Resumen Diciembre 2015: Seguimiento de una cría de chimpancé
Seguimiento (mediante observación) de una cría de chimpancé con grave discapacidad criada en libertad y sus interacciones con su madre
An observation of a severely disabled infant chimpanzee in the wild and her interactions with her mother
Takuya Matsumoto, Noriko Itoh, Sana Inoue, Michio Nakamura
Primates, pub. 09 noviembre 2015. doi: 10.1007/s10329-015-0499-6
RESUMEN
Observación previa
Muy recientemente ha aparecido en un periódico español de difusión nacional el siguiente título de una noticia: "Los chimpancés cuidan a sus crías con síndrome de Down". La noticia se refería a un artículo recién publicado en la revista científica internacional "Primates", cuyo título completo puede leerse al inicio de esta página.
Es evidente que la noticia periodística cambiaba la exactitud de la condición de esa cría de chimpancé, tal como la habían presentado los autores del artículo; pero derivaba la atención hacia algo mucho más concreto que podía acrecentar el interés del lector general, al señalar una entidad más concreta y llamativa. No en vano el síndrome de Down sigue siendo el buque insignia mediático de la discapacidad intelectual.
En cualquier caso, la lectura del trabajo que ahora presentamos tiene gran interés por sí mismo, se trate o no de una trisomía. El problema fundamental es que carecemos de información del cariotipo de esta cría de chimpancé, porque el estudio se realizó mediante observación de una colonia que vivía en libertad: una observación muy detallada pero ejercida a distancia, en su habitat natural, para analizar sus comportamientos; pero en absoluto los observadores interferían su vida con su presencia y mucho menos mediante el contacto que hubiese significado la extracción de sangre. Bien es cierto que podían haber estudiado la composición de su ADN a partir de rastros y restos de los animales, liberados espontáneamente, pero probablemente eso estaba fuera del alcance de los recursos del equipo investigador.
Descripción
La cría chimpancé objeto de este estudio nació el 26/27 de enero de 2011 en una colonia que vivía libremente en el Mahale Mountains National Park de Tanzania (Tasmania), y vivió durante 23 meses. Su madre tenía 36 años cuando dio a luz. Había tenido otros 5 hijos de los que murieron 3. Tanto la madre como sus otros hijos vivos eran normales.
Un mes después del nacimiento, los investigadores observaron que la cría mostraba signos de ciertas incapacidades congénitas: a menudo dejaba de agarrarse al pelo de su madre cuando viajaban, tenía una piel más pobre y unas piernas más finas. Sus ojos parecían vacíos y su boca permanecía medio abierta. Tenía una masa en el abdomen (probablemente una hernia) que cambiaba de tamaño. Tenía un dedo extra junto al meñique de su mano izquierda, que no se movía de forma regular. Había una zona pelada en la piel de su espalda a lo largo de la espina dorsal.
A los 6 meses , sus actividades no se diferenciaban mucho de los de otra cría normal de su misma edad, pero a los 22 meses sus actividades seguían siendo iguales prácticamente que a los que mostró a los 6. Daba toda la impresión de que era mucho menos activa que las otras crías de su edad. Con frecuencia yacía sobre la tierra o sobre el regazo de su madre cuando estaba sentada. Lo normal es que un chimpancé de 6 meses pueda sentarse solo pero esta cría no lo había conseguido a los 20 meses. Nunca se le vio andando sola o comiendo productos de plantas. La madre tenía que ayudarle siempre con un brazo para ponerla sobre el pecho para que mamara. Siempre que la madre deambulaba en el terreno la llevaba en su regazo. La cría podía agarrar el pelo de su madre con las manos pero no tenía fuerza suficiente en sus pies para engancharse. Por eso, sus piernas frecuentemente colgaban. Al subirse a los árboles, la madre siempre le ayudaba o a veces la tenía suspendida en el aire agarrándole de un brazo con su propia mano. esto entorpecía a la madre para conseguir su normal alimentación de origen arbóreo. Por ejemplo, el 18 de diciembre de 2011 observaron que la madre de coger hormigas de los árboles porque tenía que suspenderse a sí misma de un brazo para sostener a su hija con el otro. Cuando la madre se enzarzaba con otros sobre el suelo, dejaba a su cría en el suelo en posición supina.
