Artículo Profesional: Habilidades de la motricidad gruesa 2ª parte
Habilidades de la "motricidad gruesa" en los niños con síndrome de Down
2ª parte
Patricia C. Winders, PT
2. Aprender el estilo de los niños con síndrome de Down
2.1. Aprender las conductas (Ver Primera parte, mayo 2014)
2.2. Aprender en el área de las habilidades de motricidad gruesa
Las directrices de que trata este apartado han sido descritas en la literatura o provienen de mi propia experiencia clínica en la práctica de las habilidades de motricidad gruesa con niños con síndrome de Down. Prestando atención a estas áreas, entenderéis mejor el estilo de aprendizaje de vuestro hijo –específicamente, su estilo de aprendizaje cuando esté aprendiendo nuevas habilidades de motricidad gruesa.
a) Tened previsto este proceso de aprendizaje de cuatro pasos cuando estéis enseñándole nuevas habilidades de motricidad gruesa. Para aprender una habilidad, el niño deberá pasar por un proceso sistemático, de forma gradual, paso a paso. Aplicad este proceso a las nuevas habilidades que ya esté preparado para aprender, y tratad cada una de ellas como si se tratara de un nuevo juego que vais a jugar todos juntos. Si introducís gradualmente los movimientos, logrará aprender la nueva habilidad.
- Presentadle la nueva habilidad de forma pausada y cuidadosa, centrándoos en que vaya sintiéndola y tolerando los movimientos. En esta fase, irá sintiendo la extensión de la habilidad e irá aprendiendo cuál es el principio, la mitad y el final.
- Dejad que la nueva habilidad se vuelva familiar con la práctica, hasta que comprobéis que el niño entiende el juego, se siente acostumbrado a él y lo anticipa.
- Animad al niño a colaborar y participar en la ejecución de la habilidad. Practicad juntos, para que vaya adquiriendo fuerza y aprendiendo cómo se realiza la habilidad, e id disminuyendo vuestro apoyo en la medida en que lo vaya tolerando.
- Haced que llegue a dominar la habilidad y a cimentar su independencia de forma que llegue a realizarla solo. Una vez que pueda hacerlo, aseguraos de que domina la habilidad por sí mismo y la practica espontáneamente. Cuando la inicie por sí mismo, sabréis que la habilidad se ha consolidado y que vuestro hijo la ha incorporado a su repertorio. En esta fase, podréis generalizar la habilidad haciéndola extensiva a diversos entornos.
Durante este proceso gradual de cuatro fases, habréis de prestar atención a la forma en que prestáis los apoyos y a la calidad de los movimientos que el niño usa mientras aprende a realizar la habilidad.
b) Prestadle apoyo de forma estratégica. Vuestro hijo ha de participar activamente en las habilidades para poder adquirirlas. Si se le apoya enteramente y está pasivo cuando practique, “se dejará llevar” pero no aprenderá. En cada una de las fases, le iréis proporcionando distintos grados de apoyo. En la fase 1 le daréis apoyo completo, para que pueda relajarse, sentir y tolerar los movimientos. Cuando ya esté familiarizado con los movimientos, disminuiréis vuestro apoyo en la fase 2, para que él esté alerta y participe. En la fase 3 progresaréis hasta darle el mínimo apoyo posible en puntos específicos de su cuerpo, de modo que él haga cada vez más por sí mismo. En la fase 4, le daréis apoyo de forma intermitente para que lo vaya logrando, hasta que pueda realizar la habilidad totalmente solo.
Durante este proceso de 4 fases, daréis apoyo para enseñar la habilidad, pero lo iréis disminuyendo tan pronto como se vaya pudiendo. Los niños con síndrome de Down tienden a depender enseguida de los apoyos; si le proporcionáis muchos, los esperará y dependerá de ellos. Cuando se los estéis dando, tenéis que saber cuáles son los más estratégicos para su cuerpo y para la habilidad de que se trate, colocando al niño en esa posición y esperando a que él actúe. Cuando disponéis las cosas para que use este método de apoyo estratégico, esta disposición, esta organización, también desencadenará las acciones que queréis que él realice.
