Editorial: Exigir la necesaria formación del profesorado

Exigir la necesaria formación del profesorado
Hace unos días recibimos una consulta. "Soy madre de cinco hijos. La menor de ellos, de 7 años, tiene síndrome de Down y quisiera me ayudaran con información acerca de la manera como debo enseñar a mi hija a leer y escribir (si es posible me capacitaran para yo ayudarla en ese tema) ... Me gustaría que me apoyaran en estrategias o plan de estudios para mi nena dado que en mi país el gobierno no destina recursos para la educación de estos niños, y en el sistema educativo se habla de inclusión pero los colegios no cuentan con las herramientas humanas ni pedagógicas para brindar a estos niños una educación acertada. He tenido escolarizada a la niña desde los tres años pero en los colegios donde ha estada le brindan una educación o un sistema de aprendizaje igual al que lleva cualquier niño regular; en otras palabras, las docentes no saben cómo tratar o enseñar a estos niños. Por lo que les pido encarecidamente me ayuden a brindar una oportunidad y/o calidad de vida a mi hija, que pueda leer, escribir y desarrollar su propia autonomía".
Son numerosas las consultas similares a ésta que recibimos. Y en tiempos en los que el clamor por la educación inclusiva se ha extendido por los países, pensamos que es motivo de alarma y de reflexión auténtica.
De nada sirve apelar a las recomendaciones de la Convención de la ONU en favor de la educación inclusiva si no van, primero, precedidas de un análisis de la situación real del país en el ámbito de la educación especializada ―sea en régimen 'especial' o en régimen 'inclusivo'―. Segundo, seguidas de un proyecto que debe tener como prioridad absoluta la formación y preparación de un profesorado competente, capaz de atender a la avalancha de alumnos con necesidades educativas especiales, que terminan "amontonándose" en las escuelas ordinarias. Eso exige planificación rigurosa, drásticos cambios en el modelo de formación del profesorado, y dotación presupuestaria. Después, en tercer lugar, vendrá el aprovisionamiento de recursos técnicos.
Bueno sería analizar y constatar el grado en que los gobiernos de los diversos países están recorriendo y cumpliendo las exigencias de esas etapas. Si no se cumplen, ya sabemos quiénes van a ser los perdedores: como siempre, los más débiles, los descartados. Terminarán sus años de escolarización, quizá muy "socializados" aunque carentes de reales y duraderos amigos, y carentes de los recursos indispensables en la sociedad actual para avanzar en la vida. ¿Cuántas promociones de alumnos con necesidades educativas especiales sufrirán este despropósito? ¿Durante cuánto tiempo seguirán preguntándonos los padres cómo pueden ayudar ellos para que su hijo aprenda, al menos, a leer?
La inclusión educativa implica un vuelco total en el pensamiento, ideario, convicciones y metodología de todos los profesionales de cada centro educativo. Sabemos que no pocos centros lo están consiguiendo. Pero pregúntense los responsables de cada país en qué grado y de qué manera están actuando para generalizarlo y lograrlo. Y sean conscientes las instituciones dedicadas a las personas con discapacidad intelectual de que, para promocionar una educación inclusiva, han de exigir con no menos entusiasmo el rigor metodológico y presupuestario para llevarla a cabo. En tiempo y en forma. La educación especial, cualquiera que sea el ámbito en el que se desarrolle, es compleja y no pocas veces dificultosa. No inventemos engaños ni falsas esperanzas que después no podamos cumplir, porque el desencanto será aún mayor.
Comentarios
Pienso que la inclusión escolar está íntimamente ligada al contexto político, social, educativo y económico de cada país, y se necesita de una avanzada de lucha por parte de los padres, asociaciones y fundaciones por esta conquista educativa: LA INCLUSIÓN ESCOLAR
Todo esto es casi imposible que se haga en el colegio, por mucho que sepa el profesor y mucho interés que ponga. Además es más fácil para nuestros hijos distraerse cuando hay muchos niños y otros elementos distractores alrededor.
La inclusión es básica para nuestros hijos, pero sin descuidar todo lo que podemos ayudar desde la familia.