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Delimitación de términos

Habilidades sociales y competencia social

Como ya se dijo anteriormente, no es tarea fácil delimitar el concepto de habilidades sociales, dada su compleja naturaleza y su relación con otros términos afines. El esfuerzo de los teóricos por delimitar conceptos como competencia social, habilidad social, inteligencia social, por citar algunos, es ímprobo y no siempre operativo en términos prácticos.

De acuerdo con Monjas (1999:28), las habilidades sociales son las "conductas o destrezas sociales específicas requeridas para ejecutar competentemente una tarea de índole interpersonal. Implica un conjunto de comportamientos adquiridos y aprendidos y no un rasgo de personalidad. Son un conjunto de comportamientos interpersonales complejos que se ponen en juego en la interacción con otras personas".

Por otro lado y de acuerdo con la autora ya citada (Rojas, 1999:28), la competencia social es "un constructo hipotético y teórico global, multidimensional y amplio, mientras que las habilidades sociales pueden verse como parte del constructo de competencia social. Las habilidades sociales son comportamientos sociales específicos que, en conjunto, forman las bases del comportamiento socialmente competente. El término competencia se refiere a una generalización evaluativa y el término habilidades se refiere a conductas específicas".

La competencia social, pues, forma parte de la conducta adaptativa del sujeto. Esta última incluye destrezas de funcionamiento independiente, desarrollo físico, desarrollo del lenguaje, así como competencias académicas funcionales. De acuerdo con Prieto, Illán y Arnáiz (1995), centrándose en el contexto educativo, las destrezas sociales incluyen:

♦ las conductas interpersonales (aceptación de la autoridad, destrezas conversacionales, conductas cooperativas, etc.)
♦ las conductas relacionadas con el propio individuo (expresión de sentimientos, actitudes positivas hacia uno mismo, conducta ética, etc.)
♦ conductas relacionadas con la tarea (trabajo independiente, seguir instrucciones, completar tareas, etc.)
♦ la aceptación de los compañeros

En conclusión, parece haber cierto acuerdo en considerar las habilidades sociales como habilidades discretas y observables, en tanto que la competencia social puede definirse como la eficiencia y adecuación de los comportamientos del sujeto, tanto encubiertos como explícitos. Ambos conceptos podrían considerarse, a su vez, como subcategorías del comportamiento adaptativo general del sujeto.

Competencia Social y competencia interpersonal

De acuerdo con Pelechano (1995), cabría hacer una diferencia entre competencia social (éxito social, reconocimiento social de los méritos personales) y competencia interpersonal (reconocimiento individual de personas más que de instituciones). Se trata, en este último caso, del logro de una confianza personal, de ayuda hacia los demás y de un referente personal más que social.

Parece existir un relativo acuerdo por parte de algunos autores en considerar la competencia social como la adecuación de las conductas sociales a un determinado contexto social. Implica juicios de valor, siendo éstos distintos de unos contextos culturales a otros ya que cada contexto tienen unas normas y valores. La competencia social es el impacto de los comportamientos específicos sobre los agentes sociales del entorno.

Inteligencia sociopersonal e interpersonal

Años atrás, el autor anteriormente citado (Pelechano, 1984) establecía una distinción entre Inteligencia Sociopersonal (más comprometida con el éxito y el funcionamiento institucional) e Inteligencia Interpersonal(directamente relacionada con el análisis y solución de los problemas interpersonales y no institucionales u organizacionales).

Mientras que la inteligencia sociopersonal se encuentra identificada con problemas de competencia social, la interpersonal (tanto a nivel intrapersonal como interpersonal) se identifica con la competencia personal de solución de problemas personales de uno mismo y de los demás.

A raíz del paradigma de Inteligencias Múltiples de Gardner (1995), el término Inteligencia intra / interpersonal está siendo ampliamente aplicado, por lo que los conceptos de Pelechano cobran total vigencia.

Concepto de Inteligencia Social de la AAMR

Desde su fundación, en 1876, la American Association on Mental Retardation (AARM), ha marcado las directrices en la comprensión, definición y clasificación del fenómeno de retraso mental. Desde entonces, la AARM viene publicando con regularidad el manual Retraso mental. Definición, clasificación y sistemas de apoyo.

En la última revisión de dicho manual publicada en 1992, la AARM mantiene el término Retraso Mental. Esta decisión no está exenta de cierta polémica, ya que desde distintos ámbitos, se insta a la eliminación de éste por su carácter estigmatizador (Luckasson y Reeve 2001). Ciertamente, en el ámbito psicoeducativo, actualmente, se hace referencia a la discapacidad intelectual. Sin embargo, en este apartado conservaremos el término Retraso Mental, en el intento de respetar la terminología aplicada por la AARM.

De acuerdo con la AARM (2000:32), la inteligencia social hace referencia a la "capacidad para entender las expectativas sociales y la conducta de los demás, así como juzgar adecuadamente cómo comportarse en situaciones sociales. Los principales componentes son la conciencia social y las habilidades sociales. Más concretamente, incluyen: comprensión social, intuición, juicio y comunicación. Las personas con retraso mental pueden tener limitaciones significativas en su capacidad para comprender el comportamiento social, lo que incluye dificultades para inferir señales personales mediante la asunción de papeles y la dificultad para inferir señales situacionales en transacciones interpersonales. Pueden presentar limitaciones significativas en su habilidad para mostrar perspicacia social sobre las características personales y motivacionales de los otros. Pueden tener limitaciones sustanciales en la habilidad para mostrar un adecuado juicio ético en sus comportamientos interpersonales y en su capacidad para comunicar sus propios pensamientos y sentimientos para resolver problemas cuando existen necesidades conflictivas en situaciones sociales (Greenspan, 1979, 1981). La inteligencia social es fundamental en conductas adaptativas como las habilidades sociales, de comunicación, trabajo, tiempo libre, vida en el hogar y utilización de la comunidad".

Habilidades sociales y asertividad

Otro término afín es la Asertividad, concepto referido tradicionalmente a las conductas de autoafirmación, expresión de sentimientos, opiniones, etc. En términos generales, podemos entender la asertividad como una conducta interpersonal que implica la expresión directa de los propios sentimientos y la defensa de los derechos personales, sin negar los derechos ajenos como un concepto restringido que se integra dentro del concepto más amplio de habilidades sociales.

Modelo de Competencia Social de Gumpel

El Modelo de Competencia Social de Gumpel (1989) engloba seis áreas clave:

Habilidades de descodificación: proceso por el cual la información sensorial es recibida y percibida, habilidades para atender y discriminar entre diferentes tipos de estímulos ambientales (imágenes faciales, tonos de voz, etc.).
Habilidades de decisión: implica interpretar los estímulos y generar posibles opciones de respuesta apropiadas para una reacción apropiada. Después de la generación de posibles opciones de respuesta y de la comparación de esas opciones de respuesta con las habilidades presentes en el repertorio conductual del actor, se elige un comportamiento adecuado y ejecutable para efectuarlo.
Habilidades de ejecución: el individuo debe ejecutar el comportamiento. Las habilidades de ejecución incluyen la comunicación verbal y no verbal, habilidades comportamentales moleculares.
Juicios de monitorización personal: tener la certeza de que se está ejecutando la habilidad de manera adecuada y de que la habilidad en particular continúa siendo la respuesta comportamental más adecuada para el estímulo inicial.
Juicios ambientales: El comportamiento es observado por otros quienes pueden realizar un juicio positivo o negativo en relación a su adecuación y nivel de habilidad.
Estructuras cognitivas: El comportamiento percibido como apropiado y habilidoso aumenta los sentimientos de autoeficacia y reduce la ansiedad. En contrapartida, los comportamientos percibidos como inapropiados e inhábiles reducirán los sentimientos de autoeficacia y aumentarán la ansiedad. Las habilidades juzgadas positivamente se repetirán con mayor probabilidad, mientras que las habilidades que reciben solamente reacciones negativas de los demás (y del propio individuo) tenderán a extinguirse.

Este modelo da especial importancia no tanto al aprendizaje de habilidades comportamentales específicas sino a aprender a decidir qué habilidad utilizar y a ejecutarla correctamente.

Desde este enfoque, entrenar a personas con retraso mental únicamente en respuestas comportamentales es incompleto; el entrenamiento de las habilidades sociales debe incluir la instrucción de habilidades de decisión, habilidades de ejecución, y de monitorización o seguimiento.