Al proporcionarle apoyos estratégicos le estaréis dando la oportunidad de hacer lo que él quiere hacer y lo que esté preparado para aprender pero no puede hacer por sí mismo, debido a sus problemas físicos. Mediante la repetición de estos movimientos, empezará a desarrollar fuerza, de modo que cada vez necesitará menos apoyo. Y finalmente podrá realizar la habilidad sin apoyo alguno.
c) Aprenderá las habilidades más groseramente al principio, y posteriormente irá refinándolas. En los pasos 1 y 2, se trata de que experimente plenamente el movimiento en grueso de cada habilidad, por ello no deberéis preocuparos por la calidad del movimiento. En los pasos 3 y 4 iréis considerando la calidad de los movimientos y los iréis moldeando si fuera necesario, para que el niño pueda seguir progresando. Por ejemplo, le enseñaréis a cambiar de la posición de sentado hasta ponerse sobre la tripita cayendo sobre uno de sus lados. Una vez que haya aprendido este movimiento en bruto, lo irá practicando y aprendiéndolo con control. Al principio, cuando aprenda una habilidad, usará compensaciones, debido al estrés del aprendizaje de la nueva actividad y al hecho de estar aprendiendo según su propia constitución física. Una vez que se sienta motivado para realizar la habilidad, las sucesivas prácticas lo ayudarán a ir adquiriendo destreza para moverse más suavemente y con control. Cuando se haya cimentado la habilidad y ya forme parte de su repertorio, podréis ayudarlo a refinarla y a perfeccionarla si fuera necesario.
Si atosigáis al niño interviniendo o corrigiendo excesivamente mientras aprende, se volverá pasivo y dependiente de vuestro apoyo, o perderá todo interés en la habilidad. Por ejemplo, cuando esté aprendiendo a caminar, si el apoyo que le brindáis es para que camine a la perfección, se resistirá a las dos cosas, al apoyo y a la actividad, y alzará las piernas para bajarse al suelo e ir gateando hasta donde él quiera. Hay dos habilidades que son excepciones de estas directrices de aprenderlas primero en bruto y refinarlas después: 1) aprender a sentarse, y 2) aprender a ponerse de pie. Para sentarse y ponerse de pie sí que tendréis que enseñarle las posturas óptimas desde el principio (ver Fase 3).
d) Enseñadle al niño en cantidades asimilables, dividiendo las habilidades en partes más pequeñas. Cuando practiquéis cada nueva habilidad, deberéis enseñar cada parte de la misma y después mostrar cómo se ponen todas las piezas juntas, cómo se hace en su conjunto. Por ejemplo, consideremos la habilidad de llegar a sentarse por sí mismo. Primero, tendrá que aprender a empujar con los brazos cuando esté tendido de lado. Después tendrá que aprender a balancear el peso de la pelvis hacia un lado, y podrá practicar esta parte cambiando desde la postura de estar de rodillas a la de estar sentado. Una vez que haya aprendido estas partes, practicaréis ambas, sentándose a partir de la posición sobre el vientre o de la postura de estar apoyado sobre las manos y los pies. Cuando practiquéis estas partes tendréis que observar su grado de participación y sus reacciones. El objetivo consiste en facilitarle el aprendizaje de la nueva habilidad, por lo que si lo notáis pasivo o reacio, intentadlo con otra estrategia o motivación. Si tenéis la impresión de que no está progresando, o de que está estancado, eso significa que habréis de dividir aún más la habilidad o buscar una nueva forma para practicarla. El reto está en seguir creando nuevas maneras de practicar, para lograr que el niño participe y progrese. Continuad innovando nuevos enfoques hasta que encontréis el adecuado. A veces os dará la impresión de que vuestro hijo no es lo suficientemente fuerte como para realizar una habilidad, cuando de hecho, sí tiene la fuerza necesaria, pero lo que sucede es que no sabe cómo usarla para esa habilidad en concreto.
e) Cuando esté aprendiendo una habilidad nueva, esperad a que responda porque puede tener un tiempo de reacción más lento o retardado. El tiempo de reacción es el intervalo existente entre la estimulación y el inicio del movimiento de respuesta. Los niños con síndrome de Down tardan más en iniciar su respuesta ante un estímulo, lo que significa que tienen un tiempo más largo de reacción. También tardan más en finalizar una tarea motora, dándoles un mayor tiempo de movimiento. A causa de este mayor tiempo de reacción, cuando el niño esté aprendiendo una nueva habilidad, habréis de iniciarla con apoyo estratégico y luego esperar de 5 a 10 segundos para darle tiempo a reaccionar. Darle el tiempo suficiente para que reaccione es algo esencial. Si no esperáis lo suficiente, le impediréis que participe y le enseñaréis a que dependa de vuestro apoyo, en lugar de enseñarle a iniciar el movimiento. Puesto que tarda más tiempo en reaccionar, puede que vosotros y el fisioterapeuta penséis que es incapaz de realizar la acción, cuando en realidad podría hacerlo si sencillamente se le diera el tiempo necesario.