La hermana mayor, de 10-11 años, atendía a menudo a su hermana tocándola, llevándola, jugando con ella o revolcándose. A veces la madre dejaba a la cría al cuidado de su hermana, especialmente antes de darle el pecho. Durante 881 minutos de observación cuando la cría tenía 10-11 meses, la hermana le atendió durante 124 minutos (14% del tiempo). Y ya no le vieron atenderle más una vez que la hermana mayor dio a luz a su primer hijo en noviembre de 2012.
La conducta de los otros animales de la tribu hacia esta cría no fue diferente de la mostrada hacia otras crías sanas. A veces intentaban tocarla o la miraban pero la madre no permitía a los que no eran parientes que se trabaran con ella o que la llevaran; a su hermano mayor no se le vio trabarse o llevarla pero se le vio una vez mantenerla colgada mientras se trababa con la madre.
COMENTARIO
El artículo es sencillo en su formulación pero se presta a diversos comentarios desde perspectivas diferentes.
Es evidente que el contenido del trabajo no justifica científicamente el título con que lo presentó el periódico español. Bien cautos fueron los investigadores para no mencionar en el título el síndrome de Down, y sólo lo sugieren en algún punto de su escrito, si bien la argumentación que aportan es extremadamente débil. La lectura del artículo original completo nos dice: "La cría observada mostró síntomas que se parecen a los descritos por McClure en 1969 en el caso de un chimpancé que vivía en cautividad con un síndrome parecido al SD". En efecto, la lectura del artículo de McClure nos dice que ese chimpancé tenía una trisomía de un determinado cromosoma; no especifica cuál. Podría corresponder a un cromosoma que contuviera un número de genes homólogos a los del cromosoma 21 humano; pero no lo especifica.
No hay, pues, ninguna demostración directa de que esa cría de chimpancé tuviera "síndrome de Down". Es mejor que nos quedemos con el término inespecífico de "discapacidad" con que definen la situación de esa cría; y ciertamente, la descripción detallada que realizan —hasta donde se puede llegar con la simple observación, su único método de análisis— ofrece datos sólidos para rotular su situación como de discapacidad. La pluralidad de síntomas, físicos y conductuales, inclina a pensar que la causa es genética como consecuencia de alguna alteración cromosómica.
Tras dar a conocer la noticia de este trabajo, apareció en Facebook la siguiente crítica: "Un chimpancé no puede tener SD. Ni tienen el mismo número de cromosomas (48 frente a 46) ni el par 21 es igual al de los humanos. Si quieren representar una bonita historia de ternura entre los brutos (que diría Calderón) me parece mal que se emplee el síndrome de Down". Tampoco un ratón. Y sin embargo, ratones y chimpancés poseen cientos de genes en sus cromosomas similares a los del cromosoma 21 humano, y las variadas trisomías experimentales del cromosoma 16 del ratón muestran fenotipos muy similares a los del síndrome de Down humano, razón por la que están sirviendo de valiosos modelos para profundizar en el estudio y conocimiento del síndrome de Down. Lo de menos es el número del cromosoma en que se encuentran esos genes. Lo importante es que buena parte de ellos se encuentren en un mismo cromosoma, porque entonces su triplicación originará una alteración muy similar —aceptadas las diferencias propias de cada especie— a la que observamos en el síndrome de Down humano.
Pero el artículo tiene mucha más enjundia: a los autores del artículo les interesa mucho más el análisis del comportamiento de la mamá chimpancé frente a la minusvalía de su cría. "Historia de ternura de los brutos", dice el anterior crítico de Facebook, al que le parece mal que se emplee para ello el SD. Lo de menos es qué suscita la ternura en animales tan próximos a nosotros, sino el hecho mismo de que sea una minusvalía la que la suscite. La madre la capta; y reacciona positivamente mediante las conductas que su especie puede llegar a realizar. Inferiores a las nuestras, claro está, pero con un fondo similar. La madre atiende, compensa, protege a su cría; a costa de su propia incomodidad que le impide hacer su vida normal. La cría vive poco tiempo, no llega a los dos años; según los autores del trabajo, probablemente se debió a la infra-alimentación ya que su minusvalía le impedía tomar otro alimento que no fuera la leche de la madre. Estos datos tienen una gran relevancia a la hora de ofrecer la interpretación de nuestras formas de vida y de reacción afectiva desde una perspectiva evolutiva.
Resulta terriblemente ominoso comprobar cómo la conducta natural de una mamá chimpancé compromete y ridiculiza las afirmaciones de ciertos "expertos" humanos en bioética, que llegan a justificar la eliminación de bebés con discapacidad intelectual incluso después de haber nacido.