual propio sobre lo aprendido, a partir del cual pueda usar el contenido que acaba de aprender con ideas propias, incorporándolo a su forma personal de entender el mundo o de entenderse a sí mismo. (Esteve, 2010, p.25)

Si lo que se enseña, aun siendo bueno y con las formas adecuadas, no es comprensible para quien trata de aprender y, por tanto, no consigue que ésta genere un esquema conceptual, habremos realizado una instrucción, pero no un aprendizaje educativo.

Criterio de equilibrio: el contenido debe ser tal que produzca en el educando una personalidad integrada, no siendo unilateral y excesiva, provocando desequilibrios. No se puede realizar un proceso educativo cuyo resultado sea un desequilibrio en aquél que se pretende educar. Lo que se enseña, debe ser el punto exacto, sin caer en un defecto por ignorancia o frustración o en una especialización aberrante por exceso. Se trata de educar al ser humano en su globalidad, de forma integral, con una visión de su yo completo.

 

¿Qué es educar?

Educar es algo más que formar. Esta guía entiende el concepto de educar con una visión amplia, más allá de la formación reglada. Para sustentar esta afirmación, me baso en la autoridad de Gil y de Savater.

Educar, según Gil (2013):

consiste en aumentar conocimientos del educando, proporcionarle herramientas para su crecimiento personal, ofrecerle unas reglas de comportamiento social, enseñarle a diferenciar el bien del mal, lo verdadero de lo falso, a buscar la verdad, aumentar su libertad y autonomía, transmitirle experiencias, valores morales, culturales y potenciar sus cualidades.

Educamos para transformar, para elevar al educando a un nivel más humano, para desarrollarlo hacia el bien. El mismo autor indica que «Educar, desde una definición de trabajo, operativa, no conceptual, es favorecer un cambio de estado deseable» (Gil, 2013).

Para Savater (2011), educar:

Es creer en la perfectibilidad humana, en la capacidad innata de aprender y en el deseo de saber que la anima, en que hay cosas (símbolos, técnicas, valores, memorias, hechos…) que pueden ser sabidos y que merecen serlo, en que los hombres podemos mejorarnos unos a otros por medio del conocimiento. (pp.19-20)

Etimología de la educación. Educare, Educere, Paideia y Bildung

Desde la tradición latina, el término educación tiene dos raíces que señalan diferentes significados: Educare y Educere. Educare: significa «alimentar», «cuidar de», y está relacionado con los verbos «conducir», «orientar», «guiar», tiene que ver con un modelo directivo de intervención desde fuera. Educere: significa «extraer», «sacar de dentro a fuera» y está relacionado con los verbos «hacer salir», «extraer», «dar a luz», «crecer», «desarrollarse», «desenvolverse»; hacia afuera, desde el sujeto, «algo que ya está ahí» (Gil, 2013). Lo interesante, continua Gil, (2013) es «que sepamos armonizar qué es lo necesario en cada momento para la persona». En la tradición griega, la comunidad tiene un papel principal. El término educación proviene la palabra «Paideia» que significa «nutrición». Se refiere a la formación cívica de los ciudadanos y expresa los ideales de una cultura, de una civilización (García, M. & García, J., 2012, pp.48-49). Desde la tradición alemana, el término Bildung «formación», hace referencia a la cultura, tanto a su proceso de asimilación como a la cultura misma que la persona posee (García, M. & García, J., 2012, pp.48-49). Barrio (2010), por su parte, precisa que este «formar» o «conformar» al que se refiere el término Bildung, «ordinariamente se emplea con el significado de «construcción humana» (Menschenbau): dotar al hombre de habilidades o conocimientos» y más adelante especifica que «la voz Bildung subraya la iniciativa del educador o maestro» (p. 77).

