PERDÍ MIS PULSERAS
- Chus
- Autor del tema
11 años 7 meses antes #51908
por Chus
Respuesta de Chus sobre el tema Re: PERDÍ MIS PULSERAS
Hola Saro,
Tus pulseras ahora quizá estén en manos de alguien que necesita su energía.
A veces las cosas suceden de una forma mágica y casual.
Tus las tendrás siempre, porque estarán en tu recuerdo. Y adquirirán más valor, por cada día que no las olvides.
Lo que sientes por María es algo igual de mágico, lo que tu percibes como dependencia, tiene mucho de amor, para ella eres un referente, su referente, su amor.
Pero a veces te cansa, te agota... bueno pues es cuestión de descansar y seguro que cada día un rato encuentras la manera.
Tu relato es pura emoción y lo has escrito de forma tan poética que llega directo al corazón.
María es afortunada de tenerte.
Eres una buena persona, y eso es lo mejor que se puede decir de alguien.
Chus
Tus pulseras ahora quizá estén en manos de alguien que necesita su energía.
A veces las cosas suceden de una forma mágica y casual.
Tus las tendrás siempre, porque estarán en tu recuerdo. Y adquirirán más valor, por cada día que no las olvides.
Lo que sientes por María es algo igual de mágico, lo que tu percibes como dependencia, tiene mucho de amor, para ella eres un referente, su referente, su amor.
Pero a veces te cansa, te agota... bueno pues es cuestión de descansar y seguro que cada día un rato encuentras la manera.
Tu relato es pura emoción y lo has escrito de forma tan poética que llega directo al corazón.
María es afortunada de tenerte.
Eres una buena persona, y eso es lo mejor que se puede decir de alguien.
Chus
Responder a Chus
- Canal Down21
11 años 7 meses antes #51906
por Canal Down21
Respuesta de Canal Down21 sobre el tema Re: PERDÍ MIS PULSERAS
Querida Saro:
Nos faltan palabras para expresar la emoción que sentimos al leer ese íntimo, apasionante y apssionado relato. Nuestro viernes tambiénb se siente especialmente iluminado.
Nos gustaría darlo a conocer más allá de este Foro. Y si nos lo permite, lo publicaremos como artículo recibido en el próximo número de la Revista Virtual Camal Down21 (que ya será el de junio, porque el de mayo acaba de salir).
Un fuerte abrazo a María y a usted.
Canal Down21
Nos faltan palabras para expresar la emoción que sentimos al leer ese íntimo, apasionante y apssionado relato. Nuestro viernes tambiénb se siente especialmente iluminado.
Nos gustaría darlo a conocer más allá de este Foro. Y si nos lo permite, lo publicaremos como artículo recibido en el próximo número de la Revista Virtual Camal Down21 (que ya será el de junio, porque el de mayo acaba de salir).
Un fuerte abrazo a María y a usted.
Canal Down21
Responder a Canal Down21
- Saro
- Autor del tema
11 años 7 meses antes #51905
por Saro
PERDÍ MIS PULSERAS Publicado por Saro
Pues sí..., perdí mis pulseras, mis tres pulseras más amadas. Quizás no debieran amarse las cosas, pero yo a esas tres pulseras las quería.
Y son insustituibles, porque formaban parte de una colección que hizo hace años una amiga mía italiana que venía por la isla -ya no viene- una vez al año.
No crean ustedes que eran caras; de hecho, de las tres, una era de latón, de hojalata, y las otras dos de plata; pero las tres muy livianas, sin valor en el mercado, sin apenas peso.
Pero, como les decía, yo quería a mis tres pulseras; eran mis "preferidas". Ocupaban un lugar privilegiado en mi armario: el más visible, para tenerlas siempre a mano, cuidadas, protegidas de la humedad de esta zona bañada por el mar, que da mucho, pero se cobra su tributo.
Lo que me desconcierta y me vuelve como loca es pensar que tal vez se me cayeron en la calle, con el trajín de las compras en el supermercado, con el cambio de las bolsas de un brazo a otro para aliviar el peso.
He buscado mis pulseras por todas partes, aquí, en casa, y no las encuentro.
Además, ayer fui a la peluquería y no me gustó cómo me dejaron el pelo.
