Resumen Octubre 2010
Maneras de influir sobre las actitudes de estudiantes de fisioterapia en relación con adolescentes con síndrome de Down
Nora Shields, Andrea Bruder, Nicholas Taylor, Tom Angelo
Disability and Rehabilitation 2010. DOI: 10.3109/09638288.2010.498550
RESUMEN
Es habitual que los adolescentes con síndrome de Down no participen en actividades físicas al nivel recomendado y eso los coloca en situación de riesgo de desarrollar complicaciones en su salud como son la obesidad, la diabetes tipo II o enfermedades cardiovasculares, aparte de reducir su autoestima y su calidad de vida. Existen importantes barreras que hacen difícil que las personas con síndrome de Down participen en programas de actividad y ejercicios físicos, entre ellas (i) la falta de una persona de apoyo con conocimiento suficiente para supervisar y ayudarle a incorporarse en la actividad física y el ejercicio, y (ii) la falta de interacción social, como es el no tener a alguien con quien entrenarse. Incorporar a personal como pueden ser los fisioterapeutas o los estudiantes de fisioterapia, capaces de supervisar y entrenar a las personas con síndrome de Down, podría ser una mera de afrontar estas barreras.
A pesar de la importancia potencial de esta incorporación de personal, se ha identificado a las actitudes y conductas negativas de los profesionales, incluidas las de los fisioterapeutas, como barrera principal para la actividad física y el ejercicio de las personas con discapacidad. Por ejemplo, si un fisioterapeuta creyera que una persona con síndrome de Down no debe participar en el ejercicio, o piensa que no se pueden superar las barreras para que esa persona realice ejercicio físico, no lo recomendaría como forma de intervención para este grupo a pesar de los evidentes datos en favor de la realización de ejercicios físicos.
Los estudios de que disponemos sugieren que, si bien los fisioterapeutas en general tienen actitudes positivas, su actitud es menos positiva que la de los terapeutas ocupacionales. También parece que la actitud de los estudiantes de fisioterapia no es tan positiva como la de los fisioterapeutas en ejercicio, y que esta actitud por parte de los estudiantes de fisioterapia era menos positiva que la de los estudiantes de terapia ocupacional, tanto al entrar en la universidad como al graduarse.
Se piensa que el contacto con personas con discapacidad es importante para que se generen actitudes positivas. Es posible que una intervención en la que se diseñe un puesto clínico para estudiantes de fisioterapia que promueva el contacto con las personas con discapacidad, mejore sus actitudes en relación con dicha discapacidad. Concretamente, es posible que una intervención, basada en el ejercicio físico y dirigida por estudiantes de fisioterapia, les resulte beneficiosa a la hora de cambiar sus actitudes sobre las barreras que presuntamente pudieran impedir a las personas con síndrome de Down realizar ejercicios físicos. Pero hasta ahora no se ha investigado sobre este tema.
Por tanto, desarrollamos un programa de ejercicios físicos durante 10 semanas para adolescentes con síndrome de Down, incorporando como monitores a estudiantes de fisioterapia. El objetivo del estudio fue examinar si las actitudes de los estudiantes hacia las barreras que pudieran impedir el ejercicio cambiarían como resultado de su experiencia como estudiantes monitores. Se pensó que la participación en estos programas originaría cambios positivos en sus actitudes.
Métodos. Los estudiantes de fisioterapia (en adelante, estudiantes) se presentaron como voluntarios para actuar como monitores de adolescentes con síndrome de Down (de edades entre 13 y 18 años) reclutados para el ensayo. Se excluyó a quienes tenían algún problema físico que les impidiera participar en un programa de entrenamiento de fuerza.
Se formó el grupo de 20 adolescentes con síndrome de Down a partir de una asociación de la comunidad que presta apoyo a las personas con síndrome de Down. Se asignó a los adolescentes (18 a 23 años) de forma aleatoria a un grupo de intervención o a un grupo control (10 cada uno). Estudiantes y adolescentes con síndrome de Down fueron emparejados en función del barrio urbano en que vivían.
Tanto los estudiantes como los adolescentes con síndrome de Down del grupo de intervención completaron un programa de resistencia progresiva, dos veces por semana durante 10 semanas en un gimnasio de la comunidad local. El programa de ejercicios transcurrió de acuerdo con las recomendaciones del American College of Sports Medicine (2009). El programa consistió en tres ejercicios de la parte superior del cuerpo (jalón polea o polea transnuca, contractor o postneck, remo) y tres ejercicios para la parte inferior (la prensa, extensión de piernas, multicaderas). Se realizaron todos los ejercicios sobre máquinas de peso pin-loaded, y los participantes realizaron 3 sesiones de 12 repeticiones de cada ejercicio. El peso elevado en cada ejercicio fue incrementado cuando se completaron las 3 sesiones de 12 repeticiones de un ejercicio. Entre cada sesión hubo periodos de descanso de 2 minutos.
Cada estudiante rellenó un cuaderno de ejercicios para él mismo y para el adolescente con síndrome de Down, con el fin de anotar los detalles de cada ejercicio, el peso que había sido elevado, el número de repeticiones y el número de sesiones realizadas en cada sesión de entrenamiento. El cuaderno tenía también una sección en la que el estudiante anotaba los detalles de cualquier lesión o problema. Cada estudiante tuvo una reunión cada tres semanas con un miembro del equipo investigador para asegurar que el entrenamiento avanzaba según se había planificado, para ayudar a afrontar cualquier tema relacionado con el entrenamiento que se suscitara, y para comprobar que los cuadernos de ejercicios eran rellenados adecuadamente.