1. La autoridad

La autoridad es la admiración de respeto y obediencia que se le concede a alguien por sus cualidades de servicio, respeto de los demás y dominio de una determinada materia. No se debe confundir con el autoritarismo o la permisibilidad. El autoritarismo está basado en el poder que se tiene sobre otro; se impone, mientras que la autoridad se gana y se reconoce. Una vez adquirida, los demás le reconocen esa autoridad de forma voluntaria y libre. La autoridad es la posición intermedia entre el autoritarismo y el permisivismo (Gil, 2013). El autoritarismo genera un malestar en el individuo con el que se ceba. «Cuando hay autoritarismo, éste genera inmadurez, pasividad, agresividad o conformismo, se obedece por imposición o miedo, y eso no es obediencia, es sumisión» (Alarcón, 2012, p.77). La permisividad, la falta de corrección, puede hacer que el educando, - nos dice el mismo autor -, piense que «él les da igual, y eso repercute en su autoestima, comportamiento y rendimiento» (2012, p.77). Quien no se ve corregido, no se ve amado, pues la auténtica corrección es un acto de amor, pues se corrige a quien se ama. Corregir a alguien, solo puede realizarse desde el cariño, desde un «amor pedagógico»[3] (Gil, 2013). En el mismo sentido, Alarcón aconseja que si alguien «hace algo que no está bien no le digas que por eso no le quieres, pues lo que no quieres es lo que ha hecho» (2012, p. 30). También es importante que cuando se deba corregir a alguien, se evite hacerlo en público. De esta forma salvaguardamos su intimidad y fama, no exponiéndolo al ridículo público. El educando necesita un educador que sea para él una autoridad, que les ponga límites para aprender a regularse. Y es que los educandos «necesitan una autoridad que les facilite normas claras que les den seguridad y margen de actuación» (Alarcón, 2012, p.77). Esteve (2010), por otro lado, distingue entre autoridad y autoritarismo, la diferencia existente entre ambos términos, pues «la autoridad y la libertad no se contraponen. Sí existe [en cambio] contradicción entre la libertad y el autoritarismo» (p.153). Para educar hace falta que la autoridad se dé. No es suficiente con que se produzca un «enganche», con que se empatice con el educando. Sin autoridad, no es posible servir de ayuda o apoyo al ser humano que se pretende educar. Y la educación es una relación de ayuda. Cuando los educadores dan órdenes contrarias se desautorizan a sí mismos. Por eso importante que haya un enfoque común.

2. La consigna

Cuando se ofrezca alguna indicación, será breve, clara y concisa. No se le mostrará la siguiente consigna hasta que haya realizado la primera. Así evitaremos malentendidos y ayudaremos a quienes presenten dificultades con su memoria. Por ejemplo, no le se le ordenará – «desvístete», así, sin más, sino - «Juan, por favor, quítate el jersey». Cuando se lo quite, se pasará a dar la siguiente instrucción: «Juan, por favor, quítate la camisa», etc.; siguiendo siempre el mismo orden. Habrá que asegurarse de que las indicaciones son comprendidas, porque puede ocurrir que no se hayan oído o que no se hayan entendido. A demás del «por favor», deberá usarse el nombre del educando y no su apellido o mote. No se debe, además, mostrar síntomas de impaciencia. Le daremos el tiempo que necesite, sabiendo que los tiempos suelen ser mayores. Gianfranco Zavalloni (2013) se refiere a esta pedagogía que respeta los tiempos de cada uno como la «Pedagogía del caracol».

3. Persona y dignidad

Persona, del latín per-sonare, sonar alto, sobresalir, en cuanto a verbo, usado para expresar lo que hacían los actores griegos y latinos. La máscara que utilizaban, «prósopon» en griego, persona en latín, tenía una concavidad que potenciaba la voz. Como adjetivo, «personus» significa resonante, lo que suena de tal forma que destaca. Unido al concepto de lo sobresaliente, la dignidad es una excelencia por la que algo resalta por un valor propio. La noción de persona actual, no de máscara, tiene un origen cristiano, surgiendo de la discusión teológica sobre la Santísima Trinidad. Padre, Hijo y Espíritu Santo. Se distingue entre la unidad de Dios en cuanto a su sustancia y la trinidad en cuanto a la índole de persona. Tres personas, un solo Dios. Así, la noción de persona solo es aplicable al hombre y a Dios (Barrio, 2010). En su aspecto teológico, Desde esta perspectiva, la noción de persona solo es aplicable al hombre y a Dios: el hombre posee una dignidad por ser imagen de Dios. «Cualquier hombre lleva en sí el aliento de Dios, es imagen suya. Esta es la causa más profunda de la inviolabilidad de la dignidad humana» (Ratzinger, 2005, p.70). Con independencia de su origen, la humanidad defiende la dignidad como elemento inseparable e insustituible de todo ser humano.  Cuando se educa, ha de hacerse siempre respetando la dignidad del educando. Barrio (2010) lo refleja de la siguiente forma:

En lo que a la tarea de educar se refiere, por parte del educador, el respeto a la dignidad de la persona del educando se concretará, a fin de cuentas, en ofrecerle, suave y enérgicamente, la ayuda necesaria para que ella, por sí misma, pueda encaminarse hacia lo que contribuye a su mejor plenitud como persona. (p. 155).

