Editorial: La atención temprana jamás termina
La atención temprana jamás termina
Todos sabemos a qué nos referimos cuando empleamos el término de Atención Temprana. Es todo un conjunto de acciones y actividades que hemos realizado o estamos realizando durante los primeros años de la vida de nuestro hijo con síndrome de Down para promover el desarrollo de sus capacidades, suprimir o atenuar las consecuencia de la trisomía, prevenir y evitar posibles efectos secundarios perjudiciales, conseguir su máxima autonomía en la familia, y promover la adquisición progresiva de conductas adecuadas a su edad y a su entorno.
Bien analizado, ¿no es verdad que esos objetivos y esa sistemática en nuestra acción han de ser mantenidos en cada etapa de su vida? Antes de terminar una etapa ya estamos pensando en la siguiente: siempre preparando a nuestro hijo para que afronte el siguiente reto. Por eso insistimos en que la gran responsabilidad de los profesionales que trabajan en la Atención Temprana durante los primeros tres o cuatro años es formar, “empoderar” a las familias para que éstas asuman para siempre la responsabilidad y el control del desarrollo de su hijo; en esa primera etapa y en todas las que vendrán después que serán, sin duda, cada vez más ricas en contenidos y, por tanto, más complejas.
Por eso, al término “temprana” hemos de extraerle uno de sus significados. Atender tempranamente es adelantarse en la atención que tenemos que prestar. Es anticiparse en nuestras actividades de forma previsora, antes de que los acontecimientos se nos echen encima. Es mantener siempre nuestra sensibilidad para responder activamente. Es no dejarse sorprender. Es prever lo que ha de llegar a continuación para que nuestro hijo esté preparado.
Eso requiere pararse a reflexionar. Consultar con quienes ya tienen experiencia. Rectificar si es preciso la formación y crianza que estamos proporcionando a nuestro hijo. Y empezar a programar de alguna manera el futuro inmediato.
En consecuencia, habremos de repasar de vez en cuando, y examinarnos, sobre el estado de esas cualidades que adornan a un buen educador. Es realista con esperanza, mantiene la confianza, muestra entusiasmo, desarrolla su paciencia activa, tiene serenidad, sabe enfocar positivamente las situaciones, respeta y valora a la persona que está a su cargo, la acepta y le muestra afecto, tiene sensibilidad, es flexible y sabe adaptarse, tiene sentido del humor... ¡y sabe mostrar su alegría!: “¡Qué bien que existas, hijo mío! ¡Qué bien que seas tú!”.
Comentarios
Es él y sólo él quién nos va a ir mostrando el camino a seguir. El Síndrome de Down no se lo vamos a quitar y ellos se desarrollarán de acuerdo a sus capacidades igual que nosotros y que nuestros otros hijos. Así que a no desesperar !!!! Vamos en buen camino!!!! El camino hecho de amor y paciencia para que sean plenamente felices...
Gracias por tan valioso Editorial