Definiciones y clasificaciones

En la extensa bibliografía sobra las habilidades sociales contamos con numerosas definiciones sobre las mismas. En este apartado incluimos tres conceptualizaciones que han sido básicas en la investigación sobre el tema. En primer lugar, aportamos la definición de la Asociación Americana de Retraso Mental, por ser una de las dimensiones incluidas en su nueva definición de retraso mental. En segundo lugar, incluimos la definición aportada por V.E. Caballo, autor con peso específico en nuestro país en este área de investigación. Por último, reflejamos la ya clásica definición de L. Michelson, por su relevancia en este tema. Ciertamente, con esta exposición no quedan agotadas todas las múltiples definiciones que diferentes autores e investigadores han ido aportando en los últimos años. Los lectores interesados en profundizar en este punto, podrán encontrar en la sección de Bibliografía manuales y obras que colmen esta inquietud.

Definción de la Asociación Americana de Retraso Mental (1992)

Las habilidades sociales son las que se relacionan con los intercambios sociales que se realizan con otras personas. Por tanto incluyen:

  • iniciar, mantener y finalizar una interacción con otros
  • comprender y responder a los indicios situacionales pertinentes
  • reconocer sentimientos, proporcionar realimentación positiva y negativa
  • regular la propia conducta; ser consciente de los iguales y de la aceptación de éstos; calibrar la cantidad y el tipo de interacción a mantener con otros
  • ayudar a otros
  • hacer y mantener amistades y relaciones de pareja
  • responder a las demandas de los demás
  • elegir, compartir
  • entender el significado de la honestidad y de la imparcialidad
  • controlar los impulsos
  • respetar normas y leyes y adecuar la conducta a éstas
  • mostrar un comportamiento sociosexual adecuado
Definición de Vicente E. Caballo (1986)
La conducta socialmente habilidosa es un conjunto de conductas realizadas por un individuo en un contexto interpersonal que expresa sentimientos, actitudes, deseos, opiniones o derechos de un modo adecuado a la situación, respetando esas conductas en los demás, y que generalmente resuelve los problemas inmediatos de la situación mientras reduce la probabilidad de que aparezcan futuros problemas.

Definición de Michelson (1983)

1. Las habilidades sociales se adquieren, principalmente, a través del aprendizaje (por ejemplo, mediante la observación, la imitación, el ensayo y la información).
2. Las habilidades sociales incluyen comportamientos verbales y no verbales, específicos y discretos.
3. Las habilidades sociales suponen iniciativas y respuestas efectivas y apropiadas.
4. Las habilidades sociales acrecientan el reforzamiento social (por ejemplo, las respuestas positivas del propio medio social).
5. Las habilidades sociales son recíprocas por naturaleza y suponen una correspondencia efectiva y apropiada (por ejemplo, la reciprocidad y coordinación de comportamientos específicos).
6. La práctica de las habilidades sociales está influida por las características del medio (por ejemplo, especificidad situacional). Es decir, factores como son la edad, el sexo y el estatus del receptor, afectan la conducta social del sujeto.
7. Los déficits y excesos de la conducta social pueden ser especificados y objetivados a fin de intervenir.

Clasificación de habilidades sociales infantiles de Michelson (1983)
Relación de habilidades trabajadas en el Programa de Enseñanza de Habilidades Sociales (Módulos).

Cumplidos
Quejas
Dar una negativa o decir no
Pedir favores
Preguntar por qué
Solicitar cambio de conducta
Defender los propios derechos
Conversaciones
Empatía
Habilidades sociales no verbales
Interacción con estatus diferentes
Interacciones con el otro sexo
Tomar decisiones
Interacciones de grupo
Afrontar los conflictos: enseñanza sobre resolución de conflictos

Clasificación de habilidades sociales en adolescentes de Goldstein (1980)

Relación de habilidades trabajadas en el Programa de Aprendizaje Estructurado de habilidades sociales para adolescentes.

1. Iniciación de habilidades sociales:
Atender
Comenzar una conversación
Mantener una conversación
Preguntar una cuestión
Dar las gracias
Presentarse a sí mismo
Presentar a otras personas
Saludar
2. Habilidades sociales avanzadas
Pedir ayuda
Estar en compañía
Dar instrucciones
Seguir instrucciones
Discutir
Convencer a los demás
3. Habilidades para manejar sentimientos
Conocer los sentimientos propios
Expresar los sentimientos propios
Comprender los sentimientos de los demás
Afrontar la cólera de alguien
Expresar afecto
Manejar el miedo
Recompensarse por lo realizado

4. Habilidades alternativas a la agresión
Pedir permiso
Formar algo
Ayudar a los otros
Negociar
Utilizar el control personal
Defender los derechos propios
Responder a la amenaza
Evitar pelearse con los demás
Impedir el ataque físico
5. Habilidades para el manejo de estrés
Exponer una queja
Responder ante una queja
Deportividad tras el juego
Manejo de situaciones embarazosas
Ayudar a un amigo
Responder a la persuasión
Responder al fracaso
Manejo de mensajes contradictorios
Manejo de una acusación
Prepararse para una conversación difícil
Manejar la presión de grupo
6. Habilidades de planificación
Decidir sobre hacer algo
Decir qué causó un problema
Establecer una meta
Decidir sobre las habilidades propias
Recoger información
Ordenar los problemas en función de su importancia
Tomar una decisión
Concentrarse en la tarea

Dificultades en las habilidades sociales

Las dificultades o limitaciones que una persona puede tener en cuanto a sus habilidades sociales pueden deberse a varios factores. Desde la Psicología, dos son los modelos que pretenden explicar los déficits en las habilidades interpersonales:

  • Modelo centrado en el sujeto: las dificultades son propias del sujeto y éstas pueden ser explicadas, a su vez, por dos hipótesis.
    • Modelo de déficit: no se poseen las habilidades sociales apropiadas, éstas nunca se han aprendido.
    • Modelo de interferencia: se tienen las habilidades sociales apropiadas pero existen factores que interfieren o limitan su puesta en práctica (ansiedad, bajas expectativas, etc.).
  • Modelo centrado en el ambiente: las habilidades sociales dependen de los estímulos y refuerzos ambientales, sobre todo, sociales. Así, en este modelo, es importante analizar la calidad de las relaciones interpersonales con los compañeros, los profesores, el ambiente educativo, la familia y la comunidad.

Veamos más detenidamente cada uno de estos modelos explicativos de las dificultades sociales que una persona puede tener.

Modelo centrado en el sujeto

El hecho objetivo de tener síndrome de Down puede provocar en la persona un complejo flujo de sentimientos y emociones intensas y ambivalentes hacia uno mismo y hacia los demás, pudiéndose ver afectados el autoconcepto, la autoestima y los sentimientos de eficacia. Estas cogniciones y sentimientos pueden limitar seriamente la calidad de las relaciones sociales que establezca con los demás (compañeros de aula, vecinos de barrio, etc.) y ayudar a fomentar, como si de un círculo vicioso se tratara, una concepción estereotipada del síndrome de Down.

a) Cuando no se han aprendido las habilidades

En algunos casos, el problema reside en un incorrecto o limitado aprendizaje de las habilidades sociales adecuadas. Cierto es que los ambientes y contextos son cada vez más complejos, los códigos de relación más abstractos y la situaciones más dispares. La incorporación de las personas con síndrome de Down al entorno laboral, por ejemplo, exige mostrar un mayor repertorio de habilidades sociales y un grado mayor de sofisticación en las mismas. En ocasiones, el problema es tan sencillo cómo no saber qué hacer en una determinada situación. En cierta medida sería como viajar a un país extranjero cuyas costumbres desconocemos y por lo que estamos continuamente comportándonos de manera extraña o inapropiada a los ojos de sus habitantes. Así, muchas de las situaciones a las que deben hacer frente los jóvenes con síndrome de Down pueden resultarles tan complejas como un país con costumbres diferentes a las propias.

Prieto y cols. ofrecen una relación de las habilidades que debe poseer el niño con necesidades educativas especiales y poner en práctica en el aula. Dichas habilidades le reportan refuerzo social y favorecen una relación gratificante con los demás compañeros.