4. Heteronomía y autonomía

Según el Diccionario de la Lengua Española, autonomía es «condición de quien, para ciertas cosas, no depende de nadie» (p.252). Y la heteronomía queda definida como «condición de la voluntad que se rige por imperativos que están fuera de ella misma» (p.1204). Existen dos acepciones del término  «autonomía»: La primera, derivada de su origen etimológico «nomos», que quiere decir «norma o ley», y empleada en el discurso kantiano, como «un individuo o conjunto de individuos –una comunidad– es autónomo porque es capaz de autonormarse, es decir, de darse leyes a sí mismo» (Barrio, 2010, p.190); la segunda, referible a «educación», que vendría a coincidir con la libertad moral. Ésta, según Barrio (2010) «alude a la necesidad de fomentar en el educando la capacidad de pensar y actuar con criterios propios, de autodirigirse, de autogobernarse en la vida: en último término a eso debemos aspirar como educadores». Ambas concepciones no pueden separarse del todo, pues «la autonomía sin libertad moral es completamente vacía e infecunda» (Barrio, 2010, p.191). Para poder pasar de la heteronomía a la autonomía, se precisa de un aprendizaje. «Es razonable asumir que se precisa un aprendizaje para que se produzca la transición entre un ser no autónomo, aunque humano, y el sujeto autónomo» (González, 2004, p.204). Puesto que nacemos en la heteronomía, la labor del educador será la de ayudar educando a pasar de la heteronomía a la autonomía, si no totalmente, sí hasta lo máximo posible. Y para ello adecuará su «educare» y su «educere», al momento evolutivo en el que se encuentre el educando, entendiendo que una educación «educare» será más propia para la heteronomía y una educación «educere» más adecuada para la autonomía. El ideal, dice Gil, es el equilibrio entre el «educare» y el «educere» que el educando necesita para que pase desde la heteronomía al mayor grado de autonomía posible (2015). La autonomía está ligada de al desarrollo evolutivo. «El fomento de la autonomía no depende sólo del proceso educativo, sino que también hay que contar con el necesario desarrollo psicobiológico del niño» (García, M. & García, J., 2012, p. 75).

5. Orientación espacial y temporal

No sólo el lenguaje es un gran apoyo espacio temporal; también lo son los espacios en los que nos movemos. Para las PCDI es fundamental que el entorno le recuerde dónde se encuentra y en qué momento. Para ello, pueden servir el uso de distintos colores para diferentes espacios, cómo distinguir una planta de otra… También podemos usar objetos identificativos, números, relojes adaptados, etc. Mediante el lenguaje, a nivel temporal, podemos usar el saludo «buenos días» por la mañana o «buenas tardes» por la tarde. A nivel espacial, podemos usar «arriba» y «abajo», por ejemplo, en el caso de duchar a alguien apoyándolo verbalmente, si se estima que dichos conceptos los tiene asentados. Además de acompañar las palabras con una buena expresión facial, se podría hacer uso del sistema Bimodal[4] y, de esta forma, subrayar nuestro mensaje. 

6. El lenguaje

La palabra es el gran poder del educador. El lenguaje debe adecuarse al del interlocutor con el que se esté hablando. Usaremos palabras que favorezcan una correcta ubicación espacial y temporal del oyente. Por ejemplo, nos cuidaremos de ofrecer frases con el acento en la parte negativa, que soliviantan el espíritu de quien nos oye, poniéndole a la defensiva, y procuraremos utilizar un lenguaje positivo.  En lugar de decir - «si no recoges los libros, mañana no sales al parque», podemos decir «si recoges los libros, mañana podrás salir al parque». Debemos cambiar esa costumbre de fijarnos más en lo negativo que en lo positivo. «Estamos demasiado acostumbrados a fijarnos más en lo negativo y en lo que no se hace bien que en lo positivo, en lo que sí hacen bien» (Alarcón, 2012, p. 109). También deben evitarse preguntas formuladas en negativo, las cuales son de difícil comprensión. Por ejemplo, usaremos la pregunta «¿tienes hambre?» en lugar de «¿no tienes hambre?». En cuanto a la forma, un lenguaje respetuoso está ausente de voces. «Con las voces no hay educación, hay sumisión» (Alarcón, 2012, p. 111). Gritar, es el recurso del que no sabe. Fundamental es abstenerse de palabras soeces, las cuales hieren la sensibilidad del oyente, pues atentan contra su dignidad y se apoyan en una intimidación verbal que coarta la libertad. Recordemos que «el educador que no respeta la libertad no es educador» (Gil, 2015). Evitaremos, por otro lado, el uso de frases etiquetadoras, como por ejemplo «nunca vas a cambiar» o «eres un guarro», pues en la primera no creemos en la posibilidad de cambio del educando, lo cual es una aberración pedagógica: y en la otra, se califica al individuo vejándolo, cuando debemos hacer hincapié en la conducta, no en quién la realiza. «Es muy importante dejar muy claro que lo que no nos gusta es una acción concreta, que nos enfadamos y reprochamos la acción, no a la persona» (Alarcón, 2012, p. 113). Usemos, por tanto, un lenguaje objetivo, sin generalizaciones o exageraciones: «ya te he dicho doscientas veces que no». En su lugar, le haríamos saber el número real de veces que le hemos dicho que no.  – Ya te he dicho tres veces que no (Alarcón, 2012, pp.114-116).