Al regresar a casa, mi hermana María me preguntó que cómo estaba, y yo le contesté que de mal humor por haber perdido las pulseras y porque no me gustaba cómo me habían dejado el pelo -algo que suele pasarme el primer día-.
Ella me dijo: "no se puede estar siempre de mal humor", y yo le contesté que tenía toda la razón, que, al fin y al cabo, se trataba de pequeños contratiempos, de pequeñas contrariedades y no de problemas grandes. Y -seguí diciéndole- que ya que tanta razón tenía, iba yo a cambiar el "chip", y a alegrarme poniendo mi atención en todas las cosas buenas que tenía, para empezar una hermana tan buena como ella.
El resto de la tarde la noté especialmente pendiente de mí, muy atenta conmigo.
Por ejemplo, me dijo: "¿no quieres que te encienda la luz?", al verme sentada al ordenador con la luz apagada, sin percatarme de que ya había caído la tarde.
En otro momento, al oírme en la cocina, dejó la lectura de sus revistas y vino para preguntar si podía echar una "buena mano", cosa que hizo diligentemente, por cierto, ayudándome a guardar la loza del lavavajillas y a sacar de sus bolsas la compra mensual del supermercado.
Pero si escribo este mensaje -que seguro que ya les estará aburriendo a ustedes- es porque me maravilló oír su soliloquio posterior.
Decía literalmente: Tu hermana está pasando un mal trago, y necesita tu apoyo, tu cariño y tu alegría.
No voy a decir que doy por bien perdidas las pulseras, pero ¿verdad que es precioso lo que pasó con ella?
Hoy voy a proponerme hacerla feliz; no es que pueda mucho, soy limitada y nuestras circunstancias también lo son. Y además soy consciente de lo mucho que ella necesitaría para tener una vida realmente plena, realmente feliz dentro de lo humanamente posible. Me doy cuenta de eso, con impotencia y con desconsuelo y pena.
Pero, dentro de lo que esté en mi mano, voy a intentar que hoy ella tenga mucha alegría.
Los viernes son nuestro día favorito, porque hacemos muchas cosas juntas desde por la mañana. Entre otras, nos vamos al parque (un buen paseo) para comprar "su prensa", las revistas que leerá con enorme interés durante la semana, la lectura que realmente le interesa y entiende, así se trate de un mínimo recuadro, pues contienen la programación de los diversos canales de la tele, la cartelera de los cines y las novedades sobre DVDs puestos, o por poner, a la venta, especialmente las nuevas ediciones de las películas de Walt Disney.
También cuento todo esto porque a veces -muchas veces- me siento cansada, muy cansada, y desanimada por cuidarla tanto y a todas horas del día; porque a veces, por las características propias de su síndrome, me agota su carácter recalcitrante, reiterativo; su demanda de repetición de inalterables rutinas. Porque a veces me canso de sentirla siempre tan dependiente de mí, hasta el punto de que parezco por momentos olvidarme de que ella tiene sus limitaciones, de que no lo hace porque ella quiera, sino porque no puede hacerlo mejor de lo que lo hace, de verdad. Y hasta me enfado interiormente cuando noto hasta qué punto ella intenta absorberme, y me afecta en el ánimo este constante estira y afloja, esta búsqueda -a veces diría que quimérica- de equilibrio, de una convivencia razonablemente justa y armónica para las dos.
Y entonces, en este árido desierto, aparece como por arte de magia un oasis fresco y azul que nos renueva, que nos refresca, que nos da fuerzas para seguir y para darnos cuenta de que la ilusión –la buena ilusión, no la ficticia- nunca ha dejado de estar ahí.
Muchos besos para todos,
Saro, la que perdió sus pulseras y volvió a encontrar a su amada hermana.
Y son insustituibles, porque formaban parte de una colección que hizo hace años una amiga mía italiana que venía por la isla -ya no viene- una vez al año.
No crean ustedes que eran caras; de hecho, de las tres, una era de latón, de hojalata, y las otras dos de plata; pero las tres muy livianas, sin valor en el mercado, sin apenas peso.
Pero, como les decía, yo quería a mis tres pulseras; eran mis "preferidas". Ocupaban un lugar privilegiado en mi armario: el más visible, para tenerlas siempre a mano, cuidadas, protegidas de la humedad de esta zona bañada por el mar, que da mucho, pero se cobra su tributo.