  • Destrezas de supervivencia en el aula: pedir ayuda, prestar atención, dar las gracias, seguir instrucciones, realizar las tareas, participar en las discusiones, ofrecer ayuda, hacer preguntas, no distraerse, hacer correcciones, decidir hacer algo, marcarse un objetivo.
  • Destrezas para hacer amistades: presentarse, empezar y finalizar una conversación, participar en juegos, pedir favores, ofrecer ayuda aun compañero, hacer cumplidos, sugerir actividades, compartir, disculparse.
  • Destrezas para abordar los sentimientos: conocer los sentimientos y expresarlos, reconocer los sentimientos de los demás y mostrar comprensión ante ellos, mostrar interés por los demás, expresar afecto, controlar el miedo, otorgarse recompensas.
  • Destrezas sobre distintas alternativas a la agresividad: utilizar el autocontrol, pedir permiso, saber cómo responder cuando le molestan a uno, evitar los problemas, alejarse de las peleas, resolución de problemas, saber abordar una acusación, negociación.
  • Destrezas para controlar el estrés: controlar el aburrimiento, descubrir las causas de un problema, quejarse, responder a una queja, abordar las pérdidas, mostrar camaradería, saber abordar el que le excluyan a uno, controlar los sentimientos de vergüenza, reaccionar ante el fracaso, aceptar las negativas, decir "no", relajarse, responder a la presión de grupo, controlar el deseo de tener algo que no te pertenece, tomar una decisión, ser honesto.

b) Cuando existen interferencias en la puesta en marcha de las habilidades sociales.

Como ya se comentó anteriormente, en ocasiones, el problema no reside tanto en no saber cómo comportarse en una determinada situación sino en quedarse bloqueado, sentir ansiedad o necesidad de huir de dicha situación. Estamos hablando de la existencia de interferencias que rompen la secuencia normal de conducta, como si de un cortocircuito se tratara. Veamos algunas de estas posibles interferencias. Éstas pueden ser de diversa naturaleza y, con cierta probabilidad, aparecer de manera combinada.

b.1. Interferencias de carácter perceptivo - cognitivo

Para poner en práctica la habilidad social adecuada es preciso que previamente analicemos la situación y valoremos los múltiples factores de la misma. Este proceso implica, lógicamente, poner en marcha una serie de habilidades cognitivo-perpectivas.

Por ejemplo, si nos invitan a una cena y somos presentados al resto de los invitados, iremos calibrando en cada caso y de acuerdo a las características de la otra persona el saludo más apropiado. De la misma manera, al comienzo de un trabajo, deberemos decidir qué saludo es más adecuado según las características de nuestro interlocutor. Así evitaremos situaciones comprometidas tales como abrazar calurosamente al Director General cuando lo más apropiado, con toda probabilidad, hubiera sido dar la mano afectuosamente y con decisión.
Por tanto, éstas podrían ser algunas de las dificultades con las que se puede encontrar la persona con síndrome de Down:

  • Dificultad para percibir y discriminar los estímulos relevantes del contexto.
  • Dificultad para generar alternativas de respuesta y valorarlas en función de sus posibles consecuencias.
  • Dificultad para tomar decisiones y planificar el curso de acción
  • Dificultad para evaluar la propia conducta.
  • Dificultad para aprender de los errores y adecuar la acción.

Los déficits cognitivos así como la impulsividad pueden provocar estas dificultades cuya consecuencia inmediata es la ausencia de la habilidad social apropiada al contexto. De hecho, un niño impulsivo tiene dificultad para seguir estos pasos de manera sistemática y ordenada, se "salta los pasos". Cualquier intervención que les ayude a mejorar estas habilidades cognitivo-perceptivas de base redundará en un mejor repertorio de habilidades sociales.

b. 2. Interferencias de carácter emocional

Las interferencias de carácter emocional hacen referencia fundamentalmente a la ansiedad y el miedo que muchas personas pueden sentir ante situaciones sociales. Como sabemos, la ansiedad es un sentimiento paralizante de difícil manejo cuya resolución inmediata pasa normalmente por la evitación de la situación ansiógena. Este círculo vicioso hace que cada vez le resulte más difícil al sujeto enfrentarse a dichas situaciones sociales.

Imaginemos a un joven con síndrome de Down que necesita hablar con su tutor pero cada vez que se acerca a la puerta de su despacho su ansiedad aumenta hasta el punto de no poderla controlar y decide una y otra vez dar la vuelta. Este conflicto de aproximación-evitación es propio también de niños muy tímidos. En contra de lo que pueda parecer a simple vista, los niños tímidos no rechazan el contacto con los demás, de hecho, les gusta estar con sus amigos. Sin embargo, esta tendencia a acercarse a los demás se ve fuertemente inhibida por otra de signo contrario, es decir, evitar la situación social que les produce ansiedad y temor.

Factores de personalidad y temperamento así como la propia capacidad para regular las propias emociones son factores que pueden afectar el adecuado despliegue de relaciones interpersonales.

b.3. Interferencias de carácter motivacional y referidas a los estilos de pensamiento

En las conductas sociales la motivación juega un papel fundamental, bien sea ésta intrínseca (la actividad es reforzante en sí misma) o extrínseca (le proporcionará un refuerzo externo o autorrefuerzo). Es claro que no sólo hay que saber cómo actuar y ser capaz de hacerlo, sino que también hay que querer.

De acuerdo con Atkinson y su Teoría de la Motivación de Logro, el motivo es una disposición que empuja a un sujeto a conseguir un tipo determinado de satisfacción. Así, las expectativas pueden condicionar la propia conducta de una manera decisiva. Si preveo que voy a tener éxito en mi conducta, mi motivación y esfuerzo para ejecutar la misma será alta. En cambio, si preveo un fracaso, probablemente no lo intente. Un niño o adolescente con síndrome de Down con un historial de relaciones interpersonales frustrantes puede haber desarrollado una trama de expectativas negativas con respecto a sus posibilidades de relación con los demás.

Además de las expectativas, hay otro importante factor que puede condicionar la conducta social de un sujeto: su estilo atributivo. Weiner explicó, a través de su Teoría de la Atribución Causal, cómo los sujetos estamos constantemente elaborando explicaciones sobre los resultados, bien sean positivos bien sean negativos, de nuestros actos. Estas atribuciones se describen de acuerdo a tres parámetros básicos:

Locus de causalidad (interna vs. externa): las atribuciones internas hacen referencia a una causa propia del sujeto (capacidad, esfuerzo, aptitud, etc.). En cambio, las atribuciones externas apelan a causas totalmente ajenas al sujeto (suerte, los demás, etc.).

Estabilidad (estable vs. variables): las atribuciones variables se pueden cambiar, por ejemplo, el tiempo que dedico a estudiar, el esfuerzo que aplico a una tarea, etc. En cambio, las atribuciones estables son de difícil modificación, por ejemplo, la capacidad o aptitud personal para realizar determinadas actividades.

Controlabilidad (controlable vs. incontrolable): las atribuciones controlables son aquellas que caen dentro del control de sujeto (atención prestada a una tarea, esfuerzo personal, etc.). Sin embargo, las atribuciones incontrolables se escapan, lógicamente, a nuestro control personal, por ejemplo, la suerte.

Algunos estilos atributivos son más apropiados para el desempeño social que otros. En términos generales, un estilo atributivo en el que impere la sensación de control y la posibilidad de variar los resultados será más positivo que otro en el que prime la sensación de descontrol e imposibilidad de cambio de resultados.

En aquellos casos en los que la persona ha experimentado reiteradamente fracasos en sus relaciones interpersonales a pesar de haber intentado mejorarlos sin éxito alguno, puede comenzar a sentir lo que Seligman denominó comoindefensión aprendida. Este sentimiento se caracteriza por la idea de que, haga lo que haga, todo seguirá igual, no hay nada que pueda hacer.

Tanto los elementos motivacionales, expectativas de éxito como los estilos atributivos llevan al sujeto a construir un autoconcepto determinado, en el que la dimensión social es uno de los aspectos. Si este autoconcepto social es negativo, se acompañará de baja autoestima, alto grado de autocrítica y sentimientos de autodesprecio. En casos extremos, pueden provocar fuertes sentimientos depresivos.

Modelo centrado en el contexto

Al abordar las dificultades de relación interpersonal es fundamental tener en cuenta el contexto en el que éstas se llevan a cabo. Una visión centrada únicamente en los déficits propios de sujeto ofrecería un análisis limitado de la génesis de los problemas de índole social así como de su forma de abordaje.
Los contextos en los que el niño y adolescente se desarrolla son principalmente tres: el entorno familiar, el entorno escolar y el entorno social.

a) el entorno familiar

Tanto las primeras relaciones de apego como el posterior estilo educativo de los padres son elementos que modulan el desarrollo efectivo y social del niño. Factores como el grado de madurez exigido, la consistencia en la comunicación, la manifestaciones de afecto, etc., influyen directamente en este desarrollo.