7. Mentir para «educar»

Jamás debemos mentir, ni con un pretexto «educativo». Si mentimos, aun para tratar de educar, utilizamos al otro como a un objeto. Cayendo en esta mentalidad utilitarista, dañamos al educando en su dignidad y quebrantamos su confianza en nosotros, rompiendo la autoridad que haya podido atribuirnos. Pero tampoco tenemos por qué dar todas las explicaciones. La respuesta, por otra parte, debe ser adaptada a las necesidades de quien las pide, pero nunca se puede faltar a la verdad. Tampoco es adecuado prometer cosas que luego no se cumplirán. Esta falta de cumplimiento genera una herida en el educando, quien se siente traicionado, utilizado y desmotivado. Y el que promete y no lo cumple, pierde autoridad. «A veces una forma de perder autoridad y credibilidad se produce cuando se utilizan mentiras para evitar actuar ante un compromiso, buscando la rentabilidad y comodidad de quien las dice… lo más educativo es decir la verdad» (Alarcón, 2012, p.83).

8. Manipulación

La manipulación puede generar aprendizaje, que nunca será educativo. Una cosa es manipular y otra influir. Aquella persona que manipula «oculta algo a la que aprende para que ésta llegue a la respuesta que a ella le interesa, y no a ninguna otra» (Esteve, 2010, p.33). El criterio para distinguir la manipulación de la influencia «consiste en determinar si el sujeto que aprende tiene conciencia de qué es exactamente lo que se está haciendo y de cuál es la meta real que pretende conseguir» (Esteve, 2010, p. 34). Una cosa es decirle a un niño que si no se lava las manos antes de comer se le van a caer y generarle miedo, y otra cosa es influirle diciéndole de forma trasparente que es una medida necesaria para cuidar la salud y adquirir buenos hábitos.

Hay dos tipos de manipulación: el condicionamiento y el adoctrinamiento. El condicionamiento usa reforzadores que ponen en marcha mecanismos psicológicos (como el miedo) que hacen que el sujeto manipulado emita la conducta esperada (Esteve, 2010, p.34). El adoctrinamiento tiene dos características: la parcialidad o la falta de neutralidad en la exposición de los hechos; y la intencionalidad ideológica, que busca la adscripción del educando a su propia ideología (Esteve, 2010, p. 38). La influencia en cambio, sin la que la enseñanza no tendría sentido, es un tipo de ayuda. Como comenta Barrio (2010): «En el uso de la libertad ninguno podemos ser sustituido. Pero sí podemos ser ayudados. Pienso que es justamente éste el papel antropológico de la tarea educativa. Consiste la educación en una relación humana de ayuda» (p. 192). Un tipo de condicionamiento demoledor es la frase «pues ya no te quiero». Es un tipo de condicionamiento que tiene fuertes repercusiones psicológicas.

9. Guardar su intimidad

Toda acción, como la de colgar fotos de PCDI en las redes sociales, blog, etc., o el propio Smartphone del profesional o voluntario, sin los debidos consentimientos[5], es una ofensa contra la libertad e intimidad de los individuos, recogida en la Convención de la ONU sobre los derechos de las personas con discapacidad intelectual, en la Constitución Española, en la Ley Orgánica 1/1982, de protección civil del derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen, y en la ley Orgánica 15/1999, de protección de datos de carácter personal, entre otras, ya que «se consideran datos de carácter personal los que permiten identificar a una persona, directa o indirectamente, y cualquier información concerniente a ella. La imagen es, por consiguiente, un dato personal» (Blanco, M., Burgos, M., Escobar, N., Goñi, L., Jáuregui, Y., Jiménez, E., …Sánchez, S., 2010, p.2). Es obligado que cuando se efectúen los correspondientes cambios de pañales a quienes lo necesiten, se les dé un adecuado apoyo en la ducha o cualquier otro lugar en el que quede desnudo, se guarde la debida intimidad, con el mayor respeto y en el lugar adecuado, evitando puertas abiertas, lugares donde hay más gente, etc.

