Editorial Diciembre 2015

Asesoramiento y psicoterapia

Ante la aparición de una infección, de una cardiopatía, de un trastorno convulsivo, de un hipotiroidismo, de un problema articular, no solemos perder la paciencia. Nos parece que tienen arreglo más o menos inmediato y directo. Pensamos que disponemos de instrumentos que aliviarán o enderezarán la situación: unos medicamentos, una corrección quirúrgica, un instrumento ortopédico. Pero cuando surgen problemas que atañen a "lo mental" y que se expresan en forma de cambios de conducta, de gravedad y cualidad variable, nos sentimos desconcertados, inermes. ¿Qué podemos hacer? Intuimos que la solución no es inmediata, que no sabemos a qué se debe y, sobre todo, no nos vemos capaces de encontrar una solución sencilla. Recurrimos al psicólogo, al psiquiatra, al neurólogo; y no es infrecuente que terminemos dando todo un paseo de especialista en especialista.

Un alto porcentaje de los problemas provienen de un desacierto en la atención prestada, o en el rumbo educativo que hemos tomado; aspectos que, si los identificamos bien, pueden ser evitados y corregidos. Pero es preciso acertar, es necesario que nos lo digan, que nos lo comuniquen, que nos enseñen y nos orienten para no persistir en el error, para que nos ayuden a enderezar el modo de tratar y educar a nuestro hijo, a nuestro alumno.

Es así como debemos valorar la existencia y la actividad del psicoterapeuta, del asesor (counselor), especializado en analizar los problemas mentales y conductuales, y en ofrecer soluciones que exigen, por principio, el encaje entre el individuo que sufre el problema y la persona que ha de interpretar y tratar de resolver. Es un principio plenamente demostrado que un fármaco no resuelve un problema mental si no está acompañado de la pertinente acción psicoterapéutica. Muchos problemas de conducta no necesitan fármacos sino buena acción asesora o psicoterapéutica. Porque esta acción presta apoyo, anima a la gente, promueve la autoestima, ayuda a identificar y resolver los problemas de la vida; no sólo en los problemas de conducta sino en procesos más graves como pueden ser la conducta ansiosa, la depresión, los trastornos obsesivo-compulsivos de grado intenso.

Obviamente, este asesor ha de ser una persona bien formada y experimentada en la naturaleza y formas de la discapacidad intelectual, dispuesta a resolver los problemas de carácter emocional o conductual. Personas sensibles, clarividentes, atentas, que comprendan y no prejuzguen. El asesoramiento incluye con frecuencia a las familias por varios motivos. La familia está siempre presente junto al hijo: el contacto y la mitua influencia son permanentes. La acción de la familia es positiva pero, en ocasiones, forma parte del problema conductual. Eso no significa que haya de constituir un obstáculo entre el psicoterapeuta y la persona que ha de ser tratada. Necesariamente habrá de informar pero en ocasiones habrá de retirarse y dejar que profesional y paciente se entiendan solos. No se piense que por el hecho de que la persona con síndrome de Down verbalice mal no va a ser capaz de hacerse entender. Ni porque le cueste generalizar no va a entender lo que el psicoterapeuta explique. Ni porque tenga un pensamiento concreto no pueda comprender cómo y por qué se comporta de cierta manera. Un psicoterapeuta experimentado dispone de recursos de comunicación, sabe hacerse entender y consigue que la persona comprenda lo que le está sucediendo.

En último término, es imprescindible la creación de un clima de confianza porque el buen resultado depende de la aceptación mutua. El proceso puede ser largo, dependiendo de la naturaleza del problema y de las dificultades que surjan en la implementación de posibles soluciones. Pero en la mayoría de los casos, los resultados son altamente beneficiosos.

Es muy necesario que las asociaciones dispongan de buenos profesionales asesores o psicoterapeutas quienes, con su experiencia y grandes dosis de sentido común, ayudan a resolver situaciones, leves o graves, que interfieren seriamente la vida del grupo familiar.