Un estilo democrático por parte de los padres parece favorecer el desarrollo de competencias sociales en los hijos, les ayudan a ser más responsables e independientes y a tener un mayor nivel de autoestima. Asimismo, poseen más estrategias de resolución de problemas interpersonales.

En otro orden de cosas, es importante tener en cuenta el grado en qué los padres aceptan las limitaciones de su hijo. Este aspecto sumamente complejo y dinámico, puede condicionar sutilmente las formas de relación con el hijo/a con síndrome de Down, provocando actitudes que oscilen desde un claro rechazo hasta otras de sobreprotección compensadora. Esta actitud sobreprotectora puede limitar las experiencias sociales del niño o niña por miedo a posibles peligros, a que no sea capaz de arreglárselas por sí mismo/a, etc. Recordemos que la principal vía de aprendizaje y la más significativa es la propia experimentación. El niño y el adolescente necesita vivir las aventuras propias de su etapa vital, poner en práctica habilidades cada vez más complejas y, por supuesto, aprender de sus propios errores.

La no aceptación de las limitaciones del hijo con síndrome de Down pueden llevar a los padres a crear expectativas desmedidas ante las cuales el niño se encuentre desbordado y aparezca un sentimiento de infravaloración.

Por tanto, si importantes son las expectativas que el propio niño o adolescente tiene sobre sí mismo, no menos importantes son las que sus padres, como figuras significativas, depositan en él. Si los padres se fijan únicamente en las dificultades e interpretan su discapacidad intelectual como una condición limitante a todos los niveles y dimensiones, el niño acabará plegándose a esta percepción. En esta situación, el niño puede desarrollar sentimientos negativos y hostiles hacia sí mismo y también hacia sus propios progenitores.

Por último, debemos mencionar la importancia de que los padres manejen adecuadamente los premios y castigos para regular la conducta social de sus hijos. En ocasiones, una mala administración de los refuerzos puede provocar precisamente el efecto contrario, esto es, que aumente la frecuencia de la conducta no deseada. Ejemplos de estas situaciones forman parte de las rutinas diarias: niños que no saben esperar su turno, interrumpen conversaciones de los demás, mantienen conductas para llamar la atención o no respetan las normas de cortesía más básicas y elementales. A veces, algunos padres pueden llegar a disculpar estas conductas atribuyéndolas a la discapacidad. Sin embargo, con cierta frecuencia estas conductas se deben más al entorno a que su discapacidad.

De todo lo dicho se deduce la importancia de mantener unas normas claras y precisas que le ayuden al niño a regular su conducta social, a asimilar lo que es adecuado en cada situación y a saber que de su propia conducta se derivan una serie de consecuencias positivas y negativas.


b) el entorno escolar

Numerosos estudios evidencian que las interacciones entre los niños con necesidades educativas especiales integrados en la escuela ordinaria y sus compañeros no son siempre positivas. El sentimiento de ser rechazo y de no pertenencia al grupo son algunas de las experiencias a las que el niño con discapacidad debe hacer frente en su escuela. Y no parece fácil, a priori, manejar estos sentimientos. Muchos son los factores que pueden influir en la mayor o menor calidad de las interacciones en la escuela. Veamos algunos de estos factores.

b.1. Las relaciones con los compañeros

Los niños con discapacidad pueden provocar diferentes reacciones y sentimientos en sus compañeros: claro rechazo, burla, lástima o franca simpatía, entre otros. El grado en que los compañeros poseen información veraz y ajustada sobre la discapacidad pueden condicionar su respuesta ante la misma. Estrategias didácticas novedosas como las tutorías entre iguales están demostrando ser una manera eficaz para lograr un mayor autoconocimiento y de respeto mutuo.

b.2. Las actitudes de los profesores

El profesor es un modelo a imitar en el aula. Su actitud y forma de relacionarse con los alumnos con discapacidad será una pauta a imitar por el resto de los alumnos. Así, el estilo proactivo ha demostrado ser el más beneficioso para favorecer el desarrollo social, afectivo y académico del niño con dificultades. Este estilo se caracteriza, fundamentalmente, por la intencionalidad del profesor de mantener interacciones individualizadas con todos los alumnos, evitando que las diferencias interfieran en el aula. El profesor proactivo transmite expectativas positivas, flexibles y precisas e intenta compensar las desigualdades de partida.

Con respecto al efecto de las expectativas, recordemos el famoso Efecto Pigmalión en el aula. Los estereotipos y las ideas preconcebidas hacia un alumno pueden influir de manera importante en la manera de relacionarse con él y, en consecuencia, modular su conducta. Si el profesor parte de la idea preconcebida de que, debido a su discapacidad, un alumno será incapaz de asumir determinados retos o realizar determinadas tareas, así se lo transmitirá por canales verbales y no verbales. Ya sabemos que estos mensajes recibidos del profesor ayudarán al alumno a configurar un autoconcepto pobre sobre sí mismo.

Es importante aclarar, no obstante, que lo dicho anteriormente no implica ignorar las dificultades reales y objetivas que un niño con síndrome de Down puede presentar en el aula. Esta actitud también es claramente desaconsejable pues podrá llevar al profesor a plantear metas desmedidas o no considerar las medidas de apoyo compensatorias necesarias.

En definitiva, si el profesor ve al niño con dificultades como una carga añadida en su tarea diaria, así se lo transmitirá al propio niño y a sus compañeros. En cambio, si el profesor posee estrategias para anteponerse a las dificultades y proporcionar los apoyos necesarios para que el niño con dificultades salga exitoso de los diferentes retos diarios, estará devolviéndole una imagen positiva de sí mismo al propio niño y a los demás.

b.3. La estructura del aula y tareas

Tanto las relaciones con los compañeros como con el profesor se dan en un contexto determinado, en una estructura organizativa concreta con unas demandas y exigencias específicas. Las coordenadas espacio-temporales pueden ayudar o limitar las habilidades sociales del niño con síndrome de Down. Por ello es importante tener en cuenta los siguientes aspectos:

La ubicación física del alumno con síndrome de Down en el aula. Hay sitios en los que el niño va a estar más perdido o se va a distraer más. Al contrario, una ubicación más próxima al profesor o a la fuente de información (vídeo, proyector, etc.) le ayudará a estar centrado e inmerso en la dinámica de la clase, podrá ser partícipe de la misma y evitará que desarrolle conductas disruptivas ante los primeros síntomas de aburrimiento.

La modalidad de la tarea en el aula. Es claro que las actividades que impliquen un trabajo cooperativo favorecerán unas relaciones interpersonales más positivas que aquellas que favorezcan un trabajo competitivo e individualista. En estas últimas, el niño con mayores dificultades siempre llevará las de perder. Sin embargo, en las tareas de grupo, puede responsabilizarse de aquellas funciones para las que esté más capacitado, posibilitando así las relaciones de colaboración entre iguales.

Las actividades lúdicas extraescolares y el recreo. Las actividades al margen del horario escolar pueden ser ocasiones estupendas en las que las relaciones entre alumnos con y sin discapacidad se conozcan y comiencen a valorarse. Actividades deportivas, culturales y de ocio estructurado permiten, en ambientes más relajados y menos estresantes, expresar lo mejor de uno mismo. Los recreos, sin embargo, suelen ser espacios en los que el niño con discapacidad constata que se queda al margen de los juegos. Con frecuencia vemos en los patios a los niños con necesidades educativas especiales relacionarse entre sí o con niños más pequeños y, en los peores casos, jugando totalmente solos. En estos momentos poco estructurados, el niño con síndrome de Down puede quedar "descolgado" y sin grupo de referencia. Los profesores y cuidadores han de ser receptivos a estas situaciones y ayudarles a implicarse en actividades de grupo.

c) el entorno social

Las dinámicas familiares y sociales transcurren en unas coordenadas sociales y culturales concretas. Los valores imperantes en una sociedad y sus estereotipos, prejuicios, miedos, etc. serán el caldo de cultivo en el que la familia y la escuela, como microentornos, desarrollen sus actitudes.

Indudablemente, una sociedad abierta y tolerante con la diferencia transmitirá esta actitud a las instituciones y ciudadanos que la componen. Recordemos que la sociedad en la que se escondía a las personas con discapacidad no está tan lejos.