f) Vuestro hijo tendrá dificultades para generalizar una habilidad nueva en entornos diferentes, por ello tened esto presente cuando practiquéis las habilidades de motricidad gruesa. Cuando esté aprendiendo una habilidad nueva, lo mejor es enseñársela en el ámbito específico donde la usará por sí mismo. Por ejemplo, si queréis que aprenda a cambiar la postura de estar sentado a la de ponerse boca abajo, practicad con el niño sentado en la alfombra. Para llegar a dominar esta habilidad, tendrá que aprender a iniciar por sí mismo el movimiento de desplazar su peso hacia un lado para “aterrizar” sobre la tripita. Practicando sobre esta superficie, también conseguirá aprender a hacerlo con control.
Una vez que aprenda una nueva habilidad, tendrá que practicarla en cada uno de los distintos ámbitos en que se mueva. Por ejemplo, si aprende a subir y a bajar las escaleras de casa, tendrá que practicar después en las escaleras de la escuela para llegar a dominarlas también. Cada lugar tendrá sus propias características a las que ajustarse, y el niño necesitará tiempo y práctica, y descubrir métodos nuevos para cada entorno. Si vosotros entendéis y prevéis esto, podréis también darle el apoyo estratégico que necesitará para hacer sus adelantos.
g) Los niños con síndrome de Down tienen unos patrones de activación muscular caracterizados por niveles más altos de co-contracción. La co-contracción es la activación simultánea de dos músculos que actúan en una articulación en direcciones opuestas. Activando sus músculos así, el niño tensa la articulación y no puede moverse en ninguna de las direcciones. He observado que esto se produce especialmente cuando un niño está aprendiendo una nueva habilidad o cuando se siente estresado. Por ejemplo, puede que lo haga cuando esté aprendiendo el movimiento de pedaleo alterno con las piernas en un triciclo. Tensará una o ambas piernas, con co-contracción de los músculos de la o las rodillas, tras lo cual la rodilla o las rodillas se quedarán “atascadas” en esa posición, y el niño no podrá pedalear.
h) El niño aprenderá mejor si se le dan indicaciones visuales y táctiles. Muchos niños con síndrome de Down son aprendices visuales, por lo que si ven cómo se realiza una habilidad o tienen un modelo al que observar, se sentirán motivados para imitar la acción. También responden bien a las indicaciones o pistas táctiles. Si lo sienten, lo imitarán. Por ejemplo, si practicáis el acto de correr con apoyo de la mano, el niño sentirá la velocidad de correr y la forma en que se mueve su cuerpo, y después intentará hacerlo por sí mismo. Cuando le deis pistas táctiles, podréis exagerar los movimientos para captar su atención y para tener la certeza de que los siente. Si por el contrario, le dais indicaciones táctiles más sutiles, puede que no comprenda lo que estáis tratando de enseñarle. Por lo general, a los niños con síndrome de Down les resulta más difícil procesar las instrucciones verbales, por lo que si se las dais, cercioraos de que sean concisas y concretas.
i) Pasad a la siguiente habilidad en el momento adecuado, pues de lo contrario la habilidad actual se volverá tan automática que tal vez el niño no desee realizar la siguiente. Cuando ya sepa rodar para moverse hasta donde quiere ir, tal vez no le interese aprender a girarse hacia los lados para alcanzar los juguetes, ni posteriormente arrastrarse. Si sois conscientes de la progresión de las habilidades de la motricidad gruesa, podréis ser proactivos para ir enseñando todas y cada una de las siguientes en la forma oportuna. Si os retrasáis en enseñarle la siguiente habilidad, se os resistirá más porque se sentirá muy satisfecho con la habilidad actual. Esto adquiere especial importancia cuando el niño ya esté preparado para aprender a andar. Si no le enseñáis el patrón de los pasos en el momento oportuno, puede que prefiera gatear o trepar para moverse por los alrededores. Esto también se aplica cuando se trata de hacer que pase de caminar con el apoyo de las dos manos de un adulto, a hacerlo con el apoyo de una sola mano. Tendréis que saber cuál es la siguiente habilidad y cuándo enseñársela, y después idear la forma de interesarlo en su aprendizaje.