Lo que me desconcierta y me vuelve como loca es pensar que tal vez se me cayeron en la calle, con el trajín de las compras en el supermercado, con el cambio de las bolsas de un brazo a otro para aliviar el peso.
He buscado mis pulseras por todas partes, aquí, en casa, y no las encuentro.
Además, ayer fui a la peluquería y no me gustó cómo me dejaron el pelo.
Al regresar a casa, mi hermana María me preguntó que cómo estaba, y yo le contesté que de mal humor por haber perdido las pulseras y porque no me gustaba cómo me habían dejado el pelo -algo que suele pasarme el primer día-.
Ella me dijo: "no se puede estar siempre de mal humor", y yo le contesté que tenía toda la razón, que, al fin y al cabo, se trataba de pequeños contratiempos, de pequeñas contrariedades y no de problemas grandes. Y -seguí diciéndole- que ya que tanta razón tenía, iba yo a cambiar el "chip", y a alegrarme poniendo mi atención en todas las cosas buenas que tenía, para empezar una hermana tan buena como ella.
El resto de la tarde la noté especialmente pendiente de mí, muy atenta conmigo.
Por ejemplo, me dijo: "¿no quieres que te encienda la luz?", al verme sentada al ordenador con la luz apagada, sin percatarme de que ya había caído la tarde.
En otro momento, al oírme en la cocina, dejó la lectura de sus revistas y vino para preguntar si podía echar una "buena mano", cosa que hizo diligentemente, por cierto, ayudándome a guardar la loza del lavavajillas y a sacar de sus bolsas la compra mensual del supermercado.
Pero si escribo este mensaje -que seguro que ya les estará aburriendo a ustedes- es porque me maravilló oír su soliloquio posterior.
Decía literalmente: Tu hermana está pasando un mal trago, y necesita tu apoyo, tu cariño y tu alegría.
No voy a decir que doy por bien perdidas las pulseras, pero ¿verdad que es precioso lo que pasó con ella?
Hoy voy a proponerme hacerla feliz; no es que pueda mucho, soy limitada y nuestras circunstancias también lo son. Y además soy consciente de lo mucho que ella necesitaría para tener una vida realmente plena, realmente feliz dentro de lo humanamente posible. Me doy cuenta de eso, con impotencia y con desconsuelo y pena.
Pero, dentro de lo que esté en mi mano, voy a intentar que hoy ella tenga mucha alegría.
Los viernes son nuestro día favorito, porque hacemos muchas cosas juntas desde por la mañana. Entre otras, nos vamos al parque (un buen paseo) para comprar "su prensa", las revistas que leerá con enorme interés durante la semana, la lectura que realmente le interesa y entiende, así se trate de un mínimo recuadro, pues contienen la programación de los diversos canales de la tele, la cartelera de los cines y las novedades sobre DVDs puestos, o por poner, a la venta, especialmente las nuevas ediciones de las películas de Walt Disney.
También cuento todo esto porque a veces -muchas veces- me siento cansada, muy cansada, y desanimada por cuidarla tanto y a todas horas del día; porque a veces, por las características propias de su síndrome, me agota su carácter recalcitrante, reiterativo; su demanda de repetición de inalterables rutinas. Porque a veces me canso de sentirla siempre tan dependiente de mí, hasta el punto de que parezco por momentos olvidarme de que ella tiene sus limitaciones, de que no lo hace porque ella quiera, sino porque no puede hacerlo mejor de lo que lo hace, de verdad. Y hasta me enfado interiormente cuando noto hasta qué punto ella intenta absorberme, y me afecta en el ánimo este constante estira y afloja, esta búsqueda -a veces diría que quimérica- de equilibrio, de una convivencia razonablemente justa y armónica para las dos.
Y entonces, en este árido desierto, aparece como por arte de magia un oasis fresco y azul que nos renueva, que nos refresca, que nos da fuerzas para seguir y para darnos cuenta de que la ilusión –la buena ilusión, no la ficticia- nunca ha dejado de estar ahí.
Muchos besos para todos,
Saro, la que perdió sus pulseras y volvió a encontrar a su amada hermana.