Felizmente nuestra sociedad, sin ser perfecta, ha modificado significativamente la actitud hacia las personas con discapacidad, en gran parte, gracias a la presión de familias, profesionales, asociaciones y ciudadanos empeñados en que las cosas cambien.


¿Cómo evaluamos las habilidades sociales?

Aspectos metodológicos

Las habilidades sociales de la persona con síndrome de Down son fundamentales para lograr una integración positiva en el contexto educativo. En este sentido, nos parece muy esclarecedor el trabajo realizado por Díaz-Aguado, Royo García y Martínez Arias (1995), en torno a la integración educativa de alumnos con necesidades educativas especiales (n.e.e.).

Las autoras, en una colección de cinco volúmenes editados por la ONCE en 1995, y que llevan por título genéricoTodos iguales, todos diferentes, profundizan en la evaluación de la competencia social de los alumnos con n.e.e., y exponen las directrices para una intervención eficaz en esta área.

Debemos aclarar que la obra de las autoras citadas no hace referencia de manera específica a alumnos con discapacidad intelectual, sino a todos aquellos que, por diferentes circunstancias, presenten necesidades educativas especiales.

En el capítulo tres titulado: "La evaluación de la competencia social a través del conocimiento de estrategias de interacción con los compañeros", incluido en el volumen Instrumentos para evaluar la Integración Escolar, se expone que uno de los grandes potenciales de la educación integrada es su posibilidad de favorecer el desarrollo de la capacidad de adaptación del alumno a un entorno complejo, diverso y exigente. La mera presencia de un niño con necesidades educativas en el aula, sin embargo, no garantiza su integración social. Para que ésta sea eficaz es importante que los alumnos tengan la competencia social necesaria que les permita interactuar adecuadamente con sus compañeros.
Las autoras utilizan para evaluar el nivel de competencia social los siguientes instrumentos:

CEIC: Conocimiento de Estrategias de Interacción con los Compañeros. Consta de ocho historias que plantean situaciones o problemas sociales orientados a iniciar relaciones, ayudar a otro niño, resolver conflictos y conseguir objetivos.

CEICA: Entrevista sobre Estrategias de Interacción con los Compañeros para Adolescentes. Trata de evaluar la forma de definir las situaciones sociales de cierta ambigüedad, como las bromas o los conflictos de una gravedad relativa; el control de los procesos emocionales negativos que se suscitan en dichas órdenes; la jerarquía que se establece entre estrategias de distintos órdenes; y la anticipación de consecuencias y expectativas de autoeficacia.

Además de los utilizados por las autoras, existen varios procedimientos de evaluación cuya combinación puede ayudar a conocer las verdaderas necesidades en materia de entrenamiento en habilidades sociafectivas.

  • Observación natural y observación en situaciones artificiales. La primera consiste, lógicamente, en observar al sujeto cómo realiza determinadas habilidades exigidas por la situación natural. Por ejemplo, podemos observar como se comporta un joven con síndrome de Down en una Oficina de Información, en una ventanilla del Metro, en un comercio, etc. La observación en situación artificial implica simular un determinado contexto y comprobar las habilidades que el sujeto tiene para responder al mismo. El inconveniente de este sistema es que, al ser simuladas, pueden distorsionar la conducta del sujeto. Sin embargo, al estar muy estructuradas facilitan la evaluación. En ambos casos es importante que la actitud del observador sea lo más discreta posible para no interferir en la conducta del sujeto. También es fundamental que el observador cuente con un sistema de registro de conductas apropiado y exhaustivo (escalas de conductas).
  • Informes de otras personas. Para evaluar las habilidades sociales, las valoraciones de padres, profesores y compañeros resultan imprescindibles. Los informes y escalas ayudan e estas personas significativas a proporcionar toda la información necesaria. Dentro de este procedimiento el sociograma es ampliamente utilizado en contextos escolares. Permite conocer las preferencias y detectar a los niños que se encuentran aislados o rechazados.
  • Autoinformes. Tienen como objetivo recoger la percepción que el propio sujeto tiene sobre sus habilidades y dificultades. Instrumentos como los cuestionarios, registros de autoobservación y entrevistas personales pueden ayudar a analizar lo que el sujeto piensa sobre sus dificultades de relación.
Instrumentos de evaluación

En este apartado presentamos dos de los instrumentos específicos más aplicados para la evaluación de las habilidades adaptativas de las personas con discapacidad intelectual. Ambos sistemas, de origen americano, han sido adaptados en nuestro país por equipos de investigación de importantes universidades:

  • Inventario de Planificación de Servicios y Programación Individual (ICAP), adaptado por la Universidad de Deusto
  • Sistema de Evaluación y registro del Comportamiento (West Virginia - UAM), adaptado por la Universidad Autónoma de Madrid. Si bien ambos instrumentos tienen como objetivo último el diseño de planes de intervención, existe una diferencia significativa entre ambos. El ICAP es considerado un sistema normativo, esto es, el sujeto evaluado obtiene una puntuación de acuerdo a los baremos establecidos. El West Virginia, sin embargo, se basa en un sistema centrado en criterios de ejecución, es decir, describe las habilidades que posee el sujeto en las distintas áreas evaluadas.
Indicábamos anteriormente que ambos sistemas evalúan las habilidades adaptativas generales del sujeto de múltiples áreas. Una de ellas es, obviamente, el nivel de competencia social y de comunicación del sujeto, la cual describimos con más detalle a continuación.

Asimismo, incluimos una relación de otros instrumentos de medida ampliamente utilizados en investigación aunque no son específicos para colectivos de personas con discapacidad intelectual.
a) ICAP - Inventario para la Planificación de Servicios y Programación Individual.

b) WEST VIRGINIA - UAM. Sistema de Evaluación y Registro del Comportamiento.

c) Otros instrumentos de evaluación

a) ICAP - Inventario para la Planificación de Servicios y Programación Individual.
Adaptación española realizada por el Instituto de Ciencias de la Educación (ICE) de la Universidad de Deusto. Bilbao: Mensajero 1993

El ICAP es un sistema de evaluación de la conducta adaptativa, formado por 77 ítems, distribuidos en cuatro escalas:

Destrezas motoras
Destrezas sociales y comunicativas
Destrezas de la vida personal
Destrezas de la vida en comunidad

En concreto, la escala Destrezas sociales y comunicativas evalúa las destrezas implicadas en la interacción social de distintos entornos y también la comprensión y expresión del lenguaje transmitido a través de signos, de forma escrita u oralmente.
Cada ítem es puntuado de 0 a 3 de acuerdo a la frecuencia o calidad de ejecución. Esta valoración permite obtener las siguientes puntuaciones normativas:

Puntuaciones de escala
Puntuaciones de edad
Rangos instructivos
Puntuaciones diferenciales de escala
Percentiles
Puntuaciones típicas
Índice de rendimiento relativo
Niveles de funcionamiento
Intervalo de confianza

Este inventario también permite evaluar problemas de conducta.
En cuanto al procedimiento, está diseñado para ser completado por alguien que conozca bien al sujeto, a partir de una relación cotidiana de un mínimo de tres meses. Su aplicación dura aproximadamente 20 minutos.
En resumen, es un instrumento que permite fundamentar con solidez decisiones con respecto a la planificación y programación de servicios y planes de intervención.

b) WEST VIRGINIA - UAM. Sistema de evaluación y registro del comportamiento adaptativo en el retraso mental.
Adaptación española realizada por el Departamento de Diagnóstico Psicológico y Medida de la Universidad Autónoma de Madrid. Madrid: MEPSA 1989

El sistema de Evaluación West - Virginia UAM es un procedimiento objetivo conformado por un amplio rango de contenidos, que permite planificar y diseñar programas de intervención.