Antes de iniciar el programa de ejercicios, los estudiantes recibieron 2 horas de formación sobre el contenido del programa y su progresión, estrategias de motivación y de enseñanza, y utilización del equipo del gimnasio. Cada pareja de estudiante y adolescente con síndrome de Down en el grupo control quedó en lista de espera pero no hubo ninguna tarea de formación o asesoramiento entre ellos desde la primera sesión basal hasta la evaluación final, transcurridas las 10 semanas. Tras esta evaluación, tuvieron la oportunidad de completar el programa de ejercicios.
Evaluación de actitudes. Las actitudes de los estudiantes en relación con las barreras que los adolescentes con síndrome de Down tuvieran para realizar el ejercicio fueron valoradas utilizando la Exercise Barriers Scale (EBS) para cuidadores y personal de apoyo. Se trata de una escala con 18 ítems sobre las barreras que se perciben para realizar ejercicio por parte de personas con discapacidad intelectual, diseñada para cuantificar y describir las actitudes hacia la participación en el ejercicio físico. La escala incluye ítems sobre barreras motivacionales (p. ej.,, las personas con discapacidad intelectual son demasiado perezosas para realizar ejercicios), barreras de conocimiento (p. ej., no saben cómo realizar los ejercicios), barreras de accesibilidad (p. ej., no hacen ejercicios físicos porque resultan muy caros), barreras cognitivas (p. ej., el ejercicio resulta demasiado difícil para una persona con discapacidad intelectual y barreras sociales (p. ej., no hacen ejercicios porque la gente podría burlarse de ellos). La escala puntúa de 1 a 5, desde 1 (muy en desacuerdo) a 5 (muy de acuerdo); las puntuaciones de 2 o menos representan actitudes positivas, y las de 4-5 actitudes negativas. El desarrollo de la escala identificó en la escala: barreras cognitivo-emocionales y barreras de accesibilidad. Todos los estudiantes completaron una escala de base antes de iniciar el programa y antes de encontrarse con el adolescente con síndrome de Down con el que iban a trabajar. Inmediatamente después de terminada la fase de intervención, respondieron de nuevo la escala.
Resultados
Todos los estudiantes rellenaron la evaluación basal y la de la semana 11, no fallando ninguno en el seguimiento. En conjunto, los estudiantes asistieron a 181 de las 200 sesiones de entrenamiento programadas. Las sesiones perdidas se debieron a que el adolescente con síndrome de Down tenía algún problema no relacionado con el entrenamiento o a vacaciones familiares.
En la evaluación basal, ambos grupos fueron similares en valores demográficos y en los ítems de la EBS. Los valores de las puntuaciones basales indicaron que los estudiantes tenían una actitud, o bien neutra o bien negativa, hacia la capacidad de realizar ejercicios por parte de los adolescentes con síndrome de Down. Pero entre los datos basales y los obtenidos tras las 10 semanas de ejercicios, hubo diferencias estadísticamente significativas si se comparan las actitudes de los estudiantes del grupo de intervención y del grupo control en 9 de los 18 ítems de la EBS (tabla 1). En la semana 11, el grupo de intervención mostró un cambio positivo en las actitudes para estos 9 ítems, en comparación con los del grupo control.
La intensidad de las diferencias en las actitudes tras la fase de intervención fue muy grande, oscilando entre -0,9 y -2,25, teniendo en cuenta que el efecto negativo representa un cambio positivo de actitud. Esta gran intensidad en los efectos supuso una inversión de las actitudes en 7 ítems. Por ejemplo, en el ítem ‘la gente puede reírse de ellos’, la puntuación media del grupo de intervención cambio de estar de acuerdo con esta afirmación (4,20) a estar en desacuerdo (2,30), mientras que en el grupo control la puntuación permaneció estable. En dos ítems (‘el ejercicio empeora su condición’ y ‘demasiados perezosos para hacer ejercicio’) las actitudes positivas mostradas en la encuesta basal por parte del grupo de intervención se hicieron más positivas todavía tras el programa de intervención. No hubo diferencias significativas entre los dos grupo en los otros 9 ítems.
Los resultados de esta investigación indican que la implicación en un programa de ejercicios de 10 semanas de duración con un adolescente con síndrome de Down cambió de manera significativa y positiva las actitudes de los estudiantes de fisioterapia en relación con las barreras que pudieran existir para este grupo. Las puntuaciones basales demostraban unas actitudes iniciales neutras o negativas sobre las posibles barreras. Tras realizar ejercicios con el adolescente con síndrome de Down, las actitudes de los estudiantes en el grupo de intervención cambiaron en sentido positivo en un 50% de los ítems de la escala. Mientras que el curriculum convencional de fisioterapia solo no ejerció cambio significativo alguno, como se demostró por la falta de cambios en la escala del grupo control.
COMENTARIO
Estos resultados son importantes porque indican que los estudiantes de fisioterapia no inician la carrera con actitudes positivas hacia las personas con síndrome de Down. Se ha demostrado en otros estudios que existen diferencias en actitudes también entre estudiantes de fisioterapia y profesionales ya con experiencia, por lo que el cambio se debe evidentemente a la adquisición de experiencia práctica. Los resultados sugieren la conveniencia de que los estudiantes de fisioterapia dispongan de formación práctica durante la fase de formación y después de la graduación. Completar el programa dotó a los estudiantes de una mejor comprensión de lo que es la intervención, así como lo que significan la adhesión y el cumplimiento.
Este tipo de programa puede ser un modelo útil con impacto sobre planes de la carrera. Pero, además, puede tener un potencial para identificar las barreras, y ello aumentaría las oportunidades de que las personas con síndrome de Down sean físicamente más activas. El trabajo, a su vez, indica que este modelo de intervención podría ser aplicado a estudiantes de otras disciplinas en la enseñanza a adolescentes con síndrome de Down.