10. Buen humor

Es una virtud que genera magníficos resultados y es fundamental en todo proceso educativo. A veces, la forma de decir a alguien que realice una determinada tarea, como por ejemplo ducharse porque huela un poco mal, gracias a esta virtud, puede ser dicho sin herirle. El humor desdramatiza las situaciones. Coloca las cosas en su realidad, es liberador. El buen humor genera un buen ambiente, nunca falta al prójimo. En cambio, el humor basado en la ironía, sí que hiere. La «virtud» del humor, dice Dajczer (2012), es «la capacidad de ver el mundo a través del prisma del absurdo» (p. 115).

11. Dar ejemplo

Se debe educar mediante el ejemplo, porque «los educandos aprenden más por lo que uno hace que por lo que uno dice. El buen educador ha de ser una buena persona que viva lo que enseña» (Gil, 2015). En la misma línea Alarcón dice: «siempre educas más con lo que vives que con lo que dices, pues los valores se contagian con el ejemplo» (2012, p.15). Pero advierte Gil, «no debemos caer en el rigorismo moral. Es necesario también que se vean nuestras limitaciones. La fuerza del ejemplo incluye nuestras limitaciones, expresión de la vulnerabilidad. El educador no es un superhombre» (2015). No debemos caer en la filosofía del haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago. «No debemos caer en un discurso deconstructivo… por ejemplo, cuando se dice – ¡Cállate ya y no grites!» (Ortigosa, 2015).

12. Regulación Emocional

Es inevitable que, entre aquellos que ejercen la atención directa y las PCDI, se generen vínculos afectivos. El ideal no es que los vínculos no se den. Es más, son necesarios para una adecuada atención. Sin embargo, sí es necesaria una sana relación con una buena regulación emocional para cuidar de forma adecuada y para cuidarnos a nosotros mismos. La Guía Básica para el cuidador de Martínez (2010), habla de cinco etapas por las que el cuidador pasa: entusiasmo, estancamiento, frustración y apatía (p. 11). Y ofrece una serie de orientaciones para una relación sana, como analizar objetivamente la situación, poner límites, conocer los medios técnicos y productos de apoyo, reconocer y exteriorizar los sentimientos para pedir ayuda… (p. 14). Es importante que el cuidador no viole la «ley de no sustitución», la cual dice que todo aquello que el educando pueda hacer por sí mismo, no debe ser realiza por el cuidador, a fin de preservar su autonomía. «Se mantenga consciente a la persona de sus CAPACIDADES en relación con sus limitaciones funcionales... maximizando las capacidades residuales en pro de una mayor autonomía y poniendo límites a nuestra participación» (p. 23). Igualmente, Alarcón (2012) comenta, que una forma de potenciar la voluntad, esfuerzo y constancia del educando es «no hacer lo que ellos puedan hacer por sí mismos» (p.41). Por su parte, la investigación sobre regulación emocional en cuidadores de familiares realizada por Vázquez y Enríquez (2012), pone de manifiesto siete estrategias de regulación emocional que los cuidadores ponían en marcha al ejercer el cuidado. 1) Contener: controlar emociones y sensaciones corporales en su nivel interno. 2) Simular: controlar la expresión emocional limitando así la comunicación. 3) Evadir: por ejemplo, mediante la distracción realizando diversas actividades como caminar, ver televisión, etc. 4) Canalizar las emociones: mediante las acciones del cuidado de la persona dependiente. 5) Liberar la emoción: llorar a solas, verbalizar sus sentimientos, etc. 6) Parcializar: entendiéndose esta como una omisión de una parte del contexto que produce una emoción dolorosa. 7) El cambio con dos vertientes: cambiar la situación emocional y asumir el rol de autoridad. En la primera, se centraron en la transformación del elemento social, remplazando en enojo por hablar directamente con la persona atendida; en la segunda, o bien pidieron a Dios su intercesión o bien regularon el tiempo de atención poniéndoles límites.