El sistema WV - UAM de Evaluación y registro del Comportamiento Adaptativo es el resultado de la labor de traducción, adaptación y cambios estructurales introducidos sobre el sistema de Estados Unidos W.V.A.A.T.S. (West Virginia Assessment And Tracking System).
Tanto el WVAATS como el WV - UAM Evaluación y Registro, parten de la idea de que los diferentes comportamientos de los sujetos son el producto de un aprendizaje; por tanto se asume que cualquier comportamiento complejo puede aprenderse si se descompone en repertorios de conductas simples y se planifica adecuadamente la secuencia de entrenamiento para facilitar su adquisición. Bajo estos supuestos, se elaboraron las escalas, de tal forma que permitieran ir de una evaluación general del comportamiento a una especificidad mayor de los repertorios conductuales correspondientes.
Desde una perspectiva metodológica, el WV - UAM Evaluación y Registro pertenece a las técnicas de evaluación conductual basada en criterios de ejecución, ya que no compara al sujeto con un grupo normativo, sino que pretende conocer el estatus del equipamiento del sujeto respecto a un nivel de dominio establecido o criterio.
Cubre seis áreas de evaluación, con subáreas en cada una de ellas:

Área sensorial
Motricidad

Autonomía personal
Comunicación
Aprendizajes escolares
Habilidades específicas
Dentro del área "Comunicación" se contemplan loas siguientes subáreas:

Interacción social (ítems 65 - 72)
Lenguaje receptivo (ítems 81 - 85)
Lenguaje expresivo (ítems 89 - 96)

Los tres medios de recogida de información en la evaluación que guían la posterior intervención son la entrevista con allegados, la observación directa y la observación en situaciones artificiales.

c) Otros instrumentos de evaluación
A continuación, recogemos algunos de los instrumentos de evaluación más conocidos y aplicados en múltiples investigaciones.

  • Instrumentos estandarizados
Batería de Socialización (BAS - 3) de Silva y Martorell
Cuestionario de Soledad Infantil (CUSOI) de Ashe y cols.
Escala de Competencia Percibida (COPE) de Harter
Cuestionario de Actitudes y Estrategias Cognitivas Sociales (AECS) de Moraleda y cols.
Batería de Habilidades en la Solución de Problemas Interpersonales para el Ciclo Inicial de Pelechano
Cuestionario de Educación Emocional (CEE) de GROP
Cuestionarios de Comunicación de Marroquín y Villa: Cuestionario de Comunicación Interpersonal, Cuestionario de Comunicación Intrapersonal y Cuestionario de Pensamientos Distorsionados
 
Instrumentos cualitativos
Test de Evaluación de Habilidades Cognitivas de Solución de Problemas Interpersonales (EVHACOSPI) de García y Magaz
Escala Magallanes de Hábitos Asertivos en Casa y en el Aula (EMHAS) de García y Magaz

¿Cómo entrenamos las habilidades sociales?

Este apartado tiene como objetivo principal aportar una serie de sugerencias prácticas que puedan servir de guía, tanto a padres como educadores, a la hora de abordar el entrenamiento de las habilidades sociales con niños, jóvenes y adultos con síndrome de Down.Cabe decir que la información reflejada en este apartado no necesariamente es específica para personas con discapacidad intelectual. Las técnicas de entrenamiento en habilidades sociales, lógicamente, son aplicables a cualquier sujeto con dificultades en esta área. El educador y la familia, debidamente asesorada por un experto, sabrá en cada caso qué técnicas serán las más apropiadas en función de las características del sujeto, sus dificultades, habilidades a entrenar y necesidades específicas.

Las técnicas de entrenamiento en habilidades sociales más apropiadas lógicamente dependerán de la naturaleza de las dificultades del sujeto. Ya sabemos que estas dificultades pueden deberse al hecho de no haber aprendido determinadas conductas (modelo de déficit) o al hecho de que existen interferencias que impidan la puesta en práctica de dichas habilidades (modelo de interferencia).
En el primer caso parece más apropiado utilizar técnicas conductuales mientras que en el segundo caso resultan más eficaces técnicas cognitivas y de control de ansiedad.
En ambos casos es imprescindible también un control del contexto pues ya sabemos que el repertorio de habilidades interpersonales de un sujeto va a estar condicionado, en cierta medida, por los factores externos propios del ambiente.

Técnicas generales de entrenamiento

Son numerosas las estrategias que pueden utilizarse para entrenar las habilidades sociales. Estas técnicas pueden aplicarse bien individualmente o de manera combinada. A continuación se relacionan algunas las estrategias ampliamente utilizadas en numerosos programas de intervención y que pueden ser fácilmente aplicables tanto en el contexto escolar como en el entorno familiar.

Asimismo, ofrecemos algunas aplicaciones prácticas o ejemplos que permitan a los padres y familiares utilizarlas en situaciones de la vida cotidiana con sus hijos y/o familiares con síndrome de Down.

a) Técnicas conductuales

Estas técnicas son apropiadas cuando la persona no tiene una o varias habilidades sociales en su repertorio. A través de estas técnicas, la persona con síndrome de Down puede adquirir las destrezas requeridas inicialmente en contextos muy controlados y estructurados para posteriormente generalizarlos a otros entornos y situaciones. Normalmente estas técnicas resultan asequibles para cualquier educador, no implican materiales excesivamente sofisticados y sus resultados pueden ser altamente exitosos. La clave está en su aplicación sistemática e intencionada.

Modelado e imitación: consiste en el aprendizaje por medio de la observación. Se trata de exponer al sujeto, en un primer momento, a modelos que muestran correctamente la habilidad o conducta objetivo de entrenamiento. Posteriormente, el joven debe practicar la conducta observada en el modelo. Por ejemplo, si queremos entrenar la habilidad "pedir la vez/ turno en una tienda", el modelo realizará esta conducta en diferentes comercios, invitando finalmente a la persona con síndrome de Down a que lo haga ella, al principio acompañada del modelo, posteriormente de manera totalmente autónoma.

Para conseguir un modelado más efectivo hay que tener en cuenta algunos aspectos claves:

Características del modelo: debe tener experiencia en la habilidad a entrenar, que existan ciertas similitudes entre el modelo y observador, y que cuente con características personales que faciliten la comunicación. Puede ser interesante también exponer al joven a diferentes modelos realizando la misma conducta.

Características de la situación a modelar: las conductas a imitar deben presentarse de manera clara y explícita, comenzando por las más sencillas, con repeticiones que permitan su aprendizaje.

Características del observador: la conducta o habilidad a imitar debe responder a necesidades reales del observador, debe resultar un aprendizaje significativo y funcional, así como procurarle refuerzos o recompensas. El aprendizaje de la habilidad será más efectivo si ésta tiene consecuencias positivas.

Role-playing o representación: para incorporar realmente las habilidades entrenadas a su repertorio y ponerlas en práctica en situaciones naturales, puede inicialmente ensayarlas en situaciones simuladas. En realidad, el alumno ensaya la habilidad o conducta en un contexto simulado, más controlado y estructurado que le permite adquirir confianza y seguridad sin ningún riesgo de fracaso.

Para que esta técnica sea realmente eficaz, la persona con síndrome de Down debe mostrar una actitud activa y participativa, olvidarse de la vergüenza y "ponerse en situación". Esta técnica es muy adecuada para el entrenamiento de una amplia escala de habilidades sociales; por ejemplo, "responder de manera activa", "saber decir no ante una demanda injusta", etc. En estos casos, el entrenamiento de esta habilidad puede tener un valor preventivo ya que se trata de adquirir la habilidad en situaciones ficticias para que, llegado el momento o situación real, se tenga adquirida la habilidad correspondiente para manejar dicha situación. La puesta en práctica de esta técnica de entrenamiento puede implicar la colaboración de varias personas y es sumamente importante describir con detalle la situación simulada, el objetivo a conseguir y la conducta a exhibir. Durante las representaciones, el educador o padre supervisa las ejecuciones, orienta, presta ayuda y dirige el ensayo de la conducta hasta que se adquiere soltura. Si es necesario, se puede ayudar de estímulos visuales o auditivos que favorezcan la utilización de frases - tipo, gestos, etc.

Reforzamiento: Para la estabilidad y mantenimiento de las habilidades sociales que el joven está poniendo en práctica o aprendiendo es fundamental reforzarlas adecuadamente. Podemos hablar de tres tipos de refuerzo: el refuerzo material, el refuerzo social y el autorrefuerzo. Cada uno de ellos debe aplicarse adecuadamente en el momento oportuno. De ello depende su efectividad. Por ejemplo, los refuerzos materiales (premios, dinero, comida, etc.) nos permiten reforzar una conducta con una eficacia inmediata pero se trata de un efecto a corto plazo, ya que pierden su poder reforzante al cabo de un tiempo. Por ello, es apropiado introducir refuerzos sociales (sonrisas, palabras de aprobación, palmada, etc.) ya que son más fácilmente aplicables y además pueden ser dispensados por diferentes personas y en diferentes contextos. Sin embargo, es importante que el joven aprenda a autorreforzarse, esto es, a ser él mismo quien se aplique refuerzos (tanto sociales como materiales) de manera que se ajuste a la realización adecuada de diversas habilidades. El autorrefuerzo favorece la autonomía, la generalización de las conductas y su estabilidad, ya que no depende de los refuerzos proporcionados por los demás.

