Artículo Profesional: Sobre la inteligencia

Sobre la inteligencia

Un apunte al artículo “Viviendo el deseo de los padres”

Beatriz Gómez-Jordana

(periodista)

He analizado detenidamente el artículo del psicólogo Alejandro Silos Suárez publicado en el número de enero de esta revista, titulado "Viviendo el deseo de los padres". Y como madre de un "ser humano" adolescente con síndrome de Down, no puedo evitar el deseo de desmontar ciertas opiniones, sin duda bien documentadas, en relación con el tema que nos ocupa a ambos —a él como profesional y a mí como madre de una hija de 17 años—; opiniones que, iniciado el siglo XXI, me han resultado obsoletas.

Ser humano e inteligencia

Quisiera inicialmente pararme en la acepción de “ser humano” y su directa implicación con el concepto de “inteligencia”. Un concepto que debiéramos plasmarlo en toda su realidad etimológica, añadiendo que el “intus legere” también es “inter legere”, es decir, saber escoger; una acepción introducida por Cicerón (106 A.C. Arpino, Italia) para explicar la idea clásica (acuñada previamente por Aristóteles) según la cual por la inteligencia “… el ser humano es en cierto modo todas las cosas”.

Desde mi punto de vista el ser es humano inherentemente y de forma absoluta. Por lo que un niño, adolescente, joven o adulto que muestre una característica adyacente a su condición de ser, aunque sea genéticamente distinto, es siempre humano.

Cuando nacen niños que no se ajustan al patrón preestablecido por el deseo personal (lo que denota un egoísmo implícito sano), o por la imagen ya preparada de antemano y subconscientemente por sus padres, dejan entonces de cumplir los requisitos esperados, y se produce, como bien indica el Profesor Silos Suárez, la “cosificación” de lo nacido. Duro es leerlo así, pero no por ello deja de ser una realidad.

El nacido deja, implícitamente y de manera inicial, de ser humano para convertirse en algo que durante un tiempo carece de definición propia y que, en algunos casos, ni pertenece, ni simboliza a esos padres como tales, sino como “fracasados”. Ellos, por tanto, se yerguen como protagonistas y pasan a un primer plano, mientras lo nacido no existe aún.

La etapa de duelo es duelo a veces temporal y en otras sine die.

Si volvemos al principio sobre la acepción de Aristóteles, para quien la inteligencia es algo inherente al ser humano, ¿por qué no abrimos la nuestra para evidenciar que cualquier individuo, cumpla o no expectativas propias, es por tanto inteligente?

A título particular, y podría ampliarlo extensamente a muchos padres que he conocido a lo largo de estos años, puedo aseverar con rotundidad que mi hija con síndrome de Down es inteligente, es un ser humano, es ya una mujercita en plena adolescencia; y tan llena de inquietudes y de ilusiones como pueda tener el resto de la sociedad que la rodea.

Como madre que, desde el primer momento, supo verla como ser humano sobre el que apenas tenía prejuicios pues no era ducha en la materia, inicialmente no me dio tiempo a pasar ningún duelo. Simplemente porque era ella: mía; y la veía preciosa, como vi en su día a sus otros tres hermanos.

Tuve en un momento de mi vida un conflictivo encuentro con un “eminente” psiquiatra de Madrid, que escribió la aciaga sentencia de la que la “inteligencia” era consustancial al saber, a la voluntad, a la constancia, el orden y la motivación. Todas ellas, “herramientas” para llegar a la felicidad. Y concluía que "quien no sabe lo que quiere no puede ser feliz”.

Si me permiten la osadía de preguntarles: ¿sabe usted lo que quiere en esta vida? Y otra más atrevida: ¿es usted feliz los 365 días del año... siempre y cuando sepa lo que quiera, claro...?

Gracias, sin darse cuenta me ha respondido.

Volviendo a un párrafo más arriba, habría que explicar a ese doctor que todas esas cualidades no son precisamente innatas en el ser humano, por lo tanto no son cualidades inherentes a la inteligencia que sí es innata en el ser humano.

Todas esas cualidades son producto única y exclusivamente del aprendizaje. Son aptitudes susceptibles de ser, primero, aprendidas y, luego, aprehendidas, captadas por el individuo, sea o no genéticamente diferente, si tiene la fortuna de tener buenos profesores en la vida.

Y es en esa línea en la que debiéramos, como padres, tutores o profesores seguir con constancia para arrancar de ellos sus mejores habilidades y virtudes y potenciarlas para que logren sentirse lo que son: seres humanos con inteligencia propia.

Una señorita de 17 años y con su síndrome de Down no sólo es un ser. Es, además, un ser pensante y con inteligencia propia, sea ésta la que sea en relación al resto de seres humanos con alguna discapacidad. Todos sienten, todos padecen, todos tienen sus momentos de felicidad y tristeza; por lo que todos son seres humanos inteligentes.

Quien sea capaz de definir la palabra inteligente sin apelar ni a la capacidad de memoria, habla, cultura y adaptación al medio, estaré encantada de conocerlo pues tal vez los que poseemos todos los atributos antes mencionados somos otra cosa, pese a seguir siendo Ser y Humano.

Un ejemplo

Valga, como ejemplo, compartir con todos aquellos que dudan de lo que son capaces, estas dos imágenes de diferentes discursos, el primero escrito con ordenador y el segundo a mano, por una adolescente de 17 años con síndrome Down, y leídos ante una familia de 24 personas en la noche de Navidad y en la mañana del 6 de Enero.

El primero, escrito en ordenador (computadora). (No se modifica su escrito)

Este discurso es para aquellas personas que siempre han estado a mi lado, estas navidades quiero proponeros que habrá cambios.

Quiero que aunque tenga discapacidad puedo hacer las cosas lo mejor posible. Este discurso forma parte de mi vida, quiero que mis padres se sorprendan ante estas palabras, que esto les ayudara en todos los esfuerzos que han hecho por su hija durante todos estos años. Que seré una hija con grandes dones y talentos que he tenido. Quiero que se sientan queridos y agradecidos por mi. Estoy en una etapa de la vida, en la que ya se me puede tratar como a una mujer que estoy dispuesta a dejarme la piel trabajando, para entrar en la universidad. Que hare grandes cosas por las que estaré orgullosa por toda vuestra ayuda y apoyo que me habéis dado siempre la buena educación y sobre todo el cariño que os tengo, cuando me decís aquellas cosas tan bellas, me siento querida porque se que dentro de poco, seré una chica, con buenas conductas. Espero, que este discurso os guste. Se que puedo luchar, por daros la cara para que nadie os haga ningún daño, pienso ganarme la vida y con mi coraje protegeros en nuestra manada.

El segundo, escrito a mano

Fundación Iberoamericana Down21

 

Para concluir

Debo añadir que mi hija tiene novio y que el día de mañana no seré quien la reprima en sus deseos personales. Tan sólo la educo permanentemente y hablo; hablo mucho con ella, porque soy yo la que quiere saber de sus sueños y deseos. Yo no le impongo los míos propios.

Como bien dijo María Victoria Troncoso: “Esto es una carrera de fondo”. Una carrera sobre terreno escarpado y lleno de obstáculos que ellos mismos deberán —con nuestra guía— saber soslayar. Pero es una carrera que se inició con el cartel de SALIDA, y aún no tiene el cartel de META.