13. La comida y los castigos

No se debe castigar con castigos físicos, los cuales atentan contra la integridad del hombre. Y no solo me refiero a azotes, tipificados como delito en el Código Penal, dejar a alguien sin comer en aplicación de un castigo, quitar un segundo plato, también son agresiones físicas. La norma es: la comida no se toca. Distinto es, que el sujeto se niegue a cenar o que llegue más tarde por motivos injustificados. Entonces, nadie le ha castigado y debe aprender a estar a la hora convenida. Él mismo se ha excluido de comer si no está a su hora. Aun así, se tomará nota, para su posterior apoyo, evitando siempre cualquier menoscabo para la salud y por supuesto, teniendo en cuenta posibles medicaciones o tratamientos que exijan comer sea la hora que sea. Puede ocurrir también que no le guste o que sencillamente no tenga hambre, o que quiera llamar la atención por algo que le ocurre, y que debemos averiguar. Dentro de lo posible y en casos por ejemplo de Trastorno del Espectro Autista (TEA), ciertas comidas no pueden ser ingeridas por los comensales, siendo realmente superior a sus fuerzas, y presentar «Negativa a comer sólidos» o una «Variedad de alimentos extremadamente limitada» (Baratas & Hernando, 2013, p.46). Pueden llegar a ser «selectivos con determinados alimentos. Muy exigentes con ciertos ritos: temperatura, distribución de los alimentos en el plato, etc.» (Justo, 2014, p.6). Por ese motivo, esos alimentos deberán ser sustituidos por una segunda opción, no siendo un caso baladí. Será necesario estudiar los casos y realizar programas especiales, así como consultar guías especializadas. Debemos tener en cuenta si el educando tiene noción de tiempo y espacio, no sea que no sepa que toca ir a comer o que no sepa llegar. Tampoco podemos, por el contrario, obligarle a comer algo que no desea, pues estaríamos en la misma situación, pero a la inversa. En caso de anorexia, bulimia, diabetes, etc., prima el criterio médico y psicológico, debiendo ceñirse rigurosamente a lo pautado. Debe quedar muy claro que es castigable y qué castigo conlleva. Se trabajará en positivo y con el mínimo de castigos, los cuales serán educativos, nunca vejatorios, y sólo aplicables a casos muy puntuales. No debemos olvidar que el fin nunca justifica los medios. Siempre debe haber una proporción adecuada entre la acción y el castigo.

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II. PARTE PRÁCTICA

Caso 1. Alba trabaja en una residencia de PCDI. A Joaquín, uno de los residentes, le encanta el juego. No tiene control de esfínteres, por lo que usa pañal. Cuando Alba se acerca a cambiarle los pañales, Joaquín le coge las orejas para “conducir la moto”, como si de un manillar se tratara. Alba se ríe y no desaprueba la acción. Cuando viene otra cuidadora, Elvira, para ayudar a Alba a poner el pañal, Joaquín coge las orejas a Elvira, a la que no le gusta que nadie le toque las orejas, y Elvira se enfada con Joaquín recriminándole su acción. ¿Crees que la afición de Joaquín de coger las orejas de las personas que le cambian para «conducir la moto» es buena para él? ¿A qué criterio se está faltando? ¿Se fomenta la autoridad?

Se falta al criterio de contenido. No le hace mejor persona coger las orejas de los cuidadores y es posible que genere en algunos cuidadores reacciones o sentimientos adversos hacia Joaquín. Se produce una contradicción entre la acción permisiva de una cuidadora y la de la otra, lo que genera una desautorización entre cuidadoras.

Caso 2. Continuando con el ejemplo anterior, Elvira se enfada y entra en cólera, le da un azote en el trasero a Joaquín y le insulta diciéndole que es un «capullo tocón gilipollas». ¿A qué criterio falta Elvira? ¿Le explica en algún momento por qué está mal que le coja las orejas para conducir? ¿Le agrede física y verbalmente? ¿Su reacción es educativa?

Se falta al criterio de forma. Utiliza un método aversivo vejatorio que viola su dignidad, no le explica realmente porque la conducta de Joaquín no es adecuada y le insulta descalificándole. Por tanto, no actúa de forma educativa. Está incurriendo en malos tratos, tanto físicos como verbales.

Caso 3. Elvira, continuando el caso, le dice a Joaquín que no vuelva a cogerle las orejas para «conducir». ¿A qué criterio crees que además de los dos anteriores falta Elvira cuando le dice a Joaquín que no repita la conducta de cogerle las orejas para «conducir»?

A Joaquín se le indica no repetir una determinada acción, coger las orejas a los cuidadores. Pero nadie le explica por qué está mal coger las orejas a un cuidador para «conducir». No ha interiorizado un esquema mental aplicable para casos parecidos.  No es un aprendizaje comprensivo. Se falta al criterio de uso.

Caso 4. Eugenio trabaja en centro ocupacional haciendo macetas de barro. El maestro de taller le insiste continuamente en la perfección de la técnica, en el acabado final, centrándose en eso exclusivamente. Eugenio lleva asistiendo toda la semana al taller con la misma ropa y se le caen los mocos, que limpia con la manga del jersey, pero el maestro de taller no le dice nada. ¿A qué criterios se falta?

