Hacia una vida adulta cualificada
Editorial Agosto 2017
Uno de los hallazgos que consideramos más significativos, de cara a preparar a nuestros hijos y alumnos con síndrome de Down para una vida real y práctica, ha sido el publicado por Gilmore y Cuskelly, el cual expusimos el mes pasado en nuestra sección "Resumen del mes". Básicamente, han comprobado que la motivación por la excelencia y la auto-regulación, desarrolladas ambas durante la niñez y la adolescencia, predicen el nivel de auto-determinación y de conducta adaptativa en la vida adulta, incluso mejor que la propia capacidad cognitiva. Es decir, que nada hay mejor a la hora de conseguir una futura sana autonomía, acorde con las características propias de cada persona, y a la hora de que ejercite sus capacidades para funcionar en la vida real, que el ayudarles a que hagan las cosas bien hechas, a que aprendan a reflexionar y decidir en función de lo reflexionado, a mantenerse constantes en las tareas, a renunciar cuando sea debido, a saber esperar y demorar.
Es evidente que la tarea no es sencilla y que, por nuestra parte, exige el desarrollo de la paciencia que, además, debe ser perseverante. Es fácil que nos cansemos pero las cualidades no se adquieren de la noche a la mañana sino tras el debido ejercicio y entrenamiento, que se repite una y otra vez de forma persuasiva e insistente, hasta que se convierte en el hábito. Son las virtudes indispensables para vivir en convivencia y desarrollar esa autogestión que tanto nos preocupa.
No hay duda que familia y escuela deben funcionar en íntima conexión durante la fase de formación, a la hora de abordar esos objetivos. Cada una tiene su espacio, sus tiempos, sus características y condicionantes. Es evidente que la familia ha de estar plenamente convencida de la necesidad de alcanzar los objetivos, que se traducen en:
- Favorecer la comunicación, incluidas la gestual, verbal, de imágenes.
- Impulsar la autonomía y la participación en las tareas, bien terminadas.
- Enseñar las habilidades sociales, actuando de modelos. Es el pasaporte de entrada para la integración y para que sea aceptado. Siempre. Con coherencia. Con constancia.
- Formar en valores y en actitudes, incluidos los religiosos si se viven en la familia.
- Enseñar a conocer y a aceptar, aunque sea contra el capricho o el gusto inmediato.
- Disfrutar y divertirse juntos.
¿Y de qué manera?
- Con realismo: podemos conseguir mucho pero no todo, ni al mismo tiempo.
- Con confianza, entusiasmo, paciencia activa que significa saber esperar pero actuando.
- De modo que se sientan a gusto en su trabajo, sin aspirar a cosas claramente inalcanzables.
- Con respeto incondicional.
- Con aceptación y cariño: aunque les riñamos.
Tengamos presente que autonomía no es hacerlo todo solo. Es saber integrar las propias competencias con las de los demás y saber colaborar, preguntar, poner las cosas juntas. El crecimiento de la autonomía deberá pasar inevitablemente por el reconocimiento de sí mismo (autoestima) y del otro con quien convive y colabora. Ciertamente, es difícil pensar que puedan lograr una independencia completa. Pero existe una autonomía posible para todos y para cada uno: un paso más, un cambio posible, una mayor dignidad. Se sentirán realmente mayores cuando de verdad los reconozcamos mayores.
Comentarios
Mil gracias un mes más por este espléndido número de agosto. Gracias por ser tan pedagógicos en su excelente artículo científico. Cuánto trabajo detrás de cada número que con tanta generosidad nos ofrecen. Los usuarios de este portal somos unos privilegiados. Un fuerte abrazo, Saro
Nuestra tarea será...AUTONOMÍ A- SOCIALIZACIÓN- DERECHOS.
Y desde pequeños, construcción de nuevas subjetividades.
SUJETOS libres, deseantes y capaces de proyectar sus vidas.
Hablar menos y escucharlos más.
A nosotros a título personal en este momento nos preocupa mucho el tema de la aceptación de la propia discapacidad y la de las discapacidades de los demás.