j) Cuando estéis practicando habilidades nuevas, sed estratégicos en la forma en que colocáis su cuerpo y en el equipo que uséis, de forma que el niño pueda hacer progresos. Conviene descubrir qué hace que la nueva habilidad resulte fácil de aprender. Cuando le estéis enseñando, practicad siempre en ambos lados para probar qué forma le resulta más fácil. Por ejemplo, si rueda mejor sobre su lado derecho, dejadle aprender a rodar así, hasta que domine el movimiento y pueda rodar regularmente hasta donde quiera. Al niño le confundiría rodar en ambas direcciones justo cuando está empezando a rodar. Dejadle que llegue a dominar la dirección que le resulte más fácil, y ya lo haréis más tarde en la otra.
Experimentad también con equipos y muebles, y ved lo que funciona mejor con vuestro hijo para la nueva habilidad. Examinad si la actividad le resulta más fácil con una superficie más alta o más baja. Si la superficie está más baja, podrá usarla para arrodillarse o pasar mejor. Si la superficie tiene un borde, podrá servirse de él para ponerse de pie. Si le estáis enseñando a arrastrarse, lo más fácil será hacerlo sobre una superficie más deslizante y vestir al niño con un body. Cuanto más le facilitéis la tarea con la menor cantidad de apoyo, más deseos sentirá de realizarla, tras lo cual llegará a asimilarla y a incorporarla a su repertorio de habilidades.
k) Prestad atención al número de repeticiones que haga vuestro hijo cuando practique una habilidad. ¿Con cuántas repeticiones se siente cómodo? Observad también si aprende mejor sus habilidades enfocándose en dos o en tres; si repitiéndolas varias veces al día, o si prefiere hacer muchas habilidades repitiendo pocas veces cada una de ellas. Si vais tomando nota de estos detalles y los adaptáis a vuestra forma de practicar, la cooperación del niño mejorará y estará abierto a la práctica de nuevas habilidades. Finalmente, las repeticiones mejorarán su rendimiento aumentando su fuerza, su velocidad, coordinación, precisión y el tiempo y la secuenciación de sus movimientos.
l) Practicad mientras el niño esté rindiendo óptimamente. La calidad del tiempo de prácticas es más importante que la cantidad.Observad durante cuánto tiempo practica las nuevas habilidades con vosotros. Si sabéis que practicará durante 5 minutos, habréis de planificar la actividad de distinta forma que si contarais con 15. Habréis de trabajar durante su propio periodo de tiempo. Es mejor parar que excederos en los minutos o en las repeticiones. Si el niño entiende la nueva habilidad y la está practicando bien, podéis continuar. Cuando empiece a perder interés, pasad a otra habilidad. Si le permitís hacer pausas, posiblemente quiera volver a repetir más tarde. Hay que terminar las prácticas con alegría y sintiendo que lo ha logrado, no contrariado o agotado.
m) Cuando practiquéis nuevas actividades, secuenciad estratégicamente el tiempo de las prácticas. La práctica de una nueva habilidad conlleva más esfuerzo y más concentración, por lo que el niño se cansará antes. Lo mejor será que planifiquéis lo que vayáis a practicar, empezando por lo más difícil. Después podréis ir alternando con la práctica de otra habilidad más fácil, para darle tiempo a recuperarse. En medio de las prácticas, dadle un descanso para que juegue, tras lo cual se sentirá más dispuesto para seguir practicando. Cuando se canse o no pierda interés, parad. Observad el ritmo del tiempo de prácticas y adaptadlo al niño, combinando las habilidades difíciles con las fáciles, y con los tiempos de descanso. Después, decidid qué cosas repetir, con nuevos incentivos.
n) No interfiráis en una habilidad que vuestro hijo haya aprendido a hacer independientemente. Si interferís, el niño se enfadará y se exasperará porque estáis interfiriendo en sus movimientos. No conseguiréis introducir cambios en sus movimientos durante esta habilidad, pero sí podréis practicar los movimientos deseables en niveles más altos de habilidades. Por ejemplo, si se arrastra sosteniéndose sobre las dos manos, una rodilla y un pie, le molestará que lo persigáis y que lo ayudéis para que practique el movimiento usando las dos rodillas. Es mejor esperar hasta que empiece a aprender a subir peldaños, momento en el cual ya podréis ayudarlo a moverse sobre las dos rodillas.
