Resumen Causas de la obesidad en niños con síndrome de Down
Causas de la obesidad en los niños con síndrome de Down: hiperfagia o inactividad física
(Understanding the causes of obesity in children with Down syndrome: hyperphagia vs physical activity)
Foerste, M. Sabin, S. Reid, D. Reddihough
Journal of Intellectual Disability Research, 2016. doi: 10.1111/jir.12259
RESUMEN
Antecedentes
En Australia (país donde se ha realizado este estudio), la tasa combinada de chicos con sobrepeso/obesidad está entre el 19 y el 24%. Los niños y adolescentes con discapacidad intelectual presentan un mayor riesgo, con datos que oscilan entre el 31 y el 40%. Dentro de ella, hay dos síndromes que muestran mayor frecuencia: el síndrome de Prader-Willi y el síndrome de Down (trisomía 21).
En un estudio holandés realizado en 1596 individuos con síndrome de Down entre 0 y 26 años, la prevalencia de sobrepeso y obesidad fue de 25,5% y 4,2% en varones y de 32% y 5,1% en mujeres. En USA, en una muestra de 81 adolescentes con síndrome de Down el 55% tenían sobrepeso y el 31,2% eran obesos. En otro estudio retrospectivo sobre 283 adolescentes y adultos con síndrome de Down, la prevalencia fue de 56% de sobrepeso en mujeres y 45% en varones; y quienes mayor tendencia tenían a mostrar sobrepeso eran los que vivían con la familia.
Posibles factores que contribuyen a esta situación en el síndrome de Down son: factores metabólicos (hipotiroidismo, reducción de la tasa metabólica basal, reducción de leptina), y menor participación en actividades físicas de alta intensidad, por lo que no llegan a los valores recomendados de actividad entre moderada e intensa. Y esto por diversas razones: problemas osteoarticulares que les impiden hacer este tipo de ejercicios, falta de información sobre los recursos deportivos disponibles en su comunidad, o falta de apoyos necesarios para acceder a ellos.
Pero, además de estos factores metabólicos y ambientales, puede existir un anormal aumento de apetito que conduzca a la hiperfagia. Esto es muy evidente en las personas con el síndrome de Prader-Willi, que se inicia en la niñez y se mantiene en la vida adulta, pudiendo llegar a alcanzar la obesidad mórbida si no se consigue controlar la hiperfagia. Parece deberse a una falta de regulación en las señales que llegan al cerebro para indicar los estados de saciedad y de hambre.
Al abordar el problema en el síndrome de Down, no se ha estudiado con rigor el papel de hiperfagia como factor que también pueda contribuir al sobrepeso/obesidad. Nuestro estudio, pues, se propone investigar la presencia de hiperfagia y los niveles de actividad física y sedentaria en niños y adolescentes con trisomía 21, en comparación con otros dos grupos: personas con obesidad relacionada con su estilo de vida y personas con síndrome de Prader-Willi.
Métodos
Para ello se organizaron tres grupos que mostraban sobrepeso/obesidad; el de síndrome de Down o T21 (17 personas, 6 varones y 11 mujeres), el de síndrome de Prader Willi o SPW (16 personas, 7 varones y 9 mujeres) y el de obesidad relacionada con el estilo de vida o OEV (19 personas, 10 varones y 9 mujeres).
Se midió la hiperfagia mediante el Cuestionario de Hiperfagia, de Dykens. Tiene 13 ítems divididos en 3 dominios para valorar conducta hiperfágica, intensidad de los deseos y gravedad. Es un cuestionario desarrollado para personas con Prader-Willi pero útil para otras discapacidades, incluido el síndrome de Down. El grado de actividad física y sedentaria se midió mediante el Children's Leisure Activities Survey (CLASS).
Resultados
En el factor hiperfagia, las puntuaciones medias totales obtenidas por el grupo T21 (21,8±6,1) se mantuvieron entre las obtenidas por el grupo OEV (17,5±8,5) y el grupo SPW (28,4±11,6). Estas diferencias entre T21 y OEV no fueron significativas; sí lo fueron, en cambio, entre T21 y SPW: las conductas hiperfágicas, como buscar alimentos afanosamente o robar alimentos y la gravedad o intensidad de la hiperfagia, fueron más prevalentes en el grupo SPW que en el T21.
En cuanto a la actividad física, como media, el grupo T21 pasó menos horas en actividad física que el grupo OEV (10 h vs. 15 h), y similar número de horas que el grupo SPW.
Y en cuanto a la actividad sedentaria, de los tres grupos, el OEV fue el que mayor puntuación alcanzó (más tiempo pasó en actitud sedentaria): 44 h/semana frente a 35 del grupo T21 y 31 del grupo SPW, especialmente con juegos en computadora y búsquedas en internet. En cambio, el grupo T21 pasó la mayor parte de su tiempo sedentario viendo televisión (13 h/semana), y en esto superó estadísticamente al grupo SPW.
Se puede concluir que, en este estudio, las personas con trisomía 21 que tienen sobrepeso u obesidad mostraron algunas características de hiperfagia que se observan en el síndrome de Prader-Willi, pero con menor intensidad. La falta de actividad física sigue siendo un factor importante que contribuye a la obesidad, especialmente en los grupos T21 y SPW, es decir, los dos grupos con discapacidad intelectual.
COMENTARIO
El valor de este estudio estriba en que pone cifras a aspectos repetidas veces citados al analizar la realidad del sobrepeso y la obesidad en la población con síndrome de Down (Ver: Prevención de la Obesidad). Sin duda, hay factores intrínsecos, como son los metabólicos; pero este estudio pone el acento en factores ambientales, como son el exceso de ingesta, el exceso de sedentarismo y la falta de ejercicio físico reglado. Estos factores son controlables, en definitiva, educables. La presencia de jóvenes y adultos con síndrome de Down que muestran claros signos de sobrepeso/obesidad es evidente, y es preciso tener clara conciencia para regularlos desde su adolescencia. El control de la comida e ingesta calórica puede y debe ser enseñado desde pequeños, con indicaciones adaptadas a cada edad que promuevan el autocontrol. Se empieza a engordar entre los 6 y 10 años, con mayor tendencia en las chicas, algo que se acentúa en la pubertad. La comida entre horas no reduce la cantidad ingerida en las comidas regladas: se suman. La educación es fundamental.
Lo mismo cabe decir de la actitud sedentaria y de la falta de deporte: su normalización exige un buen programa, exigente, que regule la pasividad y promueva el ejercicio.