Para que un refuerzo/autorrefuerzo sea realmente eficaz debe ser aplicado de manera claramente relacionada con la conducta - objetivo. Es decir, debe aparecer inmediatamente después y el joven debe saber con claridad qué habilidad o conducta le ha permitido obtener el refuerzo. Asimismo, debemos considerar cuándo y cuánto refuerzo vamos a aplicar. Por ejemplo, en las primeras fases del entrenamiento de una nueva habilidad o conducta, es eficaz aplicar refuerzos con más frecuencia. Posteriormente, podemos reforzar de manera intermitente, ya que está demostrado que este tipo es más eficaz para el mantenimiento de la conducta o habilidad.

En resumen, elogiar la conducta, sonreír, chocar las manos, una palmada, etc. son refuerzos sociales que, aplicados con cierta sistematización y por diferentes personas del entorno en el que se mueve el joven, permiten instaurar nuevas y cada vez más complejas habilidades personales de una manera relativamente sencilla a la vez que eficaz.

b) Técnicas cognitivas

Estas técnicas no inciden directamente sobre la conducta o habilidad sino en los procesos cognitivos y emocionales que subyacen en la misma. Si se modifican los procesos cognitivos y emocionales erróneos, el sujeto podrá desplegar sus habilidades sociales sin trabas.

Reestructuración cognitiva. Consiste en un conjunto de estrategias que ayudan al sujeto a percibir e interpretar el mundo que le rodea de una manera más adaptada. Se intenta que el sujeto sea consciente de los errores y distorsiones cognitivas que comete (personalización, victimización, magnificar detalles irrelevantes, etc.) para controlar sus autoverbalizaciones y pensamientos negativos.

Técnicas de relajación. Cuando la ansiedad o temor a las situaciones sociales es la principal causa de las dificultades de relación es imprescindible que el sujeto aprenda a relajarse en las mismas. Para ello, técnicas como la relajación progresiva o el entrenamiento autógeno serán muy útiles. En la medida en que sea capaz de reducir la ansiedad y, por tanto, controlar la activación fisiológica que la acompaña, estará en disposición de modificar sus pensamientos y de afrontar nuevas conductas. La relajación puede además ser muy útil para controlar respuestas asociadas a emociones negativas fuertes como la ira y la agresividad.

Entrenamiento en resolución de problemas interpersonales. Cuando las dificultades del sujeto son de carácter perceptivo-cognitivo es aconsejable que el sujeto participe en algún programa de entrenamiento enfocado a potenciar las siguientes habilidades cognitivas implicadas en la resolución de conflictos interpersonales:

Pensamiento alternativo o habilidad para elaborar diversas soluciones ante un problema interpersonal
Pensamiento causal o capacidad para establecer una relación causa-efecto entre la propia conducta y los efectos que produce
Pensamiento consecuencial o capacidad para evaluar las soluciones planteadas en función de sus efectos positivos y negativos
Pensamiento medio-fines o capacidad para planificar los pasos necesarios para lograr una meta interpersonal

c) Técnicas de control del entorno.

Ya se indicó que el manejo adecuado de estímulos y contingencias ambientales puede fortalecer el repertorio de habilidades interpersonales de un sujeto. Si bien las características del contexto son vitales para el mantenimiento de las conductas sociales, su control resulta imprescindible durante la fase de entrenamiento.

Clima de relación. Cualquier entrenamiento en habilidades de relación interpersonal debe producirse en un contexto acogedor en el que todos los alumnos se sientan respetados, apoyados y aceptados. El establecimiento de unas normas de convivencia y funcionamiento de grupo básicas y asumidas por todos es condición no única pero si necesaria para que el entrenamiento transcurra de manera favorable. Un ambiente que propicie la comunicación positiva basada en la aceptación incondicional de cada alumno, el modelado continuo del profesor, el establecimiento de metas y objetivos, tanto grupales como individuales, realistas y una organización de las sesiones sistemática son otras de las condiciones básicas.

Actividades colaborativas. Ya se ha adelantado en otros apartados la importancia de un entorno estructurado y unas actividades cooperativas para fomentar las relaciones entre compañeros en un plano de igualdad. En este sentido, el entrenamiento en habilidades interpersonales puede igualmente beneficiarse de este enfoque propio de la enseñanza colaborativa. Las dinámicas de grupo, las actividades que impliquen la distribución de funciones y responsabilidades y la necesidad de lograr el consenso grupal ayudan a poner en práctica numerosas habilidades de relación. Las metas compartidas y el éxito logrado entre todos son una de las mejores recompensas del esfuerzo grupal. Estos aspectos favorecen en el aprendiz el sentimiento de pertenencia al grupo y de identificación con sus iguales.

Tutorías entre iguales. Los propios alumnos pueden convertirse en entrenadores excepcionales de sus compañeros con más dificultades. Las tutorías entre iguales ayudan a los alumnos a salvar las barreras del desconocimiento recíproco, a aceptase mutuamente y a lograr un encuentro verdaderamente interpersonal, a pesar de las diferencias cognitivas, cronológicas, etc.

Contexto facilitador y reforzante. Un contexto en el que las habilidades sociales y de relación interpersonal sean valoradas y premiadas favorecerá en los alumnos el interés por adquirir y poner práctica las mismas. Aquellos ambientes en los que primen los aspectos disciplinarios y normativos pueden, en caso de ser excesivamente rígidos, limitar la capacidad de los sujetos para mostrase abiertamente, expresar con claridad y sin reservas sus miedos, inquietudes, peculiaridades, etc. En el fondo de esta cuestión, encontramos el modelo de hombre y mujer que queremos promover: una persona abierta y enfocada a las relaciones con los demás, cuyo motor sea el crecimiento y desarrollo basado en el encuentro interpersonal.

Consideraciones prácticas para el entrenamiento de habilidades socialesEste apartado tiene como objetivo presentar diversos aspectos metodológicos implicados en el entrenamiento de las habilidades sociales. Junto con la sección Programas de Intervención y el apartado anterior, Técnicas Generales de Entrenamiento, pretende ofrecer a padres y educadores pautas generales de actuación ante posibles dificultades de sus hijos en la dimensión de las relaciones interpersonales.

Indudablemente, la práctica profesional debe fundamentarse tanto en estudios empíricos que validen dichas prácticas, como en reflexiones que a partir de éstos puedan generarse desde una perspectiva interdisciplinar y crítica. Por ello, el lector interesado en profundizar en este punto encontrará en el apartado Resúmenes Generales varios artículos de interés.

a) Pasos para enseñar habilidades interpersonales

Modelo de Merrell y Gimpel para la enseñanza de habilidades interpersonales es un sistema de entrenamiento estructurado en pasos cuya aplicación puede claramente tener un objetivo tanto preventivo como rehabilitador.

Su sencillez lo convierte en un modelo de fácil puesta en práctica en contextos familiares y/o lúdicos. En estos casos es recomendable que se implique el mayor número posible de familiares para que el niño disponga de modelos diversos y perciba coherencia entre las personas significativas que le rodean.

Como ya se ha dicho anteriormente, existen problemas de relación interpersonal de diferente naturaleza y originados por distintas causas. Por ello, habrá que analizar qué técnicas específicas son apropiadas para cada caso: conductuales, cognitivas y/o de control ambiental.

No obstante, podemos hablar de una serie de pautas generales cuya consideración puede resultar conveniente en cualquier caso. Por ejemplo, el

Preguntas - guía para reflexionar sobre situaciones interpersonales problemáticas.