ñ) Cuando se aprenden habilidades nuevas, cuantos menos pasos, mejor. Si hay alguna forma de reducir los pasos cuando se aprende una nueva habilidad, vuestro hijo estará más atento. Por ejemplo, si está preparado para aprender a cambiar la postura de estar sentado por la de ponerse de rodillas, necesitará ver una forma fácil para cambiar de una postura a la otra. Ponedlo de rodillas apoyado en una superficie baja, y después inclinad su tronco sobre la superficie para que él pueda ponerse de pie. Una vez que conozca la conexión entre las posturas, el niño experimentará con la forma de moverse hasta ponerse de pie, y más tarde aprenderá los métodos más avanzados.
o) Dadle con vuestras manos solamente los apoyos que necesite. Algunos niños se distraen con los manejos excesivos, o se resisten porque sienten que los estáis controlando. Cuando vuestro hijo esté en los Pasos 3 y 4 del proceso de aprendizaje, vuestra ayuda con las manos ha de ser mínima, intermitente, oportuna y prestada precisamente donde la necesite el niño para progresar.
p) Buscad la variedad en los movimientos del niño, y el equilibrio entre los patrones de movimientos antagónicos. Podéis ayudarle a usar los componentes del movimiento que queráis que aprenda. Cuando se esté moviendo solo, dejad que se mueva como él decida hacerlo. Lo deseable es que aprenda a usar espontáneamente una variedad de movimientos, y a alternar entre movimientos opuestos. Por ejemplo, si pone las piernas muy separadas cuando está boca abajo o cuando está sentado, será deseable que mueva las piernas juntas cuando esté de rodillas. Si puede sentarse erguido, también es aceptable que se encorve de vez en cuando.
q) Practicad vosotros mismos las habilidades de motricidad gruesa, para que realmente entendáis y sintáis los movimientos y los pasos involucrados en su ejecución. Cuando vosotros mismos realizáis la habilidad, podéis ver cómo vuestro cuerpo tiende a hacerla. Para entender esto desde la perspectiva de vuestro hijo, observad su cuerpo e imitad sus movimientos. Así podréis percataros de lo que él necesita para aprender la habilidad. Si el niño está teniendo dificultades, realizad vosotros la acción en la forma en que vuestro hijo trata de hacerla, y ved lo que está impidiéndole dominar esa habilidad.
También podéis estudiar las partes y las proporciones de su cuerpo y averiguar si algunas habilidades le resultan más duras debido a su constitución física. Por ejemplo, si tiene el tronco muy largo, es posible que tarde más tiempo en aprender a sentarse por sí solo, a causa de la fuerza que se necesita para mantener el tronco recto y erguido. O si tiene una significativa laxitud ligamentosa en las caderas, rodillas y pies, le resultará más duro aprender a ponerse de pie. Observando el cuerpo del niño, que es único, llegaréis a entender cómo éste afecta al desarrollo de ciertas habilidades de motricidad gruesa, y así podréis adaptar la forma en que practiquéis, de forma que el niño pueda prosperar.
r) Individualizad. A medida que practiquéis las nuevas habilidades de motricidad gruesa que el niño ya esté preparado para aprender, cercioraos de utilizar estrategias basadas en su propio estilo de aprendizaje para que ellas os guíen en cómo le enseñáis y en lo que le vais enseñando. Centraos en “descubrir la llave de acceso” para enseñarle la nueva habilidad. Si podéis presentársela de forma que él entienda lo que hay que hacer, podrá comprender cómo hacerla partiendo de su propia constitución física. Vosotros le daréis ideas para las estrategias, pero es él quién habrá de descubrir su propia forma de lograrlo. La parte más dura para él será el principio, cuando intente iniciar los primeros movimientos de la habilidad por sí mismo. No obstante, una vez que empiece, lo consiga y repita después los movimientos, ya habrá encontrado su camino. Si podéis enseñarle un método que concuerde con sus patrones de movimiento, en vez de intentar que él se ajuste a la “forma típica de hacerlo”, seréis más eficaces para guiarle hasta que encuentre el mejor método para su propio cuerpo. Vosotros tendréis vuestra forma de enseñarle, y tendréis que observar la forma en que él practica, tras lo cual todos colaboraréis para ayudar al niño a encontrar su propia forma de hacer las cosas. Si sois capaces de descubrir la manera adecuada, el niño lo hará. Una vez que sepa iniciar los movimientos del principio, trabajará en eso hasta que pueda hacerlo de forma regular. Mientras él esté trabajando en esto, vosotros le daréis apoyos estratégicos, de forma intermitente y puntual, para ayudarle a tener éxito. Si podéis ser sus compañeros de esta forma, todos conseguiréis disfrutar juntos de la experiencia del aprendizaje de las habilidades de motricidad gruesa.