El maestro de taller está centrado únicamente en la formación técnica de Eugenio menospreciando otros campos, como educarle para que vista limpio, así como enseñarle a limpiarse los mocos con un pañuelo, en lugar de hacerlo con la manga del jersey. Falta al criterio de equilibrio.

Caso 5. En la sala de estar de un centro residencial de discapacidad intelectual empieza la retransmisión de un partido de futbol por la televisión. Empiezan las voces entre los residentes que los están viendo y con él los primeros entusiasmos y las primeras fricciones, y el tono se va elevando. Sebastián, el cuidador, decide intervenir desde el fondo de la sala, gritando: - «¡Como no os calléis, por mis narices que apago la televisión y os quedáis sin partido, cojones!» ¿A qué criterios falta?, ¿ejerce desde la autoridad?

Actúa desde una posición autoritaria, no explicativa y faltando al respeto. Lo adecuado hubiera sido no gritar, pedir silencio por favor desde donde pueda ser visto por el resto de los televidentes, explicar los motivos por los que debemos permanecer callados y anticipar que, si no conseguimos mantenernos en silencio y respetar al otro, nos vamos a ver obligados a apagar la televisión, puesto que es más importante guardar el respeto a los demás que ver un partido a costa de faltar el respeto a los otros. Se falta al criterio de forma y uso. Él solo se desautoriza.

Caso 6. Rosa, la cuidadora de una residencia, está con Fermín en la habitación. Éste tiene que desvestirse para ponerse el pijama y lavarse los dientes. Fermín tiene problemas con las Funciones Ejecutivas y necesita que le vayan indicando lo que tiene que ir haciendo. Rosa entra en cólera porque Fermín no hace nada. Se enfada y le dice: - «¡Que te quites la ropa ya!, ¡pesado!, ¡y lávate los dientes». ¿Cómo es la consigna que de Rosa? ¿es clara? ¿es concisa? ¿son muchas cosas?

Son dos órdenes consecutivas y una de ellas, poco precisa. Fermín necesita que se le vaya concretando y se respete su tiempo. Ha faltado llamarle por su nombre. El cuidador pierde la paciencia, sin darle el tiempo que necesita y falta al criterio de forma llamándole pesado, calificándolo, elevando el volumen de la voz y no usando las fórmulas de cortesía adecuadas. Lo correcto podría haber sido algo parecido a: - Fermín, por favor, quítate el jersey. Realizado esto, pasaría a la siguiente consigna: - Ahora, Fermín, quítate, por favor, la camisa.

Caso 7. A Rubén le gusta estar guapo vistiéndose bien, pero no adapta la ropa a la temperatura y le cuesta mucho elegir entre muchas opciones. Siendo verano, su cuidador Juan, le presenta dos opciones de camisas cortas a elegir y dos pantalones de verano. ¿Cómo crees que es la actuación del cuidador? ¿Respeta su autonomía y libertad?

Juan respeta la libertad y autonomía de Rubén y sus gustos. Evitando que pueda pasar un calor excesivo le da a elegir solamente entre la ropa de verano, y en el número que estima que no le ofrecerá dificultades de elección, pues sabe que, si no, se bloquearía. Es una actuación adecuada.

Caso 8. Sandra se ha hecho caca encima sentada en su silla de ruedas cuando estaba viendo la televisión junto con otros residentes. No es lo habitual. La cuidadora, que sospecha por el olor, lo comprueba bajándole el pantalón en el mismo salón. A continuación, regaña a Sandra. Seguidamente, se la lleva al baño y la ayuda a asearse.

Vulnera la intimidad de Sandra bajándole el pantalón delante de los demás. La humilla públicamente, regañándole, no teniendo en cuenta sus sentimientos que probablemente sean de vergüenza. Lo correcto habría sido llevársela discretamente al aseo y una vez limpia, llevarla al servicio médico; pues no es algo habitual. Nunca recriminarla y menos en público. Falta al criterio de forma.

Caso 9. Daniel lleva pañales 24 horas al día ya que no puede evitar dejar escapar múltiples gotitas de orina dado que no tiene un buen control de esfínter. Pero, siempre que tiene ganas de hacer pis o caca, lo pide para que le ayuden a quitarse el pañal, debido a su falta de movilidad. Dándose el caso, solicita a Laura, la cuidadora, su deseo de ir al aseo. Laura, no acude a su requerimiento. Daniel se enfada y vuelve a decirle a Laura que quiere hacer pis. Laura le responde: - «Háztelo encima, que tienes el pañal puesto». Daniel se enfada y la insulta, con lo que Laura le dice: - «pues ahora te vas a estar con los mismos pañales hasta después de cenar». ¿Qué se ha producido?