  • ¿Qué ha pasado?, ¿qué está pasando? (Identificación de la situación problema).
  • ¿Cómo te has sentido y/o te sientes ahora? (Identificación de sentimientos asociados a la situación problema).
  • ¿Por qué has actuado de esta manera? (Identificación de causas).
  • ¿En qué estabas pensando al comportarse de tal manera? (Identificación de cogniciones).
  • ¿Qué querías conseguir al comportarte de tal manera? (Identificación de objetivos).
  • ¿Cuáles han sido las consecuencias de tu comportamiento? (Identificación de consecuencias).
  • ¿Has conseguido lo que te proponías? (Valoración de la propia conducta en función de objetivos).
  • ¿Crees que has actuado correctamente? (Valoración de la propia conducta en función de normas sociales y/o valores).
  • ¿Crees que podías haber actuado de otra manera? (Identificación de alternativas).
Estas u otras preguntas parecidas pueden también ser utilizadas junto con la lectura de un cuento o historieta en la que el personaje experimente una situación interpersonal conflictiva. En este caso, el niño o adolescente con síndrome de Down, tras haber comprendido el contenido de la historia, deberá ponerse en el lugar del protagonista e ir elaborando las respuestas correspondientes. En ocasiones, puede resultar eficaz comenzar con este procedimiento indirecto ya que pueden tener dificultades para relatar experiencias propias. La identificación con los personajes de historias hipotéticas puede facilitar esta cuestión.
 
b) Consejos para enseñar habilidades interpersonales

Para enseñar las habilidades sociales a terceros, indudablemente, el ejemplo es el mejor modo. Además, existen algunas condiciones que pueden ayudar a realizar este entrenamiento ( Jiménez 2000):

  1. Permitir a los niños y adolescentes experimentar las emociones normales como miedo, ira, frustración, alegría, tristeza, etc. Protegerles de estas emociones impide que posteriormente sean capaces de reconocer y comprender estas emociones en los demás.
  2. Facilitar al niño situaciones en las que deba ponerse en el lugar del otro y ofrecer ayuda. Esto se puede lograr a través de historietas en las que el niño deba asumir diferentes roles, ejemplificaciones, etc.

A continuación presentamos una relación de consejos prácticos para el entrenamiento de habilidades sociales.

Proporcionar ocasiones para el trato con otros niños
Exponerle desde muy pequeño al contacto con otros niños.
Celebrar fiestas de cumpleaños u otras en casa e invitar a sus amigos y amigas.
Permitir que acuda a las invitaciones que reciba.
Fomentar que sus amigos y amigas vayan a casa a merendar, pasar la noche, etc.
Inscribirle en grupos deportivos, recreativos, parroquiales, campamentos de verano, etc.
Organizar excursiones con sus amigos.

Fomentar las conductas prosociales
Enseñar a compartir (juguetes, comida, etc.).
Enseñar a cooperar y ayudar a los demás (empezando por sencillas tareas del hogar).
Enseñarle a ser altruista.
Enseñar a disculpar los errores de los demás.
Enseñarle a comprender los afectos de los demás.
Enseñarle a mostrar simpatía, empatía y compasión.

Entrenar habilidades de conversación
Enseñarle a expresar sus sentimientos y necesidades con claridad.
Enseñarle a compartir información personal con amigos.
Enseñarle a hacer preguntas sobre los demás.
Enseñarle a escuchar.
Enseñarle a expresar afecto y aprobación cuando habla con los demás.
Enseñarle a mantenerse en la conversación y no cambiar de tema a destiempo.
Estimularle a que llame a sus amigos.
Ayudarle a que se exprese con propiedad.
Estimularle a que participe en conversaciones con personas mayores.

Atención a los modales
Enseñarle a ser amable.
Procurar evitar las malas contestaciones.
Enseñarle y exigirle que dé las gracias, pida las cosas por favor, etc.
Exigirle que se disculpe cuando interrumpe a los demás.
Procurar evitar malos gestos.
Alabarle cada vez que muestre interés o preocupación por los demás.
Alabarle cada vez que muestre un gesto de cortesía.

Otras habilidades
Enseñarle juegos de mesa.
Enseñarle a contar chistes, cuentos, etc.
Estimularle a que aprenda a tocar algún instrumento.
Enseñarle a reírse de sus meteduras de pata.

c) La importancia de los amigos para el desarrollo de las habilidades interpersonales

La sabiduría popular afirma que "quien tiene un amigo tiene un tesoro". Ciertamente, la amistad tiene un papel vital en el desarrollo global del niño y en la adquisición de las habilidades interpersonales que deberá poner en práctica en su adultez.

La amistad no incluye sólo la aceptación y/o admisión del otro sino que implica el establecimiento de una relación caracterizada por un afecto mutuo, una preferencia recíproca y un sentimiento de compartir algo importante.

Según Asher y Parker, las principales funciones o beneficios de la amistad son:

Compañerismo. Sentimiento de disfrutar de la mutua compañía. Este es el beneficio más básico de la amistad.

Alianza fiable. Este aspecto hace referencia al sentimiento de seguridad que se deriva de saber que se puede contar con la lealtad del otro. Saber que se tiene a alguien para sentarse en el autobús de vuelta a casa, en el comedor, etc. puede ser una motivación añadida en la vida escolar.

Ayuda y orientación. Los niños valoran la disposición por parte de sus amigos para ayudarles, prestarles sus objetos personales, etc. También se comparten consejos, información, etc. Casi todos los niños creen que compartir y ayudar son obligaciones que conlleva la amistad con otras personas.

Base para la comparación social. Los amigos ayudan a desarrollar y mantener una imagen de uno mismo como persona competente, atractiva y que merece la pena. La amistad es un contexto no amenazante en el que se pueden comparar los propios intereses, actitudes, miedos e inquietudes.

Intimidad y afecto. La amistad proporciona oportunidades para comunicar al otro cuestiones personales, experiencias, deseos e ilusiones sin miedo al rechazo o temor al ridículo. Esto es especialmente importante a partir de la preadolescencia, cuando aparecen las amistades con personas del otro sexo.

Apoyo emocional. La amistad garantiza un sentimiento de seguridad ante vivencias desconocidas o amenazantes. La amistad puede amortiguar las vivencias negativas al contar con la protección del otro. Con frecuencia, el niño ensaya nuevas conductas y asume nuevos retos personales en compañía de su mejor amigo.

Estímulo para el desarrollo de la competencia social. La amistad es el contexto perfecto para ensayar y consolidar numerosas habilidades de relación.

Aquellas personas que quieran profundizar en el entrenamiento de habilidades sociales pueden revisar la sección Programas de Intervención. En la misma se ofrece una relación exhaustiva de los principales programas editados en nuestro país. Los programas se presentan agrupados por edad y temática y en cada uno de ellos se ofrece una completa ficha técnica que permite determinar, a priori, cuál puede ser el programa más adecuado para aplicar de acuerdo a las necesidades.

Definición del problema
Presentación del problema y ayuda al niño para definirlo.
Ayuda para que el niño se imagine y proponga diferentes alternativas para solucionar el problema.
Identificaciones de soluciones
Se proporcionarán instrucciones concretas de la conducta social que se desea. Se ayuda a identificar los componentes de la habilidad en cuestión.

Exposición a un modelo
Un modelo realiza la habilidad o conductas interpersonales.
El modelo da cuenta de los componentes cognitivos y verbales, y realiza la habilidad.
Ensayo y representación de la conducta
Se guía verbalmente al niño a través de los pasos consecutivos para que realice la habilidad.
Se representa lo aprendido tomando situaciones reales.
Información sobre la actuación
Se alaba o refuerza la correcta realización de la conducta social deseada en la situación de representación.
Se proporciona información correctiva y una nueva exposición a un modelo cuando la realización no es correcta.
Si se da el caso anterior se proporcionan nuevas oportunidades de ensayo y representación de la conducta deseada hasta que se realiza correctamente.

Eliminación de problemas de conducta
Los problemas de conducta que interfieren con la adquisición y realización adecuada de las conductas interpersonales se eliminan a través de técnicas basadas en el manejo de contingencias.

Autoinstrucción y autoevaluación
Se pide al niño que "piense en voz alta" durante el entrenamiento viendo al modelo.
Se modifican las autoafirmaciones que reflejan un modo de pensar o sistemas de creencias distorsionados.
Las sesiones de entrenamiento incluyen un cambio gradual de instrucciones en voz alta a instrucciones pensadas y no verbalizadas.
Entrenamiento para generalizar y mantener lo aprendido
Durante todo el tiempo de entrenamiento, las situaciones, conductas y representaciones se realizan de una forma tan real y cercana a la situación social natural como sea posible.
Asimismo, en la línea del modelo presentado, Trianes (1999) sugiere una serie de preguntas-guía o mediadoras que, adecuadamente planteadas por el educador, pueden ayudar a la persona con síndrome de Down a reflexionar sobre las situaciones interpersonales conflictivas que haya podido experimentar. Las preguntas-guía planteadas a continuación están basadas en las elaboradas por la autora citada.