ELECCIÓN DEL MOMENTO OPORTUNO: MOMENTOS CRÍTICOS PARA LA INTERVENCIÓN DE LA FISIOTERAPIA
Existen dos periodos del desarrollo de la motricidad gruesa: Desde el nacimiento hasta que aprende a andar (Periodo 1) y Después de haber aprendido a andar (Periodo 2). Durante ambos periodos, los servicios de la fisioterapia serán críticos para desarrollar los componentes esenciales de los movimientos y la base postural necesaria para construir un cuerpo en forma y funcional para la vida del individuo.
Cuando vuestro hijo esté aprendiendo una habilidad nueva, no os limitéis a centraros exclusivamente en esa habilidad; fijaos también en los componentes de los movimientos que la hacen posible. Tendréis que asegurar el desarrollo de los componentes específicos de esos movimientos. Estos no se producirán automáticamente por el mero hecho de haber adquirido la habilidad de motricidad gruesa.
En el periodo que va desde el nacimiento hasta el momento de caminar, os centraréis en enseñarle los siguientes componentes de los movimientos y en hacer que vaya adquiriendo fuerza en ellos:
- Cabeza: elevar y mantener la cabeza erecta y en la línea media
- Tronco: mantener el tronco recto y ser capaz de activar los músculos abdominales, de forma que los músculos de la espalda y los abdominales estén uniformemente equilibrados
- Brazos: apoyar, estirar, tirar, mantener la posición, y empujar
- Piernas: colocar las rodillas y los pies apuntando recto hacia adelante (rotación neutra de la cadera), los pies en línea con las caderas (base estrecha) y usar una flexión suave de las rodillas (rodillas libres) cuando esté de pie.
- Habilidades de desplazamiento del peso: rodar, estirar para alcanzar (cuando esté boca abajo), sentarse y dejar de estar sentado, arrastrarse (con el vientre en el suelo) y gatear (sobre las manos y las rodillas), impulsarse para ponerse de pie, desplazarse y caminar.
En el periodo de después de haber aprendido a andar habréis de centraros en ir perfeccionando el patrón de andar del niño. Esto lo haréis practicando las nueve habilidades de este periodo, y utilizando un manejo eficaz de los pies. El niño desarrollará un patrón eficaz de marcha, llegará a hacerlo solo y será capaz de caminar largas distancias en vuestra comunidad, sobre superficies irregulares, subir y bajar cuestas, bordillos y escaleras. También aprenderá las habilidades de motricidad gruesa, incluyendo las habilidades de dar patadas a una pelota, correr, saltar, montar en triciclo y usar la barra de equilibrio.
Al final de este segundo periodo, vuestro hijo ya estará en vías de adquirir las metas de la fisioterapia y los cuatro resultados críticos. No solamente habrá aprendido a caminar con un patrón perfeccionado y eficaz, sino que también habrá desarrollado la postura y los componentes del movimiento que necesitará como adolescente y como adulto. Con esta sólida base, podrá elegir las actividades que le interesen para seguir mejorando su fuerza, su coordinación, velocidad, resistencia y equilibrio.
El presente artículo es la segunda parte del capítulo introductorio del libro "Gross motor skills for Children with Down Syndrome. A guide for Parents and Professionals" (2nd. edition), de Patricia C. Winders, publicado por Woodbine House, Bethesda, MD (USA), 2013.
La primera parte fue publicada como artículo profesional de la revista de mayo 2014.
El artículo ha sido traducido con autorización para Canal Down21 por Rosario León Cuyás.