Se ha producido una situación de malos tratos y abuso de autoridad, ya que se ha atentado contra la libertad y dignidad del residente. No se vela por su autonomía y se lo expone a contraer una infección urinaria, irritaciones de la piel, mal olor y rechazo de sus compañeros. Se falta al criterio de forma, uso y contenido, buscando únicamente el interés egoísta y supremacía del cuidador, no mirando por el bien del residente.

Caso 10. Julio, fisioterapeuta en una residencia de PCDI, termina su jornada laboral. De vuelta a casa en el autobús, revisa en su Smartphone la foto que se ha hecho a Isidro, residente, en el comedor sin ser visto éste y sin su consentimiento. Acto seguido la cuelga en su red social favorita, con el título «un duro día de trabajo». ¿Ha faltado a la protección de datos y al derecho al honor de Isidro e Inés?

Sí. Al tirarle una fotografía sin que fuera consciente, sin su permiso, sin autorización suya, de sus padres o tutores, si procede, y además colgarla en una red social.

Caso 11. Isabel es una mujer con Síndrome de Down que está jugando a las cartas con sus dos amigas Julia y Laura, y con su cuidadora Carmen. Isabel, en sus deseos de ser la campeona, hace trampas y la pillan. Carmen, aprovecha la situación del juego para explicarle a Isabel que hacer trampas está mal porque al utilizar a las otras jugadoras no se les está respetando. También le explica que el día de mañana puede que no pueda jugar con más amigos a las cartas porque al hacer trampas no querrán jugar con ella. Le explica que ganar no es lo más importante y que cultivar el compañerismo y la amistad, el cual se apoya en el respeto mutuo, sí lo es, pues un amigo es un tesoro que hay que cuidar. ¿Ha faltado a algún criterio? ¿ha realizado una acción educativa?

Carmen ha aprovechado la oportunidad que le ha brindado el juego para educar a Isabel. Le ha indicado que la acción de hacer trampas está mal, le ha dado razones y le ha mostrado los valores de la amistad y el respeto. No ha faltado a ningún criterio y ha realizado una acción educativa.

Caso 12. Silvano no quiere sacar la basura a la calle. Vive en un piso tutelado y es la responsabilidad que ha asumido esta semana. El técnico responsable, como castigo, y sin dialogar escuchando sus motivos, lo deja sin cenar para que aprenda, con lo que Silvano, además de insultarle cuando el técnico no le oye en su habitación, apenas puede dormir por el hambre que siente. ¿Es un castigo adecuado?

Se trata de un castigo desproporcionado y que atenta contra su dignidad, pues tiene una repercusión física, faltando al criterio de forma. No se trata de una acción educativa. No se han oído sus motivos y no ha habido un diálogo en el pudiera expresarse, pudiendo existir motivos justificados que hicieran que Silvano no quisiese sacar la basura como, por ejemplo, que le dé miedo el perro del vecino, con el que no había contado al comprometerse con la actividad. 

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[1] Alusión al término empleado por José Manuel Touriñán López con el que expresa que «hay que afrontar los problemas de indagación sobre la educación como problemas de Pedagogía, no de sociología, psicología o medicina» (2013a, p.29).

[2] Pedagogo (1951-…2010). Catedrático en Teoría de la Educación. Autor entre otros del libro: Educar: un compromiso con la memoria (2010). Madrid: Octaedro.

[3] “En el sentido del deseo de que el otro llegue al máximo, de que llegue a ser lo máximo que pueda, ascendente, junto con una línea descendente de caridad, de generosa ayuda, de ágape, de ponerse al nivel de la ayuda” (Gil, 2013).

[4] “Bimodal: es el uso simultáneo de palabras articuladas y signos gestuales manteniendo la estructura sintáctica de la lengua oral” (Torres, 2001, p.57).

No debe confundirse con la Lengua de Signos que “es la lengua natural de las personas sordas y como tal es un sistema alternativo a la lengua oral” (Torres, 2001, p.57).

[5] Si la persona con discapacidad está incapacitada judicialmente o es menor de edad, autorizará el tutor o representante legal; sin embargo, si la persona con discapacidad no está incapacitada, se precisará de su autorización. Aun así, el Ministerio Fiscal podrá, en consideración de un uso contrario a los intereses de la persona, no considerar suficiente las autorizaciones anteriores revocándolas. (Blanco, M., Burgos, M., Escobar, N., Goñi, L., Jáuregui, Y., Jiménez, E., …Sánchez, S., 2010